El gobierno nacional ha decidido poner en comercio terrenos, recursos estratégicos, en el ejido urbano. Le corresponde a la ciudad definir qué destino se da a los mismos. Ante la posibilidad de transformar una invaluable cantidad de espacios verdes de nuestra ciudad en zonas construidas:
¿Qué debemos hacer frente a la incertidumbre? Estar atentos y obedientes a las necesidades de nuestra comunidad, sin desconocer el estado de avance de la ciencia, reconciliar arte, ciencia y Ágora. Conviene a la prudencia estar vigilante ante el nuevo enemigo, sin pecar de apresurados ni de retardatarios.
El concepto de Ecología Integral deriva de la interconexión entre el mundo natural y nosotros. .
El riesgo creado para la vida por parte de los que dirigen no es una discusión reciente. Ya en los años 70 se celebró en Rumania la III Conferencia Mundial de Población organizada por la ONU.
En un contexto de Guerra Fría, paradójicamente los Estados Unidos y los países marxistas-colectivistas se unieron para defender las ideas maltusianas, evidenciando un nuevo antagonismo de la geopolítica: el Norte rico y desarrollado, contra el Sur pobre y subdesarrollado, aunque heredero joven del signo de la esperanza, semilla de una urgente revolución mental.
Hoy como ayer, aunque con más ansiedad, el dinero y el pseudo-progresismo siguen caminando de la mano, apareciendo enfrentados con ruido de superficie, pero proponiendo como única salida al problema de los recursos, no una correcta y justa planificación del crecimiento, sino la genialísima propuesta de que nazcamos menos argentinos.
Esto se lleva a todos los niveles, a las ciudades en nuestro caso.
Defender el mundo de la vida, planificando el ambiente
La vida es plan y es misterio: el misterio es en parte inexpugnable, a los decisores les corresponde la parte de hacerse cargo del plan. La falta de planificación es costosa y comporta riesgos que nuestra ciudad parece haber elegido hace años.
Cuidar de la vida desde toda instancia y defender las posibilidades de desarrollo en opción preferencial por el niño, la mujer y los abuelos, significa hacer cosas en una continuidad de tiempo y espacio.
Realizar en orden a criterios superiores, que hagan conducibles los recursos es imperioso, porque si algo nos enseñó la historia, es lo inmovilizante que resulta una guerrilla entre ideas sin inversiones reales efectivas.
No puede haber madres solas con hijos sin vivienda propia y no puede haber niños sin acceso al juego en la ciudad, esto no es un tema marginal, sino que configura un multiplicador en sí mismo, porque de ello devienen consecuencias gravosísimas para el conjunto. Y nadie puede ser ni libre ni feliz en soledad.
Es más barato prevenir que curar
En la discusión por el curso a seguir debe incorporarse el principio precautorio, que constituye un nuevo fundamento de la responsabilidad por daño. Si nos quitan lugares verdes a los vecinos se configura un factor objetivo de riesgo (peligro) de daño grave o irreversible.
Hay más certezas respecto del riesgo de daño -violencia, epidemia de sedentarismo, contaminación, estrés nocivo, colapso de servicios cloacales, inexistencia de estacionamientos, etc- que respecto de los beneficios para el conjunto de los vecinos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece taxativamente que todas las ciudades y pueblos deberían tener un área mínima de 9 metros cuadrados de áreas verdes por habitante.
Necesitamos certeza sobre nuestra ciudad antes de tomar decisiones que puedan conducir al colapso: se sabe que en América Latina esta proporción es de 3,5 metros cuadrados por habitante.
La fiebre del oro engendra ineficiencias
Una "globalización del descarte", a la que alude nuestro papa, que tiene como sujeto un individuo materialista y acelerado, le ha venido exportando a las naciones dos modalidades comportamentales: sedentarismo y aislamiento, sobre un fondo de ansiedad generalizada.
