La serie de presidentes que gobernaron la República Argentina se inicia con Justo José de Urquiza y finaliza a la fecha con Javier Milei. Por una deformación conceptual, o hasta semántica, que no es inocente, se ubica a Rivadavia como el primer presidente argentino, conforme a una visión de la historia centralizada en Buenos Aires.
Un Congreso reunido en la antigua capital virreinal a fines de 1824 creó un Poder Ejecutivo provisorio para un país por entonces institucionalmente inexistente, que desde la crisis del año XX no era más que una liga de provincias soberanas. A este Poder Ejecutivo unipersonal se le puso por nombre el de "presidente", pero era en realidad algo equiparable a las funciones de "representante ante el extranjero" que venía desempeñando el gobernador de Buenos Aires y que tanto Dorrego como Rosas desempeñarían después. También esta "presidencia" sería equivalente, aunque con funciones más acotadas, al cargo de "Director Provisorio" con el que sería envestido Urquiza en la reunión de gobernadores de San Nicolás (1852). Nada tiene que ver con las amplias atribuciones que la Constitución Nacional de 1853 adjudicó al presidente de la República y que desempeñó por primera vez en el país el General Justo José de Urquiza a partir del 5 de marzo de 1854.
Antes de ser presidente, ocupó Urquiza el cargo de director provisorio hasta que, constituida la República Argentina el 1º de mayo de 1853 en Santa Fe, se organizaron los poderes del Estado y se procedió a elegir al primer presidente de la historia. La alta magistratura recayó en el héroe de la hora, el vencedor de Rosas en Caseros, General Justo José de Urquiza, que asumió el 5 de marzo de 1854 en esta ciudad de Santa Fe ante el Congreso que había dictado la Constitución Nacional y que gobernó desde la ciudad de Paraná, consagrada capital provisoria de la República, y desde el palacio San José en Concepción del Uruguay.
Rivadavia, en cambio, ejerció esas funciones de Ejecutivo provisorio, pero nunca se constituyó el Estado Nacional que el Congreso quería dar a luz, y la Constitución unitaria que se produjo fue unánimemente rechazada por las provincias, por lo que no pudo asumir la presidencia definitiva, suponiendo que hubiera sido ratificado.
El general Urquiza inaugura la serie de presidentes que se proyecta hasta Javier Milei, mientras que Rivadavia fue designado "presidente", con funciones provisorias y limitadas, antes de que se constituyera un Estado que, finalmente, no llegó a hacerse realidad frente al rechazo del proyecto constitucional de 1826.Su cargo no puede ser considerado equivalente al de los presidentes de verdad, o sea los que contaron con un Estado Nacional real para gobernar a partir de 1853.
¿Sillón de Rivadavia o sillón de Urquiza?
La creación de un Poder Ejecutivo Nacional del 6 de febrero de 1826, que contradice disposiciones previas del mismo Congreso (Ley Fundamental del 23 de enero de 1825), no puede ser equiparada al cargo de presidente instituido en la Constitución Nacional de 1853 y que es el que nos gobierna todavía. En el artículo 6º se establecía que "las facultades del presidente serán las que se han transferido por leyes anteriores al Gobierno de Buenos Aires, como encargado provisoriamente del poder ejecutivo nacional, y las que ulteriormente se le asignen". O sea, desempeñaría las mismas funciones que se le habían acordado al gobernador de Buenos Aires en enero de 1825, norma que establecía en su artículo 3º que las provincias continuarían rigiéndose por sus propias instituciones hasta que la Constitución fuera sancionada y aprobada por cada uno de los gobernadores y sus legislaturas. No existiría autoridad nacional hasta que se dictara una Constitución que creara una entidad jurídica superior a las provincias.
El proyecto de Constitución del 24 de diciembre de 1826 propuso un modelo unitario de Estado Nacional y creó la figura del presidente de la República, con amplias funciones, en la parte que se refiere al Poder Ejecutivo (artículos 68º a 129º). Pero esta constitución nunca fue aprobada y no tuvo ninguna vigencia, por lo que no debe confundirse el cargo provisorio que ocupó Rivadavia con el que el proyecto constitucional quería instituir. El rechazo de la Constitución por unitaria y la forma en que Rivadavia quiso poner término a la guerra con Brasil, produjeron su caída. Sus funciones como representante ante el extranjero y conductor de la guerra, volvieron a ser desempeñadas por el gobernador de Buenos Aires, y así continuó hasta que se avanzó en el proceso de construcción del Estado Nacional y se constituyó la República en 1853, previa firma del Pacto Federal de 1831 que consagraba un sistema confederal pero con la expectativa de una organización federal que demoró más de veinte años en llegar.
Repito: para que exista un Poder Ejecutivo Nacional debe existir previamente un Estado Nacional. Esta condición no se dio cuando se designó a Bernardino Rivadavia con funciones limitadas, a pesar de las expresiones grandilocuentes del Congreso que funcionaba a nombre de todas las provincias, pero no por sobre las provincias, ya que estas conservaban sus prerrogativas conforme –como ya señalé- al artículo 3º de la Ley Fundamental, dada por el mismo Congreso, del 24 de enero de 1825. El Estado Nacional no podía ser una simple Liga de Provincias, por más que se renovaron los votos de la declaración de 1816 y se hiciera referencia a un nombre común (Provincias Unidas en Sudamérica o Provincias Unidas del Río de la Plata).
Con la conformación del Estado Nacional en 1853, aun con la ausencia de Buenos Aires, llegaría el primer presidente legítimo. No basta con decir que Urquiza fue el primer presidente "constitucional" argentino, como para diferenciarlo de Rivadavia, que sería el primer presidente "a secas". Los dos representaban proyectos antagónicos, y los dos son figuras relevantes en la historia política argentina. Ambos concebían países diferentes: unitario y centralista uno, federal el otro. Fueron los federales y no los unitarios quienes lograron romper el provisoriato rosista y propiciar la sanción de una Constitución Nacional que había sido reclamada desde los tiempos de Artigas, pasando por López, Bustos, Ferré y Urquiza, quien finalmente la hizo realidad. La Constitución unitaria de Rivadavia (1826), o lo que es igual; el estado unitario de Rivadavia, nunca se concretó. Mal podría haber sido su primer presidente.
Si no hubiera recuperado Buenos Aires el poder tras la batalla de Pavón de 1861, otra hubiera sido la historia, y a nadie se le hubiera ocurrido declarar a Rivadavia primer presidente de los argentinos. Pero Bartolomé Mitre, el mismo general que quedó a cargo del país tras el confuso resultado de esta gran batalla, fue también el primer gran historiador de la Argentina y colocó a Rivadavia en un encumbrado pedestal. Primera consecuencia: Buenos Aires desplazaba nuevamente el eje del poder al puerto, aun cuando Urquiza seguiría conservando una respetable autoridad como jefe del federalismo del interior. Segunda consecuencia: Urquiza no sería considerado como primer presidente de la República, sino que, para preservar el histórico rol conductor de Buenos Aires, el primer presidente sería Rivadavia.
La serie de presidentes que gobernaron la República Argentina se inicia con Justo José de Urquiza y finaliza a la fecha con Javier Milei. Por una deformación conceptual, o hasta semántica, que no es inocente, se ubica a Rivadavia como el primer presidente argentino, conforme a una visión de la historia centralizada en Buenos Aires.
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