Por Graciela Pacheco de Balbastro (*)
Por Graciela Pacheco de Balbastro (*)
El mundo está convulsionado. Ver, oír lo que nadie deseaba ver ni oír, tiene al planeta barajando posibilidades.
En medio de todo terror (y Rusia ha sido maestra en sembrarlo) se alza siempre, doña Rosa, Juan Pueblo, que ayuda, aguanta, restaña, ofrece una sopa caliente, incluso compartir su hogar con desconocidos.
En las líneas fronterizas, casi en forma inmediata, se pudo ver la organización con la que se recibía a los refugiados.
Se está enviando mucha ayuda, mucha de verdad, pero toda resulta insuficiente.
En la TV se pudo ver, casi en detalle, lo que el camarógrafo iba mostrando: la gran olla con comida caliente, los panes, cajones con chocolates, cartones llenos de manzanas, ropa y hasta juguetes.
Y entonces comprendí que entre todo lo que hace falta, a nadie se le ocurrirá montar en el primer refugio, casi en cuanto se llega, un teatro de títeres.
Los corresponsales han destacado que en gran mayoría llegan las mujeres solas con los niños en brazos. Las madres, las abuelas, las tías, la mujer que socorrió a un huérfano entre la sangre y los escombros, llegan agotadas, hambrientas, con nieve humedeciendo y haciendo permeable todo abrigo.
Y son ellas también las que necesitan el teatro de títeres.
Es el momento en que ¡al fin!, pueden dejar a la criatura en el suelo y permitirse, luego de horas y días, ¡permitirse! que sus brazos caigan al costado del cuerpo.
Las ventajas y el valor encomiable de títeres y marionetas:
* No importa que hablen el idioma. Es arte. Y como tal no necesita explicación.
* Los movimientos del personaje, lo que hace, lo que otros le hacen, a cualquier edad, se comprende.
* El pequeño espectador hace un pacto ficcional con lo que está viendo en el teatrino. Se mete en la piel del protagonista y vive y acompaña cada peripecia del personaje. Es un grato formador de la parte emocional
* En el relato, como en el mundo real, hay buenos y malos. Pero a diferencia de otras realidades, el bien siempre triunfa. ¡Aplaudir a rabiar cuando el malo recibe tremenda tunda!
* La tragedia que están viviendo esos desplazados necesita esa catarsis. Hasta el débil puede, al fin, alzarse victorioso contra los males que lo aquejan, señalaba Bruno Bettelheim. Y esos muñequitos tienden un puente para que pase cómoda la resilencia, madre de la esperanza.
* Los títeres distraen, hacen olvidar un poco, y hasta podrían arrancar una sonrisa.
Pero también ayudan y colaboran con las actividades de los adultos.
Mientras tanto... los adultos están ganando tiempo para poder multiplicarse en atender tantas penurias. Si los más chicos están sentados mirando títeres, tal vez con una de las manzanas en las manos, y los voluntarios atentos a que ese círculo no sea perturbado, recién entonces las mujeres que tanto tiempo trajeron upa a los críos, ahora podrán aflojarse aunque sea, un escaso momento.
Si ven a los niños más aliviados, un poco más aliviados, estarán los mayores.
La Argentina tiene famosos y bellísimos teatros de títeres. Si hasta en los Profesorados de Jardines de Infantes se ha enseñado títeres.
Si los pueblos de bien brindan la ayuda que pueden (y que se les permita) ¿Por qué no enviar desde nuestro país manzanas, juguetes,... y teatros de títeres?
¿Que ningún titiritero se va a animar? Con seguridad que habrá más de uno.
Quien tal vez no se atreva, sea el gobierno nacional. Aunque tiene títeres, y en cantidad.
(*) Presidente del Instituto de Cultura Hispánica de Santa Fe. Fue docente en el Instituto Superior del Profesorado "Dra. Sara Faisal" de Santa Fe.
Comprendí que entre todo lo que hace falta, a nadie se le ocurrirá montar en el primer refugio, casi en cuanto se llega, un teatro de títeres.
La tragedia que están viviendo esos desplazados necesita esa catarsis. Hasta el débil puede, al fin, alzarse victorioso contra los males que lo aquejan. Y esos muñequitos tienden un puente para que pase cómoda la resilencia, madre de la esperanza.