I
I
En los años treinta del siglo pasado a los simpatizantes vergonzantes de Adolfo Hitler en el mundo era relativamente fácil reconocerlos: no decían una palabra ni a favor ni en contra del Führer, y descargaban todas sus baterías retóricas contra el colonialismo inglés y francés y las políticas del "garrote" de los yanquis. Tácitamente, Hitler quedaba instalado como un líder tercermundista avant la lettre enfrentado a las plutocracias anglosajonas. Un amigo que ya no está, y que nunca renegó de sus posiciones nazis (yo también tuve un amigo nazi), desarrollaba esta hipótesis con esa clásica retórica en la que los argumentos más descarnados de la extrema derecha se suelen vestir con los atuendos de cierta retórica izquierdista. Hitler y Mussolini en estas lides fueron unos maestros. Socialistas nacionales que les dicen. Valga este pasaje por una de las pesadillas del siglo veinte para sostener, con las inevitables diferencias del caso, la hipótesis que indica que a los actuales simpatizantes de Vladímir Putin (los de derecha y los de izquierda, si se permite esa distinción), se los reconoce por no decir una palabra acerca de la criminal invasión de Rusia a Ucrania y responsabilizar de lo ocurrido a la OTAN, institución "tan peligrosa" que, hace un par de años, el presidente de Francia la calificó como al borde del derrame cerebral. Muchachos maravillosos. Callan por complicidad acerca de un crimen de guerra que se está perpetrando hoy, para referirse a crímenes de guerra ocurridos hace cuarenta años. Los autócratas rusos agradecidos. Hay otra posibilidad de reconocerlos. Por lo general todas las dictaduras y autocracias del mundo están con Putin, a veces con juvenil entusiasmo, a veces con algunas prevenciones, pero a la hora de elegir, Putin es el hombre. Es nacional, es popular, es millonario, odia la ilustración y el liberalismo y no vacila en liquidar disidentes. Una joyita
II
Lo curioso es que mientras las tropas rusas invaden un territorio soberano asesinando sin compasión a niños y mujeres, los propagandistas "nacionales y populares" de Putin responsabilizan de lo sucedido a una institución llamada OTAN que no solo no envió un soldado a Ucrania, sino que las propias autoridades políticas de ese país le reprochan a la OTAN esa omisión. Mientras tanto, los argumentos de la Nomenklatura rusa para justificar su invasión se van modificando al ritmo de los acontecimientos. Primero, dijeron que invadían para proteger a los rusos residentes en Ucrania. Los hechos los refutaron con tal contundencia que, acto seguido, dijeron que en realidad invadían para desnazificar, caballito de batalla que funcionó hasta que el mundo tomó conocimiento de que en Ucrania los dos funcionarios políticos más destacados son judíos, hijos y nietos de víctimas de los nazis reales, motivo por el cual Ucrania hoy es el país con más judíos en puestos claves del poder después de Israel. Caído ese embuste, levantaron el estandarte de la OTAN. Y como ahora, salvo nuestros social-fascistas criollos, nadie más cree en esa engañifa, explican que en realidad todo lo que hacen los plutócratas rusos es para reivindicar los valores históricos eternos del imperio euroasiático. ¡Ahora sí empezamos a entendernos! Entre Stalin e Iván El Terrible no sé si estamos todos más cómodos, pero por lo menos sabemos de lo que estamos hablando.
III
Argentina, el gobierno argentino, en estas lides se destaca por esa mezcla de contradicción, ambigüedad y estulticia, maniobras que entre otras cosas nos colocan peligrosamente al borde del papelón y el ridículo. En el actual gobierno peronista sospecho que no hay diferencias de fondo respecto a sus simpatías reales en este conflicto. Para decirlo de un modo más frontal: todos están con más o menos entusiasmo con Putin. ¿Pero acaso no hay diferencias? Conociendo el paño, presumo que esas diferencias se nutren más de las charcas del oportunismo y la picardía criolla que de convicciones. Solo así se explica que mientras en las Naciones Unidas, Argentina vota por la separación de Rusia de la comisión de derechos humanos, nuestros embajadores dicen "lateralmente" lo contrario, mientras que la efectiva titular del Ejecutivo, Cristina Kirchner, proclama en un foro de parlamentarios latinoamericanos y europeos que a la legalidad internacional nadie la respeta, que la OTAN se portó mal con nosotros en tiempos de Malvinas y de Putin, artificios verbales para no decir una palabra de la invasión y mucho menos del envenenador serial instalado en el Kremlin. Por las dudas, el titular del Banco Nación, compañero Claudio Lozano, no vaciló en repudiar la decisión argentina de expulsar a Rusia de la comisión de derechos humanos. ¡Exquisito toque de distinción! Los ejércitos rusos masacran población civil en Ucrania, pero nuestros héroes nacionales y populares reclaman neutralidad. Y como para darle un toque de distinción a la epopeya, lo hacen en nombre de los derechos humanos. ¿En qué momento -pregunto- la facultad de Periodismo de la ciudad de La Plata le otorgará a Putin el certificado de paladín de los derechos humanos, con el mismo entusiasmo y devoción con que se lo entregaron a Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Milagro Salas, Cristina Kirchner, es decir, reconocidos humanistas desvelados por las causa nobles de la historia.
IV
"Bochornoso espectáculo", fueron las palabras que emplearon los parlamentarios europeos después de desayunarse que el encuentro de esta institución denominada EuroLat fue en realidad un acto partidario "de los pibes para la liberación" en la que hizo uso de la palabra la esposa y viuda del caballero cuyo nombre engalana el Centro Cultural, sin que los investigadores más minuciosos hayan podido hallar hasta la fecha algún aporte, algún indicio, de este señor a la cultura. Sin decir "agua va", la Señora colocó a los solemnes caballeros de EuroLat en resignada claque de sus esperpentos verbales. En términos efectivos de poder, la investidura más agraviada fue la presidencial, agravio que a decir verdad no es el primero que la vicepresidente le inflige, y hay buenas razones para suponer que no será el último. Para observadores imparciales, hay buenos argumentos para postular que en la Argentina de 2022 el Ejecutivo está invertido. La vicepresidente dispone de más recursos y atributos reales de poder que el presidente. Y cada vez que se presenta la ocasión ella se empeña en confirmarlo, más allá de que algunas de sus iniciativas no prosperen y que delicada o delicadísima situación judicial la comprometa cada vez más. Al respecto ya es bien sabido por todos: el país ideal de la Señora, su Arcadia añorada, su ínsula de felicidad, sería un territorio sin jueces entrometidos y sin periodistas fisgones.
Hitler y Mussolini en estas lides fueron unos maestros. Socialistas nacionales que les dicen. Valga este pasaje por una de las pesadillas del siglo veinte para sostener, con las inevitables diferencias del caso, la hipótesis que indica que a los actuales simpatizantes de Vladímir Putin (los de derecha y los de izquierda, si se permite esa distinción), se los reconoce por no decir una palabra acerca de la criminal invasión de Rusia a Ucrania y responsabilizar de lo ocurrido a la OTAN, institución "tan peligrosa" que, hace un par de años, el presidente de Francia la calificó como al borde del derrame cerebral.