La Selección Argentina apenas concretó un recorrido a medias en un festejo trunco
Sin un plan y sin diálogo responsable entre los distritos, la llegada de Messi y el resto de los campeones se vio truncada por las fallas en la seguridad y en la organización para festejar junto al pueblo. La suspensión del festejo evitó una potencial tragedia.
La Selección Argentina apenas concretó un recorrido a medias en un festejo trunco
Llegó día que los argentinos esperaban: recibir a los campeones de Qatar 2022. Lejos de fotos entre los jugadores y la hinchada, las pantallas muestran algunas imágenes que parecen llegar desde otro lugar: varios heridos, enfermeros corriendo con accidentes en camillas mientras les practican técnicas de RCP; un fallecido tras caer desde techos; asaltos masivos en barrios; peleas callejeras entre borrachos; robo de cubiertas; vandalismo de lo más variado; inadaptados intentado saltar al interior del colectivo de los campeones y hasta sujetos colgados en la cima del obelisco. Sí, es un rápido pantallazo de una anarquía que afectó a muchos. La que se vivió en torno a lo que debió ser la fiesta popular más grande de todos los tiempos.
“Agradecemos a la provincia de Buenos Aires, encabezada por su ministro de seguridad Sergio Berni, que fue el único que acompañó durante toda la recorrida hasta la entrada a la capital sin registrar ningún incidente, permitiendo a los jugadores abrazarse al pueblo argentino” dijo Claudio Tapia en su Twitter. El presidente de AFA muestra a las claras las diferencias entre la oposición, el oficialismo y la interna en este mismo espacio. ¿Por qué, acaso, no menciona a Aníbal Fernández, el ministro de Seguridad nacional? Estas mezquindades también comprueban lo que todos presuponían hasta las primeras horas del martes: el oportunismo político comandó cada intento de negociación. Tal fue la situación que fuentes del gobierno porteño indicaban a este medio que, por momentos, no tenían información del gobierno nacional ni de AFA sobre el itinerario o los cambios adoptados. Nadie sabía qué iba a pasar una hora o un kilómetro después en el avance del colectivo que llevaba a quienes nos colocaron la tercera estrella en la camiseta albiceleste. Lo único que se lograba saber con algo de certeza es lo que publicaba, esporádicamente y sin mayores detalles, una cuenta de Twitter que representa al seleccionado.
El entorno de Alberto Fernández quiso hasta último momento que el seleccionado pase por Casa Rosada. Incluso aunque no esté ningún funcionario nacional. Eso se sabía difícil por toda la previa y por el desplante de los jugadores a Eduardo de Pedro y compañía cuando fueron a esperarlos a Ezeiza. Sin embargo, Alberto Fernández igualmente ordenó cerrar la sede del gobierno, preparar el balcón que da hacia la calle Balcarce y montar un escenario. Estaba todo listo. De hecho, se filtraron versiones de un ágape dispuesto en su interior para que el presidente y su gente puedan compartirlo con los ganadores del último Mundial. Esto no pudo ser chequeado por la prensa acreditada, que tuvo prohibido el acceso durante toda la jornada. Para cumplir los planes, sólo faltaba convencer a los jugadores, pero las presiones no alcanzaron.
La nefasta organización sobre las autopistas hizo que el recorrido parezca eterno para los futbolistas, expuestos a los rayos del sol. Eso generó el fastidio de varios de ellos, que colmó el vaso que ya contenía la desidia política y los desmanes de quienes no entendieron de que iba esta fiesta. No es menor remarcar que todo comenzó a gestarse con el tardío decreto que indicaba que este 20 de diciembre sería feriado: nadie estaba preparado para afrontar semejante evento, ni en lo personal, ni en lo laboral. Mucho menos el Estado, desde la seguridad pública (no sólo la que hace a los fenómenos delictivos, sino también a la sanitaria ante accidentes y golpes de calor) y desde su capacidad de organizar el acto más multitudinario de toda la historia nacional.
La triste cadena de sucesos llevó a que los jugadores cambien de planes y acudan a un plan de salvataje: subirse a 5 helicópteros de distintas Fuerzas de Seguridad para dar una vuelta olímpica aérea sobre la Ciudad de Buenos Aires y regresar al predio de Ezeiza. Sobre esto, Tapia recriminó: “No nos dejan llegar a saludar a toda la gente que estaba en el Obelisco, los mismos organismos de Seguridad que nos escoltaban, no nos permiten avanzar”. Según fuentes cercanas, fue cuando desde el gobierno nacional sabían que la caravana no llegaría hasta Casa Rosada y cuando estaban seguros de que estaban dentro del distrito porteño. La escolta estaba a cargo de una Fuerza Federal. Otra vez, buscando el oportunismo y activar una bomba mediática de responsabilidades contra la Ciudad y sus autoridades.
Sin embargo, Gabriela Cerruti salió a justificar lo que estaba ocurriendo con ese imprevisto cierre. A través de las redes sociales, la vocera presidencial dijo: “los Campeones del Mundo están sobrevolando todo el recorrido en helicópteros porque se hizo imposible seguir por tierra ante la explosión de alegría popular. Sigamos celebrando en paz y mostrándoles nuestro amor y admiración!”. Fue en la misma línea que escribió Aníbal Fernández: “un festejo histórico con 5 millones de argentinos en la calle, después de horas de caravana sin avanzar más que pocos kms, la Selección llevó la Copa al cielo y dió una vuelta olímpica aérea en naves de PFA y Prefectura para ver desde allí el inmenso agradecimiento del pueblo”. Para el gobierno nacional, todo fue un lujo.
Mientras tanto, miles de hinchas seguían hasta llegada la noche esperando que el colectivo pase por el obelisco: es que nadie les avisó que los jugadores ya habían estado sobrevolando el lugar y que todo había terminado. La comunicación, la seguridad y la organización fallaron. El egoísmo político arruinó el festejo popular.