¿Qué docentes te observaron, te reconocieron, te ayudaron, te inspiraron, te alentaron, te enseñaron, te guiaron y te transformaron? ¿Dónde y cuándo te encontraste con estas personas que iluminaron tu vida y aún hoy te emocionás al recordarlos? ¿Estaban en un aula, en el patio, en la universidad, en el jardín de infantes? ¿Trabajaban en un club o en una vecinal de barrio? ¿Usaban libros, pizarrones, pelotas, computadoras, instrumentos musicales, disfraces o un abrazo? En este texto vamos a leer los testimonios de personas clave de nuestra cultura que narran encuentros con educadores y educadoras que se convirtieron en una epifanía para sus biografías. Andá, querido lector y querida lectora, pensando en los que a vos te transformaron.
El profe de la bióloga
Empezamos con Melina Furman, autora de "Guía para criar hijos curiosos" y "Enseñar distinto". Fue la primera que se prendió con la propuesta y escribió: "Elegí como docente-faro a Alberto Kornblihtt. Fue mi profesor en la primera materia que cursé en la carrera de Biología. Desde la primera clase, Alberto trató de mostrarnos que la ciencia era una gran empresa humana, creada por hombres y mujeres que se hacían preguntas, debatían entre ellos, pensaban nuevas ideas, tenían dificultades y aciertos y eran, en suma, protagonistas de su momento histórico. Nos mostraba grandes soñadores de carne y hueso que cambiaron el mundo a través de las ideas, la razón y la imaginación".
Luego aclaró: "Detrás de cada concepto como la síntesis de proteínas, la replicación del ADN, la clonación o los anticuerpos monoclonales, Alberto nos contaba historias de quienes participaron en su descubrimiento. Nos decía que era tan importante aquello que sabemos, tanto como cómo lo sabemos. Nos contaba los experimentos que dieron origen a cada conclusión, a cada idea, a cada avance. Nos mostraba el camino de construcción del conocimiento, con pasión y claridad, con confianza y altas expectativas en nuestra capacidad de comprender. A través de sus clases, la ciencia dejaba de ser un cúmulo de conocimiento que había que incorporar, como habíamos visto en la escuela secundaria y se convertía en una aventura del pensamiento que podíamos disfrutar, entender y poder ser, también, artífices, cuando llegara nuestro momento".
La teacher de la pedagoga
Seguimos con Laura Lewin, autora -entre otras cuestiones- del trabajo titulado "Que enseñes no significa que aprendan: neurociencias, liderazgo docente e innovación en el aula en el siglo XX". Estaba dando conferencias por el mundo y me recomendó un Tik-Tok suyo para que comparta aquí: "Cuando estaba en segundo año del secundario, me rateaba todo el tiempo de la clase de inglés. Tenía pánico a la profesora y no entendía nada. Cualquier excusa era buena para ratearme. La cuestión era tratar de no estar en Inglés, en donde la pasaba súper mal. Un día que me había rateado, estoy volviendo del recreo, subo por las escaleras al aula y escucho que dicen mi nombre en inglés. Miro y era Mrs. Perlo, la profesora de inglés, que me dice: '¡No viniste a clase hoy!' ¡Qué era lo que había inventado para ratearme -obviamente- no me acuerdo! Ella me mira y agrega: '¡I missed you! ¡Te extrañé!'… No sólo se había dado cuenta de que no había ido a clase sino que me había extrañado".
Acota Laura: "A partir de ese día mi inglés experimentó un giro de 180 grados. Rendí exámenes internacionales, entré al profesorado, cursé la carrera de traductorado, estudié en el exterior, soy bilingüe. Todo gracias a ese momento. Después de tantos, tantos, tantos años me sigo acordando como si fuera hoy. ¿Qué te quiero contar con esto? Como docentes no tenemos la menor idea de dónde empieza y dónde termina nuestra influencia. Tenemos que tratar a todos nuestros alumnos con el mayor respeto posible, con el mayor cariño posible".
El maestro de la arquitecta
Mariela Guadagnoli es una arquitecta galvense que -entre otros logros- estuvo en el TOP 50 del Global Teacher Prize 2020. "Tuve excelentes docentes, pero guardo un recuerdo especial por el arquitecto Ernesto Yaqüinto, mi profesor de Historia en la Universidad Nacional de Rosario", explica Mariela. "Recuerdo como si fuera hoy su primera clase, nos pidió leer y analizar un texto para luego abrir un debate. Todos destacamos lo leído. Cuando no quedaba más por decir, tomó el texto en sus manos y, para nuestro asombro, hizo un bollo y lo tiró al basurero. Nadie entendía nada. Entonces, ante la mirada expectante de todos, nos miró y nos dijo: Que sea el profesor no significa que tengamos que coincidir en todo, podemos disentir y está bien, podemos pensar distinto y discutir sin necesidad de imponer. No se queden con una sola versión,… indaguen, investiguen, infórmense. Sean críticos, sean reflexivos", describe la arquitecta después.
"Comenzamos a estudiar historia de la arquitectura analizando obras y buscando el por qué habían sido construidas (para nosotros 'el problema'); para luego, buscar atrás en el tiempo otras obras que habían buscado resolver 'ese mismo problema'. Esto nos llevaba a investigar a su diseñador y constructor, a analizar el contexto histórico, económico y cultural del país donde estaba emplazada y a reflexionar cómo incidía en la arquitectura contemporánea. Eran meses de investigación, análisis, discusiones. Meses en los que la historia comenzaba a cobrar sentido", prosigue.
Finalmente, Mariela aclara: "Yaqüinto no solo nos enseñó historia de la arquitectura con el aprendizaje basado en problemas; nos formó para indagar, investigar, para informarnos. Nos preparó para ser críticos, reflexivos. Nos enseñó a pensar, a analizar, a entender y a disfrutar de la historia".
Manos docentes en el camino de una escritora
Alicia Barberis, autora de obras como "Cruzar la noche" y "El infierno de los vivos", reflexiona: "Como las miguitas de los cuentos de hadas, quienes aman la docencia van dejando señales que ayudan a encontrar un camino posible; en mi caso: contar cuentos, escribir y contagiar el amor por la lectura. Siendo niña descubrí que podía viajar sin moverme de casa, gracias a la primera maestra que tuve, mi madre, que sin título habilitante dejó una huella profunda que me vinculó con el juego, las emociones y la palabra para toda la vida. Nos contó mil cuentos y leyó muchísimos libros, pero también inventaba juegos para despertar los sentidos. Cuando leyó Heidi, por ejemplo, nos cocinó lo que comía el personaje, queso de cabra asado. Y, mientras el olorcito impregnaba la cocina y saboreábamos ese manjar, ella nos arropaba con su voz leyéndonos la historia".
Alicia agrega: "En la primaria, una maestra nos proponía inventar relatos de viajes imaginarios. En la secundaria, la profe de Letras leía con su maravillosa voz a García Lorca, a Quiroga… y nos invitaba a crear poemas y metáforas. Sus marcaciones en tinta verde hacían que agudizáramos la creatividad para mejorar. Valorábamos tanto su opinión, que recibir un '¡Muy bueno!' era como tocar el cielo".
"Otro profe nos hizo ver lo que pasaba en Argentina poco antes de la dictadura más feroz de nuestra historia, lo que influyó luego en el compromiso que elegí con la escritura. En el profesorado, hubo docentes que me alentaron a escribir, y me ayudaron a comprender la importancia del arte en todos los niveles. A todas, a todos, les estoy infinitamente agradecida", concluye Alicia su recuerdo.
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