Gastón Neffen | [email protected]
Tres formaciones del Belgrano Cargas “derraparon” esta semana en la ciudad. Es una larga historia de falta de mantenimiento y de respeto por las normas de seguridad ferroviarias.
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Es toda una paradoja o directamente un papelón. En la era de los trenes de alta velocidad, en la ciudad esta semana descarrilaron tres formaciones del Belgrano Cargas que circulaban, apenas, a 15 kilómetros por hora. Llevaban soja a los puertos del Gran Rosario y “derraparon” en el tramo que va de Alvear y Córdoba a Pedro Víttori y Domingo Silva.
En el último caso se apilan las secuelas de la falta de mantenimiento de la infraestructura ferroviaria -que lleva décadas- y del histórico “no darle bolilla” a las normas de seguridad de circulación de los trenes, que ya tuvo consecuencias muy graves.
Desde el Belgrano Cargas -mientras investigan lo que pasó- plantearon dos hipótesis: la primera que la formación descarriló, probablemente, por un problema en las vías. De los 1.500 kilómetros de rieles que gestiona esta línea, que conecta el norte argentino con los puertos rosarinos, la mitad todavía está en mal estado (repararon unos 600 kilómetros en los últimos dos años).
La segunda hipótesis expone una situación ridícula y que lleva más de 15 años. El maquinista, quizás, tuvo que frenar para “esquivar” un auto que venía por Alvear o Las Heras. Es que en la ciudad casi no hay cruces ferroviarios con barreras para interrumpir el tránsito. El Litoral lo contó un millón de veces. En la era de los sistemas de control de tránsito automatizados e inteligentes, el maquinista va con la locomotora a los bocinazos y los operarios del Belgrano Carga se adelantan a la formación con una camioneta y van cortando el tránsito -como si fueran inspectores de tránsito- en cada cruce. A veces no llegan.
En su largo “derrape” del jueves, el tren puso en foco dos cosas más: que es un riesgo que circule pegado a la ciclovía -también el Tren Urbano, en algunos tramos, aunque se mueva muy poco...-, porque no respeta la franja de seguridad de la vía (son diez metros a cada lado de los rieles). Una foto del jueves muestra el peligro, al descarrilar el tren tumbó una vieja señal ferroviaria sobre la ciclovía.
La segunda cuestión también es conocida. Hay muchas viviendas que se construyeron en la franja de seguridad de las vías y el tren le pasa “finito” a las paredes. Cuando descarrila arrasa barandas y ladrillos. Hace 8 años pasó algo mucho más grave. El 22 de octubre de 2010, un tren del Belgrano Cargas atropelló a Abigail Palomé, de un año y medio. Su familia vivía en una casa de barrio La Lona, que estaba a cinco metros de las vías. “En el barrio, hay como una tradición: cuando escuchamos la bocina del tren salimos todos a ver dónde están los chicos”, le contó ese día una vecina a El Litoral.
Hay cuatro formaciones del Belgrano Cargas que atraviesan la ciudad cada día. Son dos trenes que van con granos a los puertos rosarinos y que vuelven vacíos. En general circulan de madrugada, para evitar confrontar con el tránsito y reducir el riesgo de los “robos piraña” -como también pasó esta semana-, que nada tienen que ver con los asaltos de la época de los cowboys: acá quieren robar soja -a veces con palos y piedrazos- para usarla como forraje para los animales.
En el segundo semestre del año que viene, quizás se concrete una solución de fondo: está prevista la licitación de la obra del Circunvalar Ferroviario, una inversión de 120 millones de dólares que va a sacar los trenes de carga de la ciudad.
De los 1.500 kilómetros de rieles que gestiona esta línea, que conecta el norte argentino con los puertos rosarinos, la mitad todavía está en mal estado (repararon unos 600 kilómetros en los últimos dos años).