I
Marcelo Sain entró a la provincia por la puerta grande, pero se fue por la puerta chica. El balance de su gestión permite decir que hay una distancia inversamente proporcional entre el tono de sus declaraciones y sus modestos logros.
I
Marcelo Sain se fue. Los diarios titulan que el gobernador lo echó que no es exactamente lo mismo que renunciar. A lo mejor exageran. De todos modos, es muy probable que ahora que conocemos las opiniones que a Sain le merecen los santafesinos, el hombre respire aliviado y regrese a su Buenos Aires querido donde "no se duerme la siesta" y "no hay negros pueblerinos". Sain debería haberse ido antes. De sus actos es responsable él, pero de la decisión en pedir la renuncia a un ministro impresentable o muy desgastado, es el gobernador. Es verdad que se argumenta que a un gobernador o a un presidente no le gusta despedir a un ministro y mucho menos por presiones mediáticas o políticas. Se entiende. Pero convengamos que Perotti dispuso del tiempo necesario para sacarse de encima a Sain, incluso antes de que estalle el escándalo de sus declaraciones y su decisión se parezca más a un imperativo de las circunstancias que a la decisión madura y serena de un gobernante.
II
Admitamos que Sain llegó a Santa Fe con buena prensa, como se dice en estos casos. Calificación académica, creador de instituciones de seguridad aparentemente muy bien calificadas. No era un improvisado o un paracaidista que llegó de la nada. Por lo menos eso fue lo que nos dijeron o lo que compró Perotti. ¿O lo que le impusieron a Perotti? Vaya uno a saberlo. Admitamos en principio que Sain entró a la provincia por la puerta grande, pero se fue por la puerta chica. ¿Qué pasó? Nada. Ese es el problema. Con Saín no pasó nada. Que la provincia de Santa Fe tiene una situación complicada -para emplear un término liviano- en materia de seguridad, no es ninguna novedad. Porque era complicada es que se recurrió a un funcionario que se suponía experto en materia de seguridad. Pues bien, si los santafesinos supusimos en algún momento que Sain era algo así como un Eliot Ness versión criolla, nos equivocamos de punta a punta. Los números al respecto no dejan demasiado margen para especulaciones más complejas. Tal vez la cifra más elocuente de la gestión de Saín sea la de homicidios: uno por día. Una cifra que se instaló el año pasado y continuó impertérrita en estos tres primeros meses de 2021. Admitamos que el concepto de Seguridad es más amplio que la tasa de homicidios, pero convengamos que cuando se habla de seguridad la primer variable a tener en cuenta o el primer resultado a observar es el número de muertos. Y a juzgar por las cifras, Sain estuvo muy lejos de aprobar esa asignatura. El balance permite decir que hay una distancia inversamente proporcional entre el tono de sus declaraciones y los más que modestos logros. Conclusión: Sain se va, pero los problemas de seguridad se quedan. Igual que antes o un poco peor.
III
Retornemos a Sain. En su carrera de experto en materia de seguridad dispuso de dos padrinos destacados: Cristina Kirchner y Horacio Verbitsky. ¿Por qué Perotti, que no tiene nada que ver con esa onda, convoca a este ahijado destacado de los máximos próceres de la causa K? Misterios de la naturaleza humana. O falta de información. O compromisos políticos adquiridos vaya uno a saber en qué encrucijadas del poder o de la vida. Lo seguro es que Sain desembarcó en Santa Fe con su soberbia, su mal humor y sus desbordes verbales, vicios o defectos que podrían tolerarse si los resultados fueran satisfactorios. El balance, para continuar con las jergas verbales de Sain, nos habilita a decir que tuvimos un ministro de Seguridad con modestísimas condiciones para desempeñarse con suerte y viento a favor en las ligas de la Primera D. Por último, señor Sain: la policía de Santa Fe no es ni más ni menos complicada que la policía de provincia de Buenos Aires, o la policía de la provincia de Córdoba. Ni mejores ni peores. Y en todos los casos, está claro que dejan mucho que desear, entre otras cosas porque la inseguridad, además de drama local, es en primer lugar un problema nacional.
IV
Respecto de la provincia de Santa Fe, quiero insistir –a riesgo de ser imputado de localista o algo parecido- en que estamos hablando de una de las provincias con mejores recursos humanos y naturales de la nación. Una provincia con desarrollo urbano y rural, polos locales de poder económico y político, diversidad productiva. Es decir, una provincia que está muy lejos del balance ruinoso que elabora Sain tal vez para justificar su propia ineficacia. Santa Fe es una gran provincia con ciudades y pueblos cuya calidad de vida es ejemplar. Precisamente son estos logros, esta calidad de vida, los que hacen más agudo y doloroso el contraste con el flagelo del narcotráfico, la presencia prepotente hampa y, lo que es más grave aún, la constitución real de redes mafiosas tejidas entre sicarios, traficantes, estudios jurídicos y contables, empresarios y la complicad de policías y funcionarios judiciales. ¿Imposible luchar contra ellos? No lo creo ni quiero creerlo. En nuestra provincia, y en Rosario en particular, en la década del treinta una decisión política del poder puso punto final a la mafia de Chicho Grande y Chicho Chico. ¿Cuándo se van a decidir a tomar una decisión parecida? ¿Es necesario, por ejemplo, que asesinen al hijo de una familia conocida, como fue el caso de Abel Ayerza, o un escándalo estilo María Soledad Morales, para que decidan hacer lo que se debe hacer? Veremos. Por lo pronto, el nuevo ministro de Seguridad se llama Jorge Lagna. No lo conozco, pero hace muchos años he leído un libro suyo titulado "La secta socialista", un texto en el que Lagna expresaba, entre otras prevenciones, el temor que le despertaba la llegada de los socialistas a través del Frente Progresista al gobierno de la provincia de Santa Fe. Desearía que el mismo entusiasