En una de las mejores novelas antibélicas que leí, tal vez la mejor, Trampa 22 (Catch 22) uno de los personajes, piloto de caza bombardero, cada tanto anunciaba que el avión andaba mal y se caía al mar, o se tiraba en paracaídas… al mar. Sobrevivía en la pequeña balsa hasta que lo rescataban. Ya en la base (en Malta) solía practicar encender fuego con el pequeño calentador de campaña y preparar esas raciones que están en el paquete de supervivencia para los accidentes en el bote.
No era el personaje central, la novela gira en torno al piloto de origen armenio Yossarian, pero sus anécdotas, deliciosas, lubricadas con su paranoia y su manera de entender la guerra nos desviarían. Orr, creo que esa era el sobrenombre de este piloto menudo y sonriente, recibía bromas por tonto y se admiraban de su suerte al sobrevivir en la pequeña balsa en el mar.
Con el tiempo, descubrieron que luego de practicar su impericia (que no era tal) Orr un día tiró el avión al mar y en su botecito se fue para la zona neutral, algún frío país donde llegó como sobreviviente de una guerra y un naufragio. La moraleja de quien se hacía el tonto y, en realidad, practicaba para salvarse de seguir combatiendo en una guerra, loca como todas, viene seguido a mis recuerdos.
No era Orr el mejor piloto, era el que peor cumplía con las misiones, pero tenía un plan diferente para esa guerra donde, dice Heller, el autor, todos habían entrado por una obligación imposible de esquivar.
Cada tanto estos Fernández, ambos, me llevan a esa formidable ficción. Todos estaban en la guerra y cada quien la entendía distinta y nadie, casi nadie, la justificaba. Tiene tantos personajes adaptables. El que era igual a un famoso actor (Henry Fonda) que de soldado raso alistado a la fuerza lo pasaron a Coronel … porque no se podía tener a un famoso de simple soldado, así fuese inútil para la guerra, es el perfil exacto de los famosos puestos a resolver la Gestión Pública en Argentina.
Los Fernández, a su modo, pilotean un caza bombardero donde estamos nosotros. Cada tanto un naufragio. Ellos practican la supervivencia en su pequeña lanchita y llegarán a zona neutral, sin guerra y con plena vida.
No es posible creer en la absoluta ineficacia de los Fernández, ni siquiera en sus peleas, el mismo avión a las mismas aguas una y otra vez, y luego el salvataje y la torpeza previa en tierra firme; finalmente un ensayo y (Como Orr) sonreír ante la acusación de tonterías, asistimos impávidos a la sonrisa de los acusados de tontos y el secreto que los sostenía y sostiene: huir de la guerra absurda, sin preocuparse por los demás, mucho menos por "el conflicto bélico" o los aviones destrozados. Sobreviviendo… diría Víctor Heredia.
Pueden no saber de economía… (es pregunta). Pueden no saber de relaciones internacionales… (otra pregunta) y pueden, finalmente, desatender, equivocar, ignorar el giro diario de la Gestión Pública, los deberes y derechos y el profundo significado del Bien y del Mal… (ya no es sólo pregunta, también es queja y advertencia). Pueden ignorarlo todo… la pregunta se convierte en sospecha, que siempre es oscura y sin respuestas, no es cómodo explicarle el misterio a un periodista que solo advierte lo que pasa sin obligación de compra.
Con los años resulta más complicado alegar la propia torpeza pero algo aturde el razonamiento: el voto popular. No sucede en aquella novela.
Si dejamos el tema de su ignorancia y/o tontería los que tienen tal característica, es decir, tontos e ignorantes son/somos los que votamos cada dos años y mantenemos esta situación.
Hay un atajo cómodo, indicar que traicionaron el mandato, pero este es el punto de cruce. ¿Qué mandato? Suya o nuestra la torpeza. Esa es la trampa de los Fernández.
El asunto, como decía Sempé, se complica ("Everything is Complicated", "Tout se complique", Libro de Jean-Jacques Sempé). La guerra a La Peste, la guerra al conocimiento (doctrina del fin de la meritocracia) la mala administración económica, la dependencia del Conurbano y AMBA (53% de los votos del país, tantas veces sostenido en estas columnas, antes que Pagni lo advirtiese, advirtiendo -nosotros- sobre "la provincia-país", herederos todos los ensayistas de Ezequiel Martínez Estrada, vamos, che…) la pobreza nacional, el fin de las vacas gordas y el yuyito rendidor debido a la sequía y la sustancia de estas endechas: ¿eran tan tontos o fuimos tan tontos?…
El formidable "cul de sac" en que se encuentra Argentina admite salidas individuales o sectoriales pero, ay, del laberinto por encima, solo Ícaro… y con el destino que la mitología indica.
Es el momento de reflexionar sobre el punto central. No es sencillo creer que fue la suma de errores, antes bien parece que no hay tal pelea de fondo ni tanta diferencia en los destinos aparentes y reales. No hubo yerro, solo plan. Y…¿Por qué no?
Vamos a los bifes. Se divide el condominio. Si CFK se queda con un lote. MK con otro. AF con otro. Axel K con otro y así , así, así… llegaremos a los griegos: hay que partir de la realidad para llegar a la verdad. Ni presos, pobres o desamparados. Ni engrillados ni a la sombra.
El sol pleno de noviembre, último mes de la primavera en el Hemisferio Sur, mostrará Argentina, después de contar los votos, con el sonriente rostro de quienes pilotearon un caza bombardero, lo hicieron capotar sobre el mar y "On A Slow Boat To China", "despacito, suavemente, en cámara lenta"… El resto a la fila del empleo / desempleo, del plan, del desesperado intento de sostenerse derecho en un plano inclinado.
Quién me obliga a creer que fue una pelea, que hay una trifulca, una diferencia grosísima de opinión/criterio y destino si nadie se bajó del caza bombardero y vamos hacia alta mar, hasta cruzar el punto de no retorno…Quién…
Quién me quita la sombra de las aves del mismo plumaje volando en bandada por un cielo previo a la tormenta…
En la novela mencionada, la trampa es que, para el enrolamiento en tiempos de guerra, nadie que aduce locura para salvarse del enrolamiento está loco y debe ir a la guerra porque es mentira su locura. "Catch 22". Toda guerra es una locura y los cuerdos lo saben. Esa es la trampa 22, la del artículo 22.
Una sola diferencia: en el Ejército de yankilandia no se permite votar. Es Ejército, los mandos son de arriba hacia abajo. Piramidales. En la guerra no se discute, se aceptan las órdenes. Aún la orden más loca: la guerra. No estamos en guerra. El voto no es obediencia debida pero, ay, que fea comparación.