I
I
La anécdota pudo haber ocurrido a principios de los años cincuenta. Año más, año menos. Los protagonistas son los dirigentes radicales Silvano Santander y Raúl Uranga, históricamente enfrentados en esas internas de hacha y tiza que encantan a los radicales. La lidia política subió sus decibeles y algunos correligionarios se inquietaron. Se reunieron en el bar de un hotel y deliberaron para tomar alguna decisión porque la temperatura política era demasiado elevada. Después de los cabildeos del caso, decidieron designar una delegación para viajar a Córdoba, a Villa María para ser más preciso, y consultar a don Amadeo Sabattini, el heredero político de Hipólito Yrigoyen. No era fácil la partida, porque la interna estaba muy caliente, pero sobre todo porque no era fácil llegar hasta la casa del Tano de Villa María. Como dijera un correligionario con cierto tono zumbón: "Hay que hamacarse para cruzar la cortina de peperina". Con todas las dificultades y resquemores del caso cinco radicales más o menos neutrales se subieron a un colectivo, llegaron a San Francisco, se comieron un plantón de un par de horas y de allí derecho al pago de don Amadeo que había decidido recibirlos. La reunión se hizo en su casa. Fueron recibidos en el living que más de una vez hizo de sala de espera de su consultorio casero. Fueron recibidos con mate con sabor a peperina, como corresponde. Don Amadeo los atendió en bata, era su costumbre. Las visitas explicaron lo sucedido. Ninguno se privó de hablar y elaborar su diagnóstico. Don Amadeo escuchaba. Era lo que mejor sabía hacer. Hablaba poco, pero lo que decía era importante. Esa tarde no fue la excepción. Conocía a los radicales de Entre Ríos y en particular a Uranga y a Santander. En realidad, Sabattini conocía al radicalismo de todo el país, provincia por provincia, ciudad por ciudad, pueblo por pueblo y comité por comité. Cosas de radicales de la guardia vieja. De Yrigoyen, de Balbín, de Alfonsín, se decía lo mismo.
II
Don Amadeo habló con su tono distintivo: bajo y pausado. "Los radicales desde que nacimos a la vida política estuvimos entreverados en internas. Yo ya he perdido la cuenta de las internas en las que participé; tampoco recuerdo las que gané y las que perdí porque en esta vida hay que acostumbrarse a todo, incluso a perder y a empezar de nuevo. Lo que me cuentan de Entre Ríos no me sorprende porque los conozco a Raúl y a Silvano. Y porque los conozco desde ya les digo que son perros de presa y cuando muerden no sueltan. Sin embargo, ustedes tienen que recordarles a uno y a otro que para ser radical hay que pelear en una interna, pero para ser un buen radical hay que saber perder y ganar, y al otro día de la interna el que pierde se debe sumar al que gana y salir con él a recorrer los pueblos para la campaña general, hablar en las mismas tribunas y si es posible parar en el mismo hotel. Así hago yo y así entiendo que hacemos los radicales de Alem e Yrigoyen". No sé qué hicieron luego estos singulares delegados de los pagos de Pancho Ramírez y Urquiza. Lo que se sabe es que la interna entrerriana fue dura, los candidatos no se ahorraron darnos palos y chicotazos pero después, Luciano y Silvano hicieron campaña juntos porque había que ganarle al peronismo. Cosas de radicales.
III
No cuento la anécdota por el gusto de disfrutar de historias viejas; la cuento para que en particular los radicales de la provincia de Santa Fe la recuerden o la conozcan. La "interna" es en principio la virtud política de un partido que no tiene pretensiones de partido único. Partidos pluralistas, abiertos, democráticos, tienen interna. No tengo memoria de que en el partido nazi o en el partido fascista o en el partido bolchevique, haya habido alguna vez internas. Y no las hubo porque cuando aparecía alguna disidencia, el jefe, duce, führer o líder procedía a liquidar al disidente y sus seguidores. Cualquier duda pregúntenle a Trotski o Bujarin; o a los camaradas nazis dirigidos por Ernst Röhm, todos liquidados en la célebre "Noche de los cuchillos largos". En términos más domésticos, pregunten cómo le fue a la Juventud Peronista cuando osó canturrear "Qué pasa general…". Y en la misma línea, pregúntenle a algunos Montos cómo les fue cuando se les ocurrió discutir algunas instrucciones de Firmenich. En la UCR, en el viejo Partido Socialista, en la Democracia Cristiana, las internas suelen ser duras, los contendientes pueden llegar a retirarse el saludo, de vez en cuando a alguno se les escapa un sopapo, pero la sangre no llega al río. La consigna de Sabattini era muy clara: "En una interna no se deben decir palabras irreparables". Por lo menos los dirigentes principales no deben hacerlo. Todos podemos enojarnos, pero los dirigentes no pueden darse ese lujo, porque para eso son dirigentes.
