Por Leonor García
Por Leonor García
-Algunos muertos aparecieron asomados entre el pasto, creo que era pasto, del que está seco como el pelo de Nora.
- No sé quién es Nora.
-Yo tampoco, pero él le decía Nora y ella se daba vuelta. Le di mi termo de té cuando subimos al colectivo, me dijo gracias. Tomaba mientras miraba la ruta, yo lo veía por el espejo, se pasaba la lengua por la boca y eso se hace solo cuando algo es rico. Estaba vestido de marrón como los choferes de antes, tenía olor a perfume y los bigotes recortados.
- ¿Qué más viste?
-Sentí olor a muerto, a heladera, a tupper de plástico, a lirios. Nora se paseaba por el pasillo gritando, la boca abierta, así. Chocaba contra los asientos como los jueguitos esos que están llenos de agua ¿jugaste?
-No.
- Que triste. Bueno, Nora era como la pelota gris de un flipper… ¿A eso sí?
- No, pero lo vi en una película.
- Igual podrías jugar con los pies, acá todos usamos lo que tenemos para pasarla bien: la lengua, el dedo gordo, el bastón. Susurraban, la voz no les salía o se dice ¿murmuraban?
-No sé.
- Sos medio idiota, nunca sabés nada. Atragantados, susurraban, igual no tenía miedo, era de día. Intenté hablar, pero las palabras también me salían afónicas, bajitas como apretadas. Dije mononucleosis, tres veces dije eso.
- ¿Por?
- Me acordé de Anette, cuando se contagió y quedó toda rosada, rosada en pleno invierno. Así iba a quedar yo si no me sacaban del sol. El rosado es el color de la vergüenza por eso yo no lo uso, por eso grité para que me encontraran. Anette se besaba con Germán, tanto se besaron que se le pasparon los labios, a él se le infectó la cara por los granos que tenía y a ella le vino la mononucleosis y jamás se le fue. ¿Sabés que feo es estar rosada toda tu vida?
- ¿Y él?
- ¡Qué importa! Le habrán quedado las cicatrices. Lo que importa es que trajeron cuatro camillas y se llevaron a los muertos que iban con los bracitos colgando tocando la tierra. Me daban lástima, parecían que se querían quedar agarrados a algo, al pasto seco o a otro muerto. Sentí una mano tocando mi pierna, una mano muerta paralizada como las tuyas, igualitas. Cerré los ojos porque soy impresionable. Me habían puesto esa mañana el vestido de plumetí azul, el que resalta mis ojos. Me salvé porque no soy como Nora, me pongo cinturón y las pastillas las disuelvo en el termo de té para que no me dañen el estómago ¿Por qué no viniste al paseo?
- Me llevaron al casamiento de Merceditas.
- Ajá, ahora hay que esperar, tenemos que hacer el duelo por los infelices que no usaban cinturón. No nos van a sacar en varias semanas. Repartieron pañuelos por los dormitorios. Yo no acepté, no me gustan los pañuelos de papel, tengo este, mirá esta bordado, tiene lirios chiquitos. Me gusta llorar sobre los lirios. Un día te puedo prestar alguno pero ni se te ocurra pedir que te limpien la baba. ¡No! solo lágrimas. En agosto, seguro en agosto nos llevan hasta las viejas quintas. No te entusiasmes, van a mandar otro chofer y voy a tener que darle mi termo con té. Vamos a llegar a tiempo para ver cómo se congelan los pájaros en el campo, o los terneros recién nacidos. Es triste pensar que no me van aponer el vestido. Vamos a tener que usar sombrero de paño. ¡Te va a gustar tanto! seguramente nos sienten juntas y cuando el colectivo comience el zig zag que trae el sueño también te voy a desatar el cinturón para que te puedas asomar.