" Ubi caritas gaudet, ibi est festivitas (Donde se alegra el amor, allí hay fiesta) - San Juan Crisóstomo"
Literatura universal / Protagonistas.
" Ubi caritas gaudet, ibi est festivitas (Donde se alegra el amor, allí hay fiesta) - San Juan Crisóstomo"
El gran filósofo tomista alemán Josef Pieper, en el maravilloso libro titulado "Una teoría de la fiesta", indagó y empezó a develar el verdadero significado de "lo festivo". Acá veremos la relación entre esos conceptos y el universo creado por J.R.R. Tolkien para los hobbits. No por algo, en "El Señor de los Anillos", Tolkien inaugura la obra en sus primeras líneas mencionando una fiesta en la comarca ("una fiesta de especial magnificencia"). Precisamente se trata del cumpleaños centésimo decimoprimero de Bilbo. Unas páginas más adelante se describe el ambiente de la fiesta: "Hubo canciones, danzas, música, juegos, y como era de esperar, comida y bebida. Había tres comidas oficiales: almuerzo, merienda y cena, pero el almuerzo y la merienda se distinguieron principalmente por el hecho de que entonces todos los invitados estaban sentados y comían juntos. En otros momentos sólo había grupos de gente que comían y bebían, sucediéndose sin interrupción desde las once hasta las seis y media, hora en que comenzaron los fuegos artificiales". Luego se dice que "Bilbo era aficionado a insertar fragmentos de algo que él llamaba poesía". Y por otro lado, también se habla de instrumentos musicales (trompetas, cuernos, pitos y flautas), de fabricación perfecta y sonidos encantadores.
La parte descriptiva de lo que fue el acontecimiento inicial, concluye con el hecho de que la Comarca había vivido "una fiesta muy agradable, en una palabra un verdadero placer: rica, abundante, variada y prolongada". Comida y bebida, música y danza, fuegos artificiales y poesía, describe, en resumen, el auténtico ámbito de fiesta que se respiraba por doquier. Pieper, en el ensayo ya citado, reflexiona sobre el sentido del "espíritu festivo", y dice que "celebrar una fiesta significa precisamente lo mismo que hacerse contemplativo y, en ese sentido, tomar contacto directo con las supremas realidades sobre las que reposa toda la existencia humana". La fiesta, como acontecimiento, irrumpe para llenar de sentido y alegría a nuestra vida, esto es, de júbilo y gozo, porque "es un día en que los hombres se alegran".
El autor alemán, al comienzo de la obra, plantea una diferencia entre lo que sería de ordinario el "mundo del trabajo" (tema frecuente en el filósofo, pues lo trató en mayor profundidad en otro bellísimo libro titulado "El Ocio. Fundamento de la Cultura"), ya que por fiesta debe entenderse como un día libre de preocupaciones y libre de las necesidades de la vida. Entonces, la fiesta -como un fin en sí mismo- se circunscribe a una verdadera "actividad libre", es decir libre del trabajo "servil", puesto que, este último, busca meramente la "utilidad" y no representa un fin en sí mismo en el orden ontológico sino que representa meramente un medio: "(…) La fiesta es esencialmente una manifestación de riqueza, no precisamente de dinero, sino de riqueza existencial. Entre sus elementos se cuenta la carencia de cálculo, incluso de dilapidación".
Ya se mencionó que, entre las principales características de lo festivo, está, ciertamente, la "alegría" como su nota distintiva, porque "(…) la fiesta es fiesta si el hombre reafirma la bondad del ser mediante la respuesta de la alegría". Y si hablamos además de "afirmación" es porque "celebrar una fiesta significa celebrar un motivo especial y de un modo cotidiano la afirmación del mundo hecha ya una vez y repetida todos los días". Esto significa el asentimiento universal del mundo en su conjunto, la realidad de las cosas y de la existencia humana en cuanto se dice que "todo lo que existe es bueno, y es bueno que exista".
También es importante remarcar que la fiesta, en un sentido específico, se vincula precisamente a una "tradición" (Traditum) y debe entenderse a esta como aquello que es "recibido de un origen que excede al hombre para transmitirlo sin merma, a fin de ser recibido y nuevamente transmitido". Como hecho vivo de transmisión entre generaciones, la tradición es una actividad eternamente creadora acompañada de la significación histórica que representa y se regenera -sin perder su sentido original ni su autenticidad- tras el paso sucesivo y generacional de los hombres. Y en relación a la tradición, la fiesta, asimismo, encuentra su verdadero origen en el "culto" o, lo que equivale a decir, en la "fiesta religiosa" como ser la Natividad de Cristo o su Resurrección. Desde la antigüedad se puede contemplar la importancia vinculante entre "la festividad" y el "culto a lo sagrado". Para Platón la fiesta adquiere el significado de un "tiempo sagrado" o, en la antigua Roma, para Cicerón la fiesta es "un día sagrado".
Por eso mismo, Pieper asevera: "El culto es, ante todo, una expresión de la misma afirmación que constituye lo festivo de la fiesta (…). Todo culto es afirmación, no solo de Dios, sino del mundo también". Y en definitiva, "celebrar una fiesta significa ponerse en presencia de la divinidad". El espíritu festivo, sin lugar a dudas, trae plenitud a la existencia a través de la esperanza: "La esperanza se centra en que el hombre puede encontrar como regalo una plenitud sobrehumana de la vida". Pieper sostiene que hay una "sustracción del aquí y el ahora cotidianos" para reposar la mirada en el fundamento de la existencia. Por esto, la fiesta trae consigo: renovación, transformación y renacimiento, porque "libera" y porque "quien celebra descubre y penetra en la gran realidad que la existencia cotidiana del mundo del trabajo relativiza al llevar dentro de sí".
Sin embargo, todo lo anterior no podría ser posible sin una íntima conexión entre "las artes y lo festivo": "Apenas puede imaginarse una fiesta sin canto, música, danza, sin ceremonia, con contextura visible, sin signos externos y sin plástica. Es múltiple la insospechada relación que vincula las artes a la fiesta". El buen arte como tal eleva nuestra realidad a la belleza y es allí mismo donde "lo bello" se adentra hasta el fondo de nuestra alma: "lo invisible de la fiesta -la alabanza del mundo elevada desde la célula más recóndita- solo puede adquirir forma corporal en el ambiente de las artes, y de ningún otro modo". Naturalmente, donde tiene lugar el arte y la fiesta: ambos se unen en la "aprobación de todo lo existente".
Definitivamente, la filosofía, en este caso a la cabeza de G.K. Chesterton y el propio Pieper, nos ayudó a develar, a través de sus profundas reflexiones, el mundo escondido en la cosmovisión mítica de Tolkien, quien hacía de sus pequeños hobbits grandes ejemplos de virtud. Los tres autores, indudablemente, se guiaron por la misma luz perenne, aunque reflejada en la particularidad de cada uno, según su estilo. Pero lo más importante a destacar, fue su contribución a develar ese "Gran Mundo" que compartieron los tres como verdaderos amantes de la verdad.
(*) Tercera y última entrega de "El hombre común y los hobbits", interpretación filosófica de la fantástica obra literaria y el universo legendario creados por J.R.R. Tolkien para su célebre "El Señor de los Anillos". Las anteriores fueron publicadas en las ediciones del 13 y el 20 de enero de 2024.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.