Queridos amigos, muy buenos días a todos. ¿Cómo están? Espero que bien. La liturgia de la Palabra de Dios de hoy nos habla de la curación de un ciego. Pero no se trata de un simple relato, no. Detrás de la bella historia del ciego Bartimeo hay una profunda pedagogía de Dios, muy oportuna para reflexionar en estos tiempos tanto a nivel personal como comunitario. El evangelio nos dice:
"En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos, un mendigo ciego, Bartimeo, estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí. Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí. Jesús se detuvo y dijo: Llámenlo. Entonces llamaron al ciego, diciéndole: Ánimo, levántate, que te llama. Bartimeo soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le contestó: 'Rabbuní, que yo pueda ver'. Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino".
Mirá tambiénAcerca de la ambición del poderQué profunda petición, "Señor, que yo pueda ver", pues muchos miramos, tenemos ojos buenos, pero no vemos. ¿Quién es el Bartimeo? En un sentido literal, es el hombre ciego que sentado al borde del camino grita: "Señor, ten compasión de mi". Quiere ver, quiere contemplar el mundo, quiere gozar de la belleza de la creación. Pero no ve. Es justo preguntarnos: ¿Por qué ha nacido ciego? ¿Alguien sabe? ¿Acaso, existe alguna respuesta racional para explicar por qué unos ven y otros no? Que yo sepa, no. La ciencia, mis queridos amigos, no tiene respuestas, la razón humana ante estos planteos se queda corta.
¿Por qué la ciencia es incapaz de responder? Porque el hombre es un misterio, y el misterio no se explica, se contempla. Mi padre, que era un hombre profundamente creyente, cada mañana cuando se despertaba, primero se ponía de rodillas, y hacía su oración diciendo: "Gracias Señor por darme una nueva oportunidad, gracias por la noche que pasó, gracias, porque estoy vivo". Y con esta actitud de un hombre agradecido comenzaba el día.
Bartimeo, en un sentido figurado, es un hombre que grita: no sólo quiere contemplar el mundo sino también quiere comprender la vida; quiere analizar el contexto social, cultural, económico. Es un hombre que se pregunta: ¿Por qué hay tanta pobreza? ¿Por qué hay tantos pobres? Para ver bien, también es necesario capacitarnos, estudiar, reflexionar, preguntando: ¿Por qué nos pasa lo que pasa? Entendamos bien. Dios no quiere que haya pobres, la pobreza es mala, es mortal. Dios quiere que seamos felices todos y no solo algunos. En el evangelio de San Juan, Jesús es contundente al decir: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia". Todos y no solo algunos.
Mirá también¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?El Bartimeo, mis queridos amigos, es un individuo, pero también puede representar a la nación entera. Y de hecho hay cegueras colectivas, comunitarias. Hoy se habla de la sociedad ciega, anestesiada, dormida, sin el compromiso cristiano y ciudadano. A muchos nos indigna la corrupción, pero lo que no se puede comprender es que seguimos votando a los corruptos. Víctor Codina (1931-2023), el teólogo boliviano, dice: "Llamamos prudencia a la flojera. Llamamos prudencia a no comprometerse, a no arriesgar nada personal. Y sin embargo, Jesucristo no fue prudente, ni diplomático; no se calló para escapar de la cruz; todo lo contrario denunciaba a los poderosos sabiendo que se jugaba la vida". Hoy, tal como está el mundo no se puede vivir la vida en forma barata o regalada.
Bartimeo es también el hombre positivo, esperanzador, que siente que a su lado hay voces que lo animan, que le dicen: "Ánimo, levántate, Dios te llama". Qué bello mensaje para nosotros. Esta crisis tan profunda que vivimos en nuestro país no es eterna, va a pasar. Las cosas que hemos hecho mal se pueden rehacer, o podemos hacerlas de otra forma. Pero sería una locura astronómica hacer las cosas del mismo modo, esperando resultados distintos. Hoy, como el ciego Bartimeo, todos queremos acercarnos a Jesús con una actitud de humildad para gritar: "Señor, ten piedad de nosotros".
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