Niños y adolescentes tienen más probabilidad de presentar la forma grave del dengue, y con frecuencia el dengue pasa por Santa Fe, lo traen, y algún día tal vez quiera quedarse. Niños fueron, precisamente, quienes pagaron un caro tributo a la vacuna anti-dengue que Argentina autorizó en 2017.
Pocos recuerdan lo que pasó. Estaba previsto que de 2011 a 2018 se evaluara la vacuna anti-dengue en niños y adolescentes. Se trata de Dengvaxia, de los laboratorios Sanofi-Pasteur. El objetivo de esta evaluación era determinar la eficacia y la seguridad de esta vacuna en chicos de entre 2 y 16 años.
La franja de edad en que el dengue suele adquirir mayor gravedad, en zonas endémicas, está entre los 10 y los 19 años. En estas zonas, muchos chicos pasan dos o más episodios de dengue antes de llegar a la edad adulta.
Los estudios para evaluar la vacuna Dengvaxia se hicieron en Asia y en América Latina, e implicaron a unos 30.000 niños. Ciertos resultados preliminares, de 2015, ya informaban que la vacuna tenía una eficacia del 67% en niños de 9 o más años, pero que esta eficacia bajaba al 45% cuando se trataba de niños de entre 2 y 8 años.
Cabe apuntar que este concepto de eficacia se refiere aquí no tanto a evitar el dengue leve o moderado, sino sobre todo a la capacidad de la vacuna para evitar el dengue grave, o hemorrágico, que puede resultar mortal. Que el dengue también es conocido como "fiebre quebranta-huesos" debido a los intensos dolores musculares y articulares que ocasiona. Y que cada 26 de agosto es el Día Internacional contra el Dengue.
Basándose en aquellos resultados, insisto que preliminares, y cada país viendo su propia situación sanitaria, más de 20 países autorizaron esta vacuna. Poco después, en 2016, Filipinas comenzaba a vacunar a todos sus niños de 9 y 10 años.
Pero cuando llevaban vacunados varios cientos de miles, tuvieron que detener la campaña de vacunación, en 2017, puesto que entonces, y no antes, se supo, se observó, se pudo comprobar que, en ciertos casos concretos, la vacuna era más peligrosa que la enfermedad.
En efecto, se observó que los niños vacunados con Dengvaxia que no habían tenido un episodio anterior de dengue (solo estos), desarrollaban la forma grave de la enfermedad si posteriormente se contagiaban de dengue. Es decir, en estos casos concretos, la vacuna, en vez de protegerlos del dengue los exponía a un dengue grave.
En cambio, los niños vacunados con Dengvaxia que sí habían tenido antes un episodio de dengue, estos sí que quedaban inmunizados, y por tanto no volvían a enfermar de dengue. Recordemos que cualquier persona, niño o adulto, puede tener dengue varias veces.
Como era de esperar, lógicamente, las familias de Filipinas, al ver que algunos niños vacunados tenían poco después un dengue grave, se sublevaron contra la vacuna. Y no sólo contra Dengvaxia, sino también contra todas las vacunas en general.
Al comprobarse que les habían vacunado a sus hijos sin saber previamente todo lo que deberían haber sabido sobre la vacuna, es decir, de manera apresurada e irresponsable, en la población filipina surgió así un fuerte sentimiento anti-vacuna.
Como respuesta a este sentimiento, buena parte de los niños de Filipinas dejaron de recibir las vacunas contra el sarampión, la difteria, la rubéola, el tétanos, la meningitis, etc. Las consecuencias son fáciles de imaginar.
Una vez más, fueron poblaciones pobres y con poca formación las que sufrieron, las que fueron objeto de la improvisación, de los intereses oscuros, y luego del olvido. Y el mundo, una vez más, no aprendió la lección.
Sin embargo, sin ninguna duda, pese a todo lo que pasó, las vacunas siguen siendo lo mejor para prevenir enfermedades que son graves, que pueden tener complicaciones graves, o que pueden dejar graves secuelas. Después de años de vacunar a millones de bebés y niños en todo el mundo, y después de comprobar que salvan vidas y que previenen cosas graves, es imposible dudar de la eficacia y de la seguridad de las vacunas.
Y aunque imperfecta, Dengvaxia sigue siendo la mejor vacuna contra el dengue. Pero sólo debe administrarse después de comprobar, mediante análisis de sangre, que el niño o adulto a vacunar ya tuvo al menos un episodio de dengue. Esto crea grandes dificultades logísticas. Y sólo deben recibir esta vacuna los mayores de 9 años pertenecientes a poblaciones de riesgo, en zonas altamente endémicas como, por ejemplo, Puerto Rico. No es el caso de Argentina.
Dengvaxia es entonces un caso particular de vacuna, porque no sirve para prevenir un primer episodio de dengue, sino que sirve para prevenir los episodios posteriores. Queda visto así que cada vacuna tiene unas características particulares que la diferencian de las demás. Pueden variar en eficacia y en seguridad, pero aun así valen la pena. Por lo tanto, por favor, que padres y maestros se aseguren de que todos los chicos están bien vacunados. Contra las vacunas de siempre.
Más información: Adams E. "Vaccination for dengue prevention" JAMA online: 16 de diciembre de 2021.
Para qué saber
Los hechos excepcionales no sirven de ejemplo, y entonces no son útiles para establecer comparaciones. La experiencia de Dengvaxia en Filipinas es triste y lamentable, pero nos enseña hasta qué punto el hecho de saber es muy útil y muy necesario.
El saber procede del espíritu crítico, es decir, de la sana actitud de cuestionar la razón de las cosas. Saber el qué y el cómo, y el por qué, permite actuar mejor, o responder mejor a las cada vez más complicadas circunstancias de la vida.
El espíritu crítico es aquello que los chicos aprenden en la escuela primaria, y desarrollan en la secundaria. Hay que aprender, y sobre todo hay que aprender a dudar, a cuestionar, porque de las cosas que nos ofrecen, o nos quieren vender, incluso imponer, no todas son buenas.
Entonces se trata de dudar antes de aceptar. Esto implica tener argumentos para dudar. Por lo tanto, hay que saber. Hay que saber dónde está la información que se necesita para solventar un problema o para tomar una decisión. Y cómo se hace para saber si es válida o si es falsa o engañosa. Esto es el pensamiento crítico. Es cosa que comienza en la infancia, y se aprende entonces en la escuela.
La escuela es, una vez más, la puerta del futuro, del largo futuro que empieza a partir de mañana. Escuela es formación. Y formación es espíritu crítico, es mejor empleo, es ser menos vulnerable a la trampa y al engaño, es mejor sueldo, es mejor vida. Y comienza en la infancia, en la escuela.