Por Virginia Valenzisi (*)
Por Virginia Valenzisi (*)
Cabe primero definir qué es la calidad en educación. Se puede decir que la educación de calidad es aquella que le permite al sujeto adquirir las competencias y los conocimientos necesarios para asegurar el reconocimiento y el respeto permanente a todos los derechos humanos, insertarse en la vida adulta y poder concretar su proyecto de vida.
Entendiendo que la calidad del sistema educativo es multidimensional y que resulta de la integración de las dimensiones de pertinencia, relevancia, eficacia interna, eficacia externa, impacto, suficiencia, eficiencia y equidad. En el subportal de educación de la provincia de Santa Fe se expresa: "Cuando hablamos de calidad educativa, la entendemos no como la apropiación individual de una colección de conocimientos enciclopédicos, sino como la construcción colectiva de saberes socialmente relevantes".
En estas dos definiciones encontramos una diferencia sustancial ya que, mientras la primera habla de la adquisición de competencias y conocimientos, en nuestra provincia se hace hincapié en "saberes socialmente relevantes", que bien podrían ser, por ejemplo, saberes populares de transmisión cultural sin necesidad de la intervención escolar. Pero, al tratarse de educación formal institucionalizada, obligatoria y con certificación de cursado y aprobación de ciclos, debemos optar por la primera definición.
Retomando la pregunta inicial, las decisiones concatenadas de las autoridades ministeriales de nuestra provincia dejan entrever que este intento de recuperación de días de clases no es más que otro acto de autoritarismo y castigo para los docentes; porque si realmente preocupara el normal dictado de clases y los aprendizajes significativos de nuestros estudiantes:
1) Verano Activo hubiera estado coordinado por docentes y no personal de cultura, y hubiera sido un período de recuperación de contenidos pedagógicos y no solo enfocado en lo vincular.
2) El inicio de clases para este 2022 debería haber estado establecido para mediados de febrero.
3) No se debería haber dejado escalar el conflicto salarial.
4) Existiría un verdadero seguimiento del quehacer pedagógico de los docentes y un dispositivo de evaluación de acreditación de aprendizajes.
5) No se estigmatizaría a las instancias e instrumentos evaluativos, ni se haría foco en los índices de matriculación y egreso de los estudiantes.
6) La extensión del ciclo escolar surgió como propuesta si se devolvía el dinero descontado de los días de paro, lo que nos hace entender que si los docentes aceptamos el descuento poco importa la cantidad de días de clases de los chicos.
Entonces, ¿realmente a la ministra le preocupan los estudiantes y la calidad de aprendizajes?
Sabemos que los dos años pasados tuvieron como consecuencia la pérdida de hábitos y rutinas escolares y por ello este año notamos en los chicos agotamiento físico y mental. Extender el ciclo hasta el 23 de diciembre es hacer pagar "los platos rotos" a quienes no los rompieron.
Además, hay que agregar que la infraestructura de la mayoría de las escuelas no es la adecuada para dar clases con las temperaturas de diciembre. ¿Pensaron en las localidades del norte? ¿Y que muchas escuelas tienen permanentemente robos de las bombas de agua?
Si la decisión del "patrón" es que sus empleados cumplan (o recuperen) los días laborables establecidos se podría utilizar el tiempo extra para capacitaciones de calidad, para repensar estrategias pedagógicas y metodológicas o para acompañar pertinentemente a los estudiantes que necesiten más tiempo para la adquisición de aprendizajes significativos. ¿O debemos dar por supuesto que al extenderse el calendario escolar no habrá instancias de refuerzo o recuperación en ninguno de los niveles?
La improvisación constante y la imposición autoritaria de las medidas son marca registrada de esta gestión.
(*) Docente de nivel secundario. Presidente de Docentes por la Educación