Para los cristianos, la cruz simboliza la pasión y muerte de Cristo, pero antes de que ese acontecimiento dividiera las eras históricas, la cruz representaba una "encrucijada" de caminos o la división interna del cuadrado en cuatro cuarteles. Así ocurrió, por ejemplo, con los primeros cuatro cuarteles o barrios delimitados en torno a la Plaza Mayor en la fundación de la ciudad de Santa Fe y, luego, en su réplica de Santa Fe de la Vera Cruz, trasladada al sitio actual entre 1650 (elección del nuevo lugar) y 1660, año referencial, aunque impreciso, de la culminación de la trasmuta urbana.
Los ejes divisorios, basados en el cardo (vía longitudinal norte-sur) y el decumano (calle transversal este-oeste) tomados de la forma geométrica reticular empleada en los campamentos militares romanos, responden al criterio de ordenamiento territorial, máxime en terreno llano, recogido por las ordenanzas del rey Felipe II en el siglo XVI y aplicado a la fundación de ciudades en la América hispana. En nuestro caso, el cardo originario fue la calle San Jerónimo (oeste de la plaza), evocadora del patrono de la ciudad, y el decumano, la actual Av. Gral. López (linde norte de la plaza). En su punto de intersección, para resaltar el simbólico cruce, se alzará la iglesia Matriz. Era el centro de la cruz urbana que dividía a los cuatro barrios primeros. De modo que la cruz de los cristianos y el punto nuclear de la organización territorial civil, se sobreponían potenciando el símbolo, aunque sus significados convergentes difieran en sus raíces.
Foto de la Aduana Vieja, antes quinta de Tarragona. En una de sus habitaciones, convertida en celda, permaneció detenido Paz durante cuatro años.Banco de Imágenes Florián Paucke
Pero en esta nota vamos a hablar de la cruz referida en primer término, la religiosa, que en una versión singular acompañó el cautiverio santafesino del general unitario José María Paz en tiempos de guerra civil. Sus días de prisión, bajo el gobierno del Brig. Gral. Estanislao López, transcurrieron en el edificio de la Aduana Vieja, que desde 1770 había pertenecido a la quinta del médico español José de Tarragona y su esposa santafesina Micaela Aguiar, padres de Juan Francisco de Tarragona, personaje notorio que afrontará una vida de cambiantes situaciones. Comerciante y político, en 1806 ejercerá el cargo de alcalde de primer voto en el Cabildo santafesino; en 1810 será elegido teniente de gobernador interino y, poco después, representará a Santa Fe como diputado en la Junta Grande constituida en Buenos Aires. En 1815, bajo el influjo de Buenos Aires en tiempos del Directorio, será nuevamente elegido teniente de gobernador, función que cesará por un levantamiento popular en su contra en 1816.
Esa quinta, que de acuerdo con los relevamientos documentales realizados por el Arq. Luis María Calvo, ocupaba una cuadra de frente sobre calle 4 de Enero (entre las actuales Tres de Febrero y Gral. López) y seis de fondo, hasta Bv. Zavalla (al oeste), se había levantado en terrenos obtenidos por una merced real. Era "una finca sin igual en este pueblo", según el comentario de un tesorero de la Real Hacienda en el período colonial. Calvo justifica esa apreciación en el hecho impar de que llegó a tener veintiocho habitaciones principales y trece de servicio hacia el lado oeste.
Pues bien, como consecuencia del mencionado levantamiento popular, el 20 de abril de 1816, por decreto del gobernador Mariano Vera (surgido de esos acontecimientos), las propiedades de Tarragona fueron confiscadas, y, debido a su persecución política, marchó a Montevideo, donde habrá de morir. Esa propiedad, entre tanto, pasó a manos del naciente Estado provincial, que destinó el edificio para fines aduaneros (cobro de impuestos a las cargas transportadas por los barcos procedentes de Paraguay, Montevideo, Buenos Aires y Corrientes). Con el tiempo, además, cumplió funciones de cárcel, cuartel e, incluso, imprenta del Estado.
Como cárcel, desde 1831 hospedará durante cuatro años al general Paz, luego de que, en la sucesión de enfrentamientos entre tropas unitarias y federales, fuera sorprendido y tomado prisionero por soldados de los hermanos Reinafé en un monte cercano a la Villa Concepción del Tío, asentamiento previo a la actual localidad de El Tío sobre la ruta nacional 19 que une a las ciudades de Santo Tomé y Córdoba.
Poco después será entregado a López, jefe militar de la Liga Federal, quien lo alojará en la cárcel por entonces ambientada en una parte de la Aduana Vieja, nombre dado a los edificios de la antigua quinta de los Tarragona. Allí habrá de pasar cuatro años de encierro luego de que López consiguiera resistir las peticiones de Rosas para que lo fusilara. Durante ese tiempo, el militar comenzará a escribir sus "Memorias", llamadas a convertirse en una valiosa pieza de información histórica, y se casará con su sobrina carnal Margarita Weild Paz, hija de su hermana menor, María del Rosario, y el médico escocés Andrew Weild.
De modo que ese edificio, demolido en 1885, fue el ámbito en el que luego de romperse los frenos convencionales establecidos por la religión y la cultura, y con el apoyo manifiesto de Tiburcia Haedo, madre del general y abuela de Margarita, para quien ambos hacían "una buena pareja", el romance crecerá incontenible entre los barrotes de la celda ocupada por Paz. Y, a decir verdad, el duro hombre de armas y racional estratega que había combatido junto a Belgrano en la campaña del Norte contra las fuerzas realistas, y que se había destacado en la guerra contra el Brasil; el comandante en jefe de la derrotada Liga Unitaria, mostrará al fin su veta tierna con Margarita, a quien le expresa su "amor eterno" en una carta recogida en sus "Memorias póstumas".
Esa historia infrecuente comenzó en la prisión santafesina hasta anudar a las partes en matrimonio el 31 de marzo de 1835. La sencilla ceremonia fue celebrada en la celda por un sacerdote ante una cruz que se conserva en el Museo Histórico Provincial y da lugar a la evocación de un amor que se desarrolló entre batallas, prisiones, huidas y exilios.
Luego de cuatro años en la Aduana Vieja, Paz y Margarita, con su primer embarazo a cuestas, son trasladados a una prisión bonaerense, donde el militar permanecerá otros cuatro años. Al cabo de nueve embarazos, con sólo tres hijos sobrevivientes, Margarita morirá lejos de su país, en Río de Janeiro, a los 33 años. De aquella sobrecogedora sucesión de acontecimientos, en Santa Fe quedó el vestigio de una cruz de palo.
Esa cruz es tan infrecuente como la convivencia del matrimonio Paz en la prisión. Aunque se carezca de información precisa sobre su origen, puede colegirse que llegó a la celda en manos de Tiburcia Haedo o de Margarita Weild. Es una pieza extraña, fitomórfica, de un barroquismo moderno en su estilización. Semeja un trabajo rústico, al punto que el imaginero se propuso mostrar los palos vertical y transversal de la estructura crucífera como troncos de madera con su corteza, y enroscar en el larguero principal el tallo de un rosal que asciende desde la base o pie de la composición. Se trata de una imagen naturalista que se refuerza con la talla secuenciada de hojitas dobles y las salientes de unos muñones de ramas malogradas. En el epicentro de la cruz, el lugar que ocupara la cabeza lacerada de Cristo es sugerido por una corona de espinas con caladuras.
Detrás de esa pieza artesanal que metaforiza el sufrimiento a través de un rosal espinoso, late una historia real de amor y tragedia vivida en medio de la sangrienta guerra civil entre argentinos.
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