La propia OTAN reconoce públicamente la existencia de una guerra cognitiva mundial en curso. Su consecuencia son crecimiento de la inseguridad, las adicciones, la violencia contra las mujeres, los niños y los viejos, la basura en las calles, el humo, la dependencia de la tecnología cuando ésta pierde su verdadera finalidad.
El afán de rentabilidad de algunos pocos Midas, nos corre externalidades con enormes costos fiscales, que pagamos nosotros los vecinos en forma de impuestos, inflación y paliativos privatizados obligatorios, como gastos de expensas, alarmas, prepagas, blindajes y consorcios.
Algunos, que no pueden, son directamente condenados a vivir fuera de los muros, pero eso potencia la violencia y nuestra inseguridad. El problema de la realidad familiar renegada es que retorna siempre bajo la forma de lo ominoso y, la ilusión de seguridad, finalmente, se desoculta como un parche descosido.
La irrupción de un continente verde
Sin embargo, por obra y gracia de nuestra herencia cultural mestiza, aún estamos a tiempo para oponerle, a esa carrera moderna de autodestrucción -banal y de mal gusto digamos, ya que está- lugares saludables de encuentro físico.
Instituciones y parques que sirvan como emplazamiento infranqueable de una ecología integral, lejos de ser un romanticismo idealista o un mero animalismo, conforman un ordenamiento que organiza la cotidianeidad, impidiendo el avance de enfermedades.
Y nos aligere, tangiblemente, los costos a todos. En definitiva: la irrupción de un continente verde esperanza, como solución económica.
La aplicación del principio precautorio deviene en justicia social en el caso. Lo eficiente en salud y economía es el orden de la comunidad; lo costoso es desordenar la vida. El tema es quién hace pagar a quién.
Nuestra matriz cultural, solidaria y de mate en la vereda, nos habilita a seguir soñando juntos y edificando ciudades-jardín que impidan la insectificación, fenómeno demográfico este que países superproductivos, como Japón, China o Inglaterra, ya han identificado como su tema central de agenda, creando literalmente Ministerios Contra el Aislamiento.
No sabemos qué nos va a resolver convertir espacios verdes en lugares de cemento, pero sí sabemos, por estimación de la agencia de Naciones Unidas, que el costo anual de la inactividad física es de 27.400 millones de dólares, pulsado por 500 millones de casos nuevos de enfermedades no transmisibles y mentales prevenibles (¡prevenibles!) proyectados hasta 2030.
Los costos directos provendrán predominantemente de la epidemia de depresión, la demencia y la hipertensión, que en conjunto representan alrededor del 70% del total.
Además, a la hora de ponderar la centralidad de los espacios verdes disponibles para la recreación en las ciudades como Santa Fe de la Vera Cruz, hay que alertar con claridad que la comunidad científica mundial ya no discute la interrelación entre sedentarismo, enfermedad mental, enfermedad física y productividad de la economía.
Sí: para no perder plata, hay que tomar mates tranquilos en las plazas, poder caminar y jugar.
Cierto poema borgeano sentencia que un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire, está, junto a otros anónimos, salvando el mundo. Sin arrogarse cercanía con esa genialidad, se puede convenir que un abuelo que cultiva un jardín, donde lee cuentos a su nieto, se transforma, ipso facto, en un factor exponencial de ahorro fiscal.
No somos hippies idealistas: advenido el siglo XXI, una planificación que obedezca a los hechos y a los saberes puede equilibrar la libertad de iniciativa en una economía en función social.
La droga, la biología infantil y la justicia social local
Somos una poderosa fuerza biológica, a menudo en contradicción consigo misma y con el medio, al cual envenenamos con múltiples tóxicos. El problema político principal de nuestra ciudad es la droga, por su escala, su incidencia en las pérdidas económicas y por la deuda biológica irreversible que produce para todo el cuerpo social.
Es una injusticia social contra los más débiles, sobre todo. Es el problema político de nuestro tiempo, pero no es el problema de la "agenda política", por la subestimación que el fenómeno tiene por parte de la administración.
