Por Raúl S. Vinokurov
Por Raúl S. Vinokurov
Ya conocemos el necesitado y ansiado resultado, la historia y las estadísticas tienen mucha información para almacenar. Lentamente el paso de los días irá diluyendo los ecos, comentarios, y el análisis de las tensiones provocadas por el pretendido uso político de una gestión deportiva para el aplauso que no se dejó usar. Antiguas y nuevas realidades reemplazarán la expectativa y la euforia, retornando a reclamos, grietas y necesidades varias.
Pero los especialistas tendrán que explicarnos que pasó. La inmensa mayoría de los argentinos nos involucramos en el Mundial de Qatar. Es indudable que el fútbol genera y moviliza como ningún otro deporte en el mundo. El avance en las comunicaciones nos hizo ver que nos miran en países y ciudades de varios continentes festejando como propios nuestros éxitos. Argentinos que normalmente son absolutamente ajenos al futbol se comprometieron en la vestimenta, en los comentarios, en las celebraciones y hasta en aparentar que sabían desde siempre la técnicas y formas de este deporte/negocio/espectáculo.
En 1978 la explosión de la gente en la calle se explicó como la vía de escape para salir y manifestarse sin miedos a la represión de la dictadura imperante. El fútbol posibilitó hacer lo que estaba prohibido, ocupar calles y plazas, gritar, teníamos algo para celebrar y alegrarnos. Levantar nuestra bandera, manifestar nuestra argentinidad, gritar hasta perder la voz sabiendo que volveríamos a nuestros hogares sanos y salvos, cansados pero vivos. Hoy es otra la realidad. Son otras nuestras carencias, nuestros reclamos, son millones los argentinos que salen a cortar calles y avenidas varias veces por semana, pero prácticamente no hay banderas argentinas. Los carteles y pancartas, pertenecen a organizaciones sociales, partidos políticos y también es totalmente diferente el humor y el contenido de los cánticos.
¿Qué festejamos en realidad los argentinos? ¿Un éxito en medio de tantos fracasos? ¿Ver que un grupo de jugadores nos representa y hace conocer al mundo algunas de nuestras realidades? ¿Qué al margen del resultado económico luchan por darnos una alegría necesitada y trabajan mucho para eso? ¿Darnos cuenta que no nos usan, que no nos quieren quitar nada, al contrario, nos quieren dar? ¿Ver y saber y comprobar que hay 30 argentinos que no nos mienten, poniendo todo su esfuerzo para lograr lo que todos queremos? ¿Ver y saber y comprobar que conviven unidos, superando diferencias de todo tipo? ¿Intuir que aún antes del resultado final no se dejarían usar políticamente? ¿Intuir que este grupo de jugadores no quiere ser cómplice ni intérprete del circo sino gestores de una alegría esperada y que demuestra que hay cosas detrás de las cuales los argentinos nos podemos unir, ponernos delante del carro y tirar todos juntos para el mismo lado?
Un conjunto de millonarios que coinciden en un origen de clase media o baja, que hoy, tal vez sin saberlo ni pretenderlo, nos dan un ejemplo. No nos dan pan, no quieren ser cómplices del circo, pero generando fenómenos sociales, políticos y culturales como hace muchos, muchos años, no veíamos en nuestro país y sabiendo si, que ningún sector, partido u organización política puede adueñarse de un proceso exitoso antes, durante y después del mundial. Los dirigentes políticos deberían tomar nota y aprender. Visto lo ocurrido hasta ahora, parece que no, comenzando por el presidente Alberto Fernández.
Seguramente el fútbol no provocará cambios en nuestra cotidiana realidad, realidad que nos hará vivir un fin de año con casi nada para festejar y donde el mundial parecerá lejano. Seguramente el proceso que finalizó el domingo tuvo errores y críticas, pero los pudieron superar. Muchos detractores del universo periodístico pusieron mil palos en la rueda, afortunadamente sin éxito y hoy se derriten en elogios.
El paso del tiempo, la necesaria calma, permitirá un análisis sereno, profundo y hecho por quienes saben sobre esto. Los campeonatos de 1978, 1986 y 2022 fueron logrados en tres contextos políticos muy diferentes entre sí y todos muy difíciles. Dictadura, inicio de la recuperación democrática y profunda crisis en medio de sospechas y condenas por la enorme corrupción ejercida desde el poder gobernante.
Lo que debemos buscar es que el Mundial de Fútbol de 2026 nos encuentre transitando un período de franca y honesta recuperación, con una dirigencia política que pretenda logros para el pueblo, logros colectivos, no individuales y que podamos salir a festejar éxitos deportivos sabiendo que luego todo seguirá mejor. Durante los partidos las calles estuvieron vacías y silenciosas. Eso también se terminó. Se llenarán de protestas. Terminaron los festejos.