Por Claudio H. Sánchez (*) Docente y divulgador científico.
Por Claudio H. Sánchez (*) Docente y divulgador científico.
Hace treinta años murió en Nueva York, Isaac Asimov, uno de los escritores más prolíficos del siglo XX. Pero la obra de Asimov se destaca no solamente por su cantidad sino especialmente por su variedad. Asimov escribió de todo: relatos policiales y de misterio, historia, humor, poesía, fantasía, antologías de otros autores, comentarios a la Biblia y a las obras de Shakespeare, diccionarios biográficos, guiones para televisión, textos escolares y, especialmente, ciencia ficción y divulgación científica, los géneros que le dieron más fama. Por otra parte, además de cantidad y variedad, la obra de Asimov ofrece un plus.
En 1962, Asimov comenzó a incluir en sus libros introducciones, muy largas y personales, sobre las circunstancias que rodearon la creación de cada libro: quién se lo encargó, cómo se le ocurrió la idea, los problemas que enfrentó al escribirlo. Gracias a eso, sabemos de la obra de Asimov cosas que, en general, no sabemos de otros autores: el detrás de escena, la génesis de cada texto.
Por ejemplo, en "Robbie", su primer cuento sobre robots, un personaje expresa su admiración por la eficacia y amabilidad con la que se desempeña una niñera robot. Alguien le explica que la niñera no puede no ser amable porque es una máquina y fue construida para funcionar así. Esta observación es el origen de uno de los temas por los que Asimov es más conocido: las leyes de la robótica.
La idea es que, así como nadie compraría un cuchillo que no corte, que lastime al que lo empuña o que se rompa al primer uso, los robots incluirían dispositivos y mecanismos para garantizar su funcionamiento de manera eficaz y segura. Las leyes de Asimov de la robótica son tres: un robot nunca debe dañar a un ser humano o permitir, por omisión, que un ser humano sufra algún daño.
Un robot debe obedecer las órdenes de un ser humano, salvo cuando esas órdenes entren en conflicto con la primera ley (por ejemplo, si a un robot se le ordena matar). Un robot debe preservar su propia integridad, salvo cuando eso entre en conflicto con la primera o la segunda ley.
Por supuesto, se entiende que cada robot está sometido a muchas otras leyes, específicas de la función que deba cumplir. En 1969, una de sus editoras le sugirió a Asimov que escribiera un cuento sobre una mujer robot. Asimov escribió una historia donde un técnico en robótica propone construir un robot cuya única programación consistiría en las tres leyes. Todo lo demás quedaría librado al azar.
Mientras sus colegas opinan que sería un robot inútil, el protagonista dice que sería un robot intuitivo. Así nacen los robots de la serie JN (Jane). Por su programación -o su no programación- serían robots femeninos y con intuición. El lector deberá leer el cuento "Intuición femenina" si quiere saber cómo sigue la historia.
En 1953, en un ejemplar de la revista Time de 1932, Asimov vio un anuncio con lo que parecía ser la ilustración de un hongo atómico, la nube de humo y fuego que se produce cuando estalla una bomba atómica. Algo muy sorprendente porque, antes de 1945, nadie sabía lo que era un hongo atómico o qué aspecto tendría. Una mirada más atenta reveló que lo que estaba viendo no era un hongo atómico sino un géiser en erupción. Pero Asimov se preguntó qué pasaría si realmente apareciera la imagen de un hongo atómico en una revista anterior a 1945. Podría ser un mensaje de un viajero en el tiempo atrapado en el pasado. A partir de esa idea, Asimov escribió "El fin de la eternidad", una de sus novelas más complejas.
Isaac Asimov murió el 6 de abril de 1992 por complicaciones derivadas de una infección de HIV, contraída nueve años antes durante una operación de by pass coronario. Había publicado 451 libros, entre ficción, no ficción y obras en colaboración con otros autores. En 1995, su hermano Stanley publicó "Atentamente, Isaac Asimov", una selección de la correspondencia mantenida por Asimov con colegas, amigos, editores y, especialmente, aficionados. Así, la leyenda sobre su fecundidad continuó más allá de su muerte.
En 1962, Asimov comenzó a incluir en sus libros introducciones, muy largas y personales, sobre las circunstancias que rodearon la creación de cada libro: quién se lo encargó, cómo se le ocurrió la idea, los problemas que enfrentó al escribirlo. Gracias a eso, sabemos de la obra de Asimov cosas que, en general, no sabemos de otros autores: el detrás de escena, la génesis de cada texto.