Existen planteos que quizá resulten políticamente incorrectos. Sin embargo, lo peor que puede sucederle a una sociedad es que no se diga la verdad. El servicio de telefonía celular en la Argentina es caro e ineficiente. Cualquiera que intente comunicarse a través de su teléfono móvil, sin importar demasiado cuál sea la empresa que le brinda el servicio, sabrá de las penurias que debe superar para mantener una simple conversación. Como contrapartida, en numerosas ciudades las empresas de telefonía encuentran fuertes trabas a la colocación de nuevas antenas. Estos inconvenientes surgen por la inseguridad de las autoridades quienes, frente a ciertos mitos instalados sobre los inconvenientes que estas antenas pueden generar en la salud de la población, prefieren postergar la decisión de habilitar nuevas instalaciones. En definitiva, el servicio es claramente deficiente. Pero estas deficiencias sólo pueden ser subsanadas a través de la instalación de nuevas antenas. Quien prometa mejor telefonía con menos antenas, está mintiendo. La pregunta clave es si son realmente preocupantes los niveles de radiación electromagnética que emiten estos equipos. Sólo respondiendo a este interrogante, será posible reducir los márgenes de error en la toma de decisiones. El Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) acaba de dar a conocer el resultado de un estudio que consistió en medir los niveles de radiación electromagnética en más de 3.700 puntos de la ciudad de Santa Fe. No sólo se tuvo en cuenta a las antenas de telefonía celular, sino que se midió todo tipo de radiaciones electromagnéticas generadas, por ejemplo, por taxis, remises, equipos de comunicación policial, radios AM y FM, etc. Los resultados fueron contundentes: en ninguno de los puntos de medición se superó el límite establecido por el Ministerio de Salud de la Nación. Dicho límite establece 27,5 V/m (voltios por metro), pero las mediciones realizadas en Santa Fe arrojaron un promedio de 7 V/m. El valor más alto hallado fue de 18,612 V/m en un sector de calle Castelli, a la altura del colegio Don Bosco. Según el delegado del Enacom, Ariel Rodríguez, un celular puede generar hasta 5.000 veces más radiación que una antena correctamente calibrada. Es que los móviles incrementan su potencia en la medida que no logran encontrar señal adecuada. Por ese motivo, en numerosas oportunidades los aparatos suelen recalentarse. Si en términos sanitarios la situación parece ser la adecuada, todo indica entonces que no deberían existir mayores trabas para la colocación de nuevas antenas. Lo que debe ocurrir, en todo caso, es que el Estado tiene que controlar rigurosamente a las empresas de telefonía para que cumplan con las pautas establecidas. Cuando estos controles fallan, los riesgos de excesos se incrementan y entonces sí la población puede ser vulnerable ante potenciales peligros. En otros países, esta discusión parece haberse resuelto hace tiempo. Mientras en la ciudad de Santa Fe hay 10 mil habitantes por cada antena de telefonía celular instalada, en Tokio existen 99 personas por torre, en Londres 261, en San Pablo 1.967, en Lima 3.462 y en Buenos Aires 4.076. En el estado norteamericano de California, funciona una antena de telefonía móvil cada 309 personas. Con este nivel de cobertura, obviamente quienes viven en estas ciudades gozan de un servicio eficiente. A diferencia de lo que ocurre en gran parte de la Argentina, donde los clientes enfrentan graves inconvenientes que, en muchos casos, terminan incrementando sus costos, ya que es necesario realizar varias llamadas para poder entablar una simple conversación. Éstos son los datos de la realidad. A partir de ellos, entonces, cada ciudad y región deberá tomar sus propias decisiones.