En un reciente análisis se estimaba que el impacto mundial acumulado de los trastornos mentales, por lo que respecta a las pérdidas económicas, ascenderá a 16 billones de dólares en los próximos veinte años.
Las personas con trastorno mental presentan dos veces más ausentismo por incapacidad para llevar a cabo sus actividades habituales en los últimos treinta días, que aquellos sin trastornos mentales.
Según datos de la OMS, los trastornos mentales y los problemas derivados de la ansiedad, la depresión y el estrés constituyen principales causas de incapacidad laboral temporal y permanente en los países desarrollados.
De acuerdo con un reciente informe elaborado por la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo (European Agency for Safety and Health at Work, EU-OSHA), entre el 50 % y el 60 % de las ausencias al trabajo que se producen al año están ocasionadas por situaciones de estrés. Todos estos datos están accesibles en documentos publicados.
Pero este es un enemigo de escala: su combate preventivo requiere actuar enérgicamente desde hoy mismo, para re-afiliar en nuestra ciudad niños y jóvenes al mundo de las instituciones culturales, sociales y deportivas, eso es la mitad de la población.
Como tema de escala, debe integrarse en una mirada con La Guardia, Colastiné, San José del Rincón, Arroyo Leyes, Santo Tomé, Sauce Viejo, Recreo, Monte Vera, Laguna Paiva, etc.
Ser soberanos es organizarnos
Cada noviembre conmemoramos la Batalla de Obligado, valientes criollos cruzaron cadenas en el río para evitar el avance de las escuadras anglo francesas (de matriz materialista progresista), las más poderosas de la tierra.
Al fin de cuentas, se trata, homeomórficamente, de la misma situación de agonistas: el libre cambio a cualquier costo o el ejercicio sano de la soberanía, de un modo propio de estar-siendo, en los términos de Rodolfo Kusch.
Hoy, en un mundo en el cual países como la India son los mayores exportadores de software del mundo, una ciudad universitaria con potencial de innovación y desarrollo en base al conocimiento para agregar valor, no necesita vender tierras para generar excedentes, regredida a una lógica tan primarista.
A la hora de la propuesta podríamos ensayar los siguientes puntos, a saber:
* Primero, intensificar la democracia refundando los "cabildos de participación" para que la definición de políticas físicas y demográficas específicas sea parte de la soberanía propia de cada vecino.
* Segundo, desde esa base de participación insobornable, amigar la riqueza con la voluntad popular, planificando la canalización de las energías sociales y empresarias en obras de infraestructura para el desarrollo, creando los incentivos justos y necesarios para invertir.
* Tercero, asumir que la población no es un problema, sino que el problema es la mala distribución del uso accesible a los espacios y saberes;
* Cuarto, reconocer que los usos de los espacios verdes convenientemente regulados, son fuente de ahorro económico por prevención eficaz de epidemias existentes en el mundo y, por tanto, nos reportan riqueza a la polis;
* Quinto, asumir con realismo las tensiones de la inteligencia artificial y las tecnologías para integrarlas a un proyecto humanista de redes de salud, asentadas en un respeto por la inexorable biología, sede de todo proceso superior.
La profecía del padre Atilio
El problema no es la riqueza, sino el desborde pulsional hacia el despilfarro masivo.
No habrá atisbo de solución a estos, ni a otros problemas, sin reconocer la imperiosa necesidad de recuperar potestad regulatoria -soberanía de sí- sobre el devenir intrínsecamente caótico del afán de lucro en su lógica de reproducción ampliada y las desproporcionalidades entre sectores que eso produce.
El padre Atilio Rosso, profeta, predicador y realizador, tenía razón y no lo quisimos ver: al hacinamiento lo vamos a terminar pagando todos, muy caro (el año 2000 nos iba a encontrar "unidos o hacinados").
Sin embargo, si somos capaces de unir los sectores pujantes y escuchar las necesidades, la victoria del proyecto sin divisiones será nuestra, tendremos que alcanzarla tarde o temprano, cueste los esfuerzos que cueste. El porvenir es largo y nos espera hermanados.
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