El Litoral publicará cada domingo la opinión de los ciudadanos que quieran participar de la convocatoria a pensar los desafíos que tiene la ciudad de Santa Fe, camino a cumplir los 500 años de su fundación en 2073. Para hacer llegar sus aportes pueden ingresar al especial desde sus celulares, escaneando el código QR que dejamos aquí y completando el formulario que allí se presenta.
Cuando la ciudad y la provincia de Santa Fe se acercan a su 450 aniversario, distintos actores institucionales, este diario y el municipio local ponen miras en el futuro, más precisamente, en el horizonte de 2073, cuando la modesta urbe del siglo XVI que nos diera origen cumpla 500 años.
La invitación a mirar más allá de la coyuntura le da sentido al reiterado discurso de creación de políticas de Estado que nunca se traducen en hechos. En cualquier caso, bienvenida sea la iniciativa de pensar el futuro de la ciudad y la provincia (que nacieron juntas). En lo que a mí respecta, me detendré sólo en algunos aspectos de la ciudad, para evitar que el espacio disponible de esta página se consuma sin haber planteado nada concreto.
Para hablar del futuro, lo primero que se debe asumir es la compleja implantación de la ciudad -en su segunda versión- entre dos cuencas hídricas y en cotas bajas vulnerables a los ciclos de crecidas. Por lo tanto, tenemos un problema congénito. Y habida cuenta de que un nuevo traslado es impensable en razón del volumen que la urbe ha tomado a través de los siglos, lo que queda por hacer es trabajar en formas de mitigación inteligente y anticipada de inevitables crecidas grandes y, sobre todo, de la prevención de consecuencias mayores mediante el riguroso cuidado de los reservorios, el mantenimiento permanente de las instalaciones de bombeo, el cuidado y vigilancia de los terraplenes de defensa, hoy debilitados por factores antrópicos que incrementan vulnerabilidades, y la prosecución del programa de obras de drenaje en el norte de la urbe.
El largo ciclo de sequía y aguas bajas ha impulsado a sectores carecientes a reocupar espacios críticos, fenómeno socio-cultural que agravará en extremo la llegada inexorable de una gran crecida en el futuro, máxime cuando, los ya innegables efectos del calentamiento global aumenten los niveles de los mares con la consiguiente complicación de las urbanizaciones costeras y ribereñas.
Además, el subsuelo
Pero si la amenaza de cíclicas inundaciones no fuera suficiente, Santa Fe afronta, sobre todo en su cono sur, crecientes problemas en el subsuelo causados por las filtraciones constantes de cañerías cloacales de hierro fundido que sobrepasan el siglo de existencia y la vida útil de sus materiales, así como las conexiones domiciliarias de caños cerámicos que, en muchos casos, aún subsisten. También, aunque menos grave, es el envejecimiento del servicio de agua potable, donde conviven materiales diversos. La consecuencia, además del absurdo económico de perder ingentes cantidades de agua potable en su transporte y distribución, son los deterioros que estas pérdidas producen en veredas y calzadas, máxime cuando aumenta sin cesar la carga física y la demanda de servicios de los edificios de altura.
En el caso de las cloacas, el progresivo hundimiento de las calles y la multiplicación de los emparches del interminable bacheo -manifestación de estas patologías en la superficie-, exigen al Concejo Municipal consensos de largo plazo, equivalentes a las tan mentadas como esquivas políticas de Estado. De lo contrario, la socavación acumulativa del subsuelo llevará a una previsible crisis urbana de alcances y costos difíciles de predecir. El agua, por desborde de los ríos y, dentro el recinto urbano, los problemas del subsuelo, amenazan a la Santa Fe de los próximos años. El remedio son políticas de largo plazo que exceden los turnos de gobiernos puntuales, acciones que requieren una transformación en los modos de hacer política para lograr soluciones trascendentes que, como cuestión previa, exigen la construcción concienzuda de acuerdos que atraviesen las sucesivas administraciones. Lo reclama la lógica del bien público.
Un programa de transformaciones de este tipo, que convertirán la crónica dilapidación de recursos en inversiones modernizadoras y movilizadoras del comercio proveedor y de trabajo genuino para numerosas personas, llevará un largo tiempo de ejecución, lo que reclama un plan meditado y progresivo que permita la convivencia razonable entre la ciudad en ciclo de renovación de su equipamiento y el funcionamiento de las actividades que permitirán afrontar su financiamiento, al menos en parte. En cualquier caso, se trata de un proyecto de moderna salubridad pública que, en la continuidad, le rendirá homenaje al anterior, comenzado en 1904 con la construcción de la primera toma de agua cruda en el río Colastiné, zona del arroyo Ubajay. Y que siguió con el tendido de un conducto de hierro fundido de 0,40 cm de diámetro y una longitud aproximada de 11 kilómetros para abastecer la planta potabilizadora erigida en un predio de cinco manzanas en el corazón del barrio Candioti en desarrollo.
Una obra pública de esta magnitud, también hará factible afrontar la racionalización de las redes proveedoras de servicios a través de la instalación de poliductos que eviten la permanente, costosa y caótica ruptura de calles y veredas y faciliten y abaraten las tareas de mantenimiento y reparación.
Hacia un nuevo perfil portuario
Para terminar los temas importantes vinculados con el agua, es necesario mejorar el perfil portuario de Santa Fe, ampliando en los hechos, más allá de la teoría, su hinterland efectivo y su gama de servicios, pensando sobre todo en su capacidad de enlace con lo que ocurre aguas arriba, en el oeste brasileño, el este boliviano y la República del Paraguay, donde se incrementan las producciones y crecen las urbanizaciones con una amplia gama de demandas.
Extender, luego de largos estudios y discusiones la parte operativa del puerto a la margen derecha del canal principal de navegación del Paraná Medio potenciará esa condición de interfase y, a la vez, complementará la utilidad del camino de acceso, vía que permitirá separar el tránsito doméstico del interprovincial mediante el proyectado "by pass" en la zona de islas. Si pensamos en el futuro, que es lo que se propone esta nota, debe evaluarse adecuadamente el creciente impacto del tráfico urbano en las avenidas 27 de Febrero y Alem, saturadas en las horas pico por la mezcla de tránsitos, pese a que hace más de una década que los indicadores del sector privado se encuentran estancados. De modo que cualquier repunte del crecimiento habrá de agravar lo que ya es un problema, cuestión a la que cabe agregar el flujo permanente de cargas potencialmente peligrosas (combustibles y productos tóxicos) a dos cuadras del centro de la ciudad.
Administración inteligente del tránsito
Y ya que hablamos de evolucionar hacia una administración razonable de los flujos vehiculares en una urbe que mantiene su traza cuadricular del siglo XVII, cuando fue trasplantada a este sitio, también habría que transformar el funcionamiento de los semáforos, trocando su condición de postes lumínicos repetitivos en columnas electrónicas conectadas con un cerebro informático moderno que atienda y responda a los cambiantes flujos reales (la UTN puede asesorar y también puede consultarse al municipio de Turín, Piamonte, que lo tiene en práctica desde hace años).
En fin, se agota el espacio y queda mucho por pensar, acordar y hacer. Urge, porque el horizonte de los 500 años se acorta cuando nos damos cuenta que en muchos aspectos tenemos un atraso de 25 años y, en otros, los 50 años de retardo ya se han cumplido. La conclusión es simple, el futuro no es una meta; es un camino. Y, para bien o para mal, tendrá la traza que le den nuestras acciones. El futuro no espera, se incuba en cada minuto de nuestras vidas.