IV
Pregunto una vez más: ¿Los radicales de Santa Fe tienen presente estas lecciones nacidas después de cerca de 140 años de experiencia? Me parece, a juzgar por lo que veo y escucho, que a algunos y a algunas les hace falta un curso acelerado de cultura radical. De tango, esquina y quilombo radical. Yo no sé quién va a ganar la interna entre candidatos radicales; no sé si Pullaro o Losada serán los candidatos a gobernadores. No lo sé ni tengo modo de saberlo hasta la nochecita del domingo 16 de julio, cuando se terminen de contar los votos. Lo que sé, es lo que aconseja la tradición cívica de la UCR, y lo que sé es que los radicales, pero también todos los partidos integrantes del denominado "Frente de frentes" y, muy en particular, un sector más o menos mayoritario de la ciudadanía santafesina, los quiere unidos, no peleados y encima acusándose de cosas horribles. Les recuerdo: la interna de Alfonsín contra Balbín fue dura, muy dura. Y la de Alfonsín contra De la Rúa, lo fue mucho más. Pero cuando Balbín murió, el primero en hacerse presente en el velorio fue Alfonsín. Y cuando Afonsín fue electo presidente designó a Antonio Tróccoli, un balbinista de paladar negro, ministro del Interior. Así se hace si se cree en la democracia interna y se cree en los valores del pluralismo.
V
Dificultades como las mencionadas seguramente no le hacen perder el sueño a Javiel Milei. El "Loco", según el título de un libro de reciente edición, no carga sobre sus espaldas de una tradición de casi un siglo y medio de historia; no cuenta con un partido con dirigentes de nivel repartidos en todo el territorio. Su sistema de selección de candidatos es mucho más práctico. En lugar de confrontar a dirigentes con pensamientos diversos, él pone en venta las candidaturas. Y a otra cosa mariposa. Primera moraleja: para ser candidato en el partido libertario hay que tener mucha plata. Segunda moraleja: se supone que los que ponen plata en esas condiciones no lo hacen por amor a la patria o por amor a las ideas de Adam Smith o Hayek, sino porque creen que fieles a su lógica monetarista, están haciendo una buena inversión. Esto quiere decir que si ahora invierten 100.000 dólares, en cuatro años recuperarán mucho más. ¿Cómo o de dónde la recuperarán? Supongo que de los legítimos negocios que harán desde su banca de diputados, senadores o ministros. Tan sorprendente como lo que hacen, es que, además, lo hagan diciendo que están luchando contra la supuesta "casta". También debe formar parte del aguerrido combate contra la "casta" depositar unos cuantos cientos de miles de dólares para ser elegido diputado y disponer de los fueros que le permitan continuar delinquiendo sin riesgos de ir a la cárcel. Cualquier duda, consultar con Pablo Ansaloni, el sindicalista imputado por asociación ilícita que no vacila en expresar su filiación de judeofóbico intrépido y que tiene de liberal como yo de bailarín de ballet. Por este camino, no nos debería llamar la atención que don Emerenciano Sena y su esposa compren una banca. Nada para sorprenderse. Quien permite estas habilidades que colocan en el lugar de cándidos nenes de pecho a los conservadores fraudulentos de la década del treinta, es la misma persona que considera comercio legítimo vender órganos y no vacila en confiarnos que cualquier duda que se le presenta en la vida la resuelve conversando con su hermana, con sus perros y con el mismísimo Dios.