"Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo". Voltaire (o su biógrafa).
"Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo". Voltaire (o su biógrafa).
Como agnóstico, las naves con extraterrestres que vienen a visitar al humano me resultan tan increíbles como la resurrección del hijo de Dios, la existencia de un cielo, un infierno y demás fábulas. Muchos se sentirán ofendidos por esta columna. No es la intención.
Quizás, hoy en 2023 (D.C), algunas dudas sobre el “respeto al otro” se pueden plantear o replantear. No es enfermo mental –loco- quien no dirige su fe hacia creencias “aceptables” o políticamente correctas… y subsidiadas.
La posibilidad de avanzar hacia la re significación del “respeto”, como variante superadora a la “tolerancia”, es no cancelar al Otro, ni “soportarlo” cual si fuese una virtud de mentes abiertas y progresistas. Es ser y dejar ser.
El proyecto de Ordenanza, presentado por el concejal santafesino, Saúl Perman, en el que propone, a sus pares, crear un espacio de "interconexión extraterrestre" en Santa Fe, retumbó en el recinto del Concejo como tragedia y se replicó en medios nacionales como farsa –así se reproducen las historias.
Los cuerdos de esta sociedad, de dudosa salud pública mental, mandaron al edil al manicomio, al psiquiatra, a su casa, a callarse.
Pide, Perman, 5 m2 –quizás un deck con baranda- en la Costanera Este, para que puedan reunirse seres terrenales con celestiales –cualquier coincidencia con las iglesias y templos, no es mera coincidencia- y fundamenta su presentación con que “en la ciudad hay muchos espacios destinados a distintas creencias, pero ninguna vinculada a esta.” Clarísimo.
Muy enojados y burlones reaccionaron otros representantes, pseudocientíficos y muchos representados se escandalizaron porque, al parecer, no hay respeto por los fondos públicos y el “Señor de los Abrazos” estaría cobrando un sueldo sin merecerlo ni justificarlo. Esto indicaría que es la excepción a una regla en el Honorable Concejo Deliberante – “Honorable”, responde a “ad Honorem” no al honor.
Sin acudir a bibliografía ni a google, arriesgo esta opinión, en primera persona, recurriendo a la experiencia de vivida de un agnóstico criado en barrio Sur, con un segundo hogar que era Ateneo Inmaculada. Padres ateos y asiduo concurrente a la Catedral en busca de silencio concurrido. Por lo demás, seguramente, rescaté valores humanos jesuitas que conservo hasta estos días y me constituyeron. A pesar de esto, no fui tratado con el mismo respeto por la “inmensa mayoría” de compañeritos que se burlaban de mi equivoca persignación, de pobre riqueza “técnica”, y pronosticaban un seguro infierno para mí dada mi ausencia de fe. Nada parecido al bullying – tampoco- como consecuencia más de la propia indiferencia, ante el “gaste” que al uso de la fuerza para evitar ser “punto”.
Mientras mis amigos de la infancia, no entendían que yo “no crea en nada” y me pensaban raro y “loco”, yo iba registrando expresiones de una fe que me parecían, absurdas y me aterrorizaban, pero las callaba por respeto.
Esas verdades eran importantes para quienes amaba, con ese amor inocente de niño más salvaje que pensado. No recibía lo mismo. No importaba.
Hoy “debo” decirlo, ante semejante reacción generalizada al “loco” Perman y su respetable estructura de fe.
Confiar en el Pentágono y su información sobre OVNIS derribados, me resulta tan descabellado como hacerlo con la Santa Sede. Dos centros de poder históricos que han usado la violencia para predicar sus valores, conquistar territorios y justificar genocidios.
Dicho, todo esto, en primerísima persona, porque es la conclusión histórica subjetiva de un sujeto que intenta comprender tanta sangre dedicada a la fe. Infligir el dolor propio y el del otro como manera de purificar y ser ciervos de un Todo Poderoso, siempre más cercano a la muerte que a la vida plena.
"Cuando los hombres dejan de creer en Dios, no quiere decir que creen en nada: creen en todo"
“La mediocridad para algunos es normal la locura es poder ver más allá”
Desde mi agnosticismo - que proviene del griego ágnostos, “ignoto”, “no conocido”-, son tan increíbles los OVNIS, como colectivos de pasajeros extraterrestres, como Adán, Eva, la costilla, la resurrección, sitios especiales y suntuosos que son la casa de Dios, la repetición de frases para acercarse al Supremo, arrodillarse ante una figura, la castidad de señores y señoras que se visten como en la edad media, el bautismo, la evangelización con cruz y espada, sangre y hostias, el canibalismo imaginario de comer la carne de Cristo y beber su sangre y demás ritos.
Para ponerse en el lugar del Otro hace falta mucha imaginación, de eso se trata la empatía tan de moda, por estos días, ante la exaltación del ego y el individuo como “fuente de toda razón y justicia” en esta cultura huérfana de espíritu.
Desde mi cosmovisión –visión del cosmos- toda religión me parece absurdo, loco, de psiquiatra. Ahí es donde entra a la cancha, el alivio de soltar el control, el respeto, la aceptación. El Otro es como es, me parezca a mí lo que me parezca, el valor de mi juicio es irrelevante.
¿Qué es Dios- cualquiera ellos que han sido creados por sus fieles-, sino extraterrestres que están el cielo... cómo en la tierra?
Desde aquí, y esta vida intelectual cruzada por el “no creer”, el respeto es una práctica que, muchas veces, puede codearse con la indiferencia post-moderna, pero que algo puede aportar a convivir, vivir-con.
No “creo”, no soy bautizado, no transité la comunión, pero aun así comprendo la función de re-ligarse a una versión que morigere la angustia de la existencia y la incertidumbre de la trascendencia.
La espiritualidad se expresa de distintas maneras y pueden convivir todas sin agredirse. Sin suprimirse. Finalmente, lo que vienen a sanar y calmar es lo mismo – para los fieles de cualquier credo. La trampa la hacen los jerarcas que abusan del poder que les ofrenda la traducción de lo divino y el peaje al “más allá”.
Saul Perman, ya no es activista desde el momento en que pidió representar a otros y percibe un salario público para hacerlo. “Defenderlo” sería absurdo, pero es menester reconocer que su extrema audacia, institucional, provoca que salte lo más retrógrado de la política que busca limpiarse la mugre de la corrupción, la ineptitud y la holgazanería, en una persona “distinta” en sus formas y discurso – también financiamiento.
Perman no es más que una anécdota, incluso, colorida que invita a mirarme en ese “loco” que mes hace a mi más “cuerdo”, si lo ataco y humillo. La tranquilidad del plural, del pertenecer, es confortable y aleja cualquier crisis. Cuando un dedo señala, otros tres – menos el pulgar- que apunta hacia nosotros mismos. Valga la figura.
La crisis de representatividad, claramente, no tiene que ver con los “nuevos” y outsiders, sino con las formas tradicionales, ortodoxas e insensibles que ofenden, desde el 83 a la fecha, al mejor sistema político conocido: La democracia.
El respeto no es “tolerancia”, es dejar ser al Otro.