I
I
No deja de ser una cruel ironía de la historia y de la política que la máxima responsabilidad institucional para combatir al narcotráfico en Rosario esté en manos de Aníbal Fernández, el mismo caballero que entre otras bellezas declaró que los narcos ya ganaron la batalla, el mismo que en otros tiempos demostró una singular habilidad para viajar en baúles de autos, el mismo que no vaciló en calificar al fiscal Nisman de promiscuo putañero y el mismo a quien prominentes dirigentes de su partido calificaron en 2015 como el candidato de los narcos a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Santafesinos, a dormir tranquilos que estamos en las mejores manos.
II
La consigna es derrotar al narcotráfico, pero para que la consigna sea completa importa destacar que uno de los problemas son los narcotraficantes con sus bandas, sus jefes y sus operativos criminales, pero a nadie se le escapa que una gavilla de lúmpenes villeros no podrían poner en juego la seguridad de una ciudad como Rosario sin el respaldo de policías, jueces, fiscales y políticos. Los Monos son una banda criminal; los Monos asociados con funcionarios del Estado constituyen lo que se conoce como "crimen organizado". El problema entonces es el Estado, es decir, la policía y los funcionarios, es decir, quienes deberían ejercer el monopolio legítimo de la violencia, atributo que los responsables no ejercen, lo ejercen mal y en más de un caso lo ejercen no para combatir al delito sino para protegerlo.
III
A esta altura decir que el tema "es complejo", es no decir nada, o declararse impotente, o ser cómplice. Se sabe que cualquier conflicto social es "complejo", pero a esta altura del conflicto lo complejo en política debe desplegarse en resoluciones simples. Para eso está la política, es decir, para traducir lo complejo a simple, a decisiones con resultados concretos, definiendo prioridades y actuando en consecuencia. Es lo que hizo Giuliani en Nueva York; es lo que hizo el presidente Hoover en Chicago en tiempos de Al Capone. Y para no irnos tan lejos, fue lo que hicieron el gobierno nacional y provincial en los años treinta para terminar con la mafia de Chicho Grande y Chicho Chico en Rosario. Hoy la única propuesta que escucho con posibilidades efectivas de terminar con estos problemas es la que enuncia Patricia Bullrich. Podrán discutirse matices y detalles, pero en lo fundamental la resolución de lo que está ocurriendo en Rosario pasa por allí. Imagino objeciones: con la represión no alcanza, son necesarias políticas educativas y laborales de contención. Sin duda, pero hoy hay que apagar el incendio y la tarea de bombero la cumple el estado ejerciendo su monopolio legítimo de la violencia. Más educación, más escuelas, más trabajo real y legal es necesario, pero antes hay que apagar el incendio. Y no al revés.
IV
Los jueces del Tribunal Federal Oral dieron a conocer los fundamentos de su condena a la Señora. Se habla de un informe escrito de más de 1600 páginas. Las pruebas son abrumadoras y concluyentes. Como se dice en la jerga carcelaria; la Señora está hasta las manos. Ella y su socio, Lázaro Báez. En realidad, lo que los jueces expresaron en voz alta, con lenguaje jurídico, es aquello que todos los argentinos de bien en sus trazos más gruesos sabemos de memoria. Sobre este tema no hubo nada nuevo bajo el sol. El saqueo de recursos públicos perpetrado por Néstor y Cristina es público y notorio, obsceno y brutal. Esta semana nadie escuchó algo que lo asombre. Todos, incluso los peronistas, sabemos que los Kirchner robaron. Lo que diferencia a unos y a otros son las permisividades, las justificaciones o la decisión de hacerse el distraído o mirar para otro lado. Para un kirchnerista del paladar negro, que Cristina y Néstor hayan robado o, mejor dicho, hayan montado un dispositivo de saqueo, les da lo mismo. Los jefes pueden tomarse esas licencias y solo ellos sabrán por qué lo hicieron. Es su derecho y su privilegio, para eso son jefes. Como para cumplir con los principios de la corrección política, conviene argumentar acerca de la persecución de los jueces, el lawfare, la corporación judicial y los habituales recursos retóricos de nuestro populismo criollo. Pero en lo fundamental, Néstor y Cristina están habilitados para robar y solamente a gorilas irredentos se les puede ocurrir que los que roban deben pagar su delito con cárcel.
V
En política lo que importa son las consecuencias. ¿Qué consecuencias políticas provoca la condena de Cristina en primera instancia? Para los opositores no hace más que confirmar lo que todos sabían o sospechaban. Pero no mucho más. Saben que no va a ir presa y apenas se conforman en admitir que para el estado de derecho y para la historia Cristina sea una delincuente. ¿Como Menem? Más o menos, pero como Menem en sus trazos más gruesos, porque a la hora de la eficacia para robar Menem al lado de los Kirchner es un indigente punga.
VI
Para el peronismo, la condena de Cristina provoca consecuencias un tanto más complicadas. La primera palabra política que pronunciaron fue "proscripción". Como a Perón en 1955, los gorilas de 2023 quieren proscribir a la indiscutible representante del pueblo. Poco importa decir que jurídicamente no está proscrita, o que en 1955 la decisión contra Perón la tomó un gobierno de facto, mientras que la actual condena judicial es el fallo de un tribunal de la democracia. Esas minucias a la mitología populista no le hacen perder el sueño. Néstor es Perón y Cristina es Evita. Y sanseacabó. La crasa mitología peronista funciona con esos imperativos. No se detiene en "detalles", en diferencias. Para la magia los hechos no existen. El peronismo y sus líderes son fenómenos de hoy y para siempre, con imaginarios que suelen oscilar entre la religión y la superstición. La referencia a 1955 se extiende a 1973: "Luche y vuelve". Cristina está proscrita como Perón, exiliada como Perón y solo podrá regresar en brazos de su pueblo como Perón. Esperemos -dicho sea de paso- que este operativo retorno no incluya baños de sangre como en Ezeiza, o aficiones lúdicas con olor a pólvora como las que practicaban las Tres A y Montoneros. Después hay otros detalles menores. Que Perón en 1973 haya tenido una aceptación social que superaba el sesenta por ciento, mientras que Cristina padece un rechazo que está por arriba del sesenta por ciento, son insignificantes contrariedades de lo real. Cristina es Perón y Macri o el candidato opositor que sea, es Braden. La historia como un ciclo cerrado donde todo se repite hasta el infinito oscilando entre la tragedia y la comedia, entre el culebrón y el drama, entre el grotesco y el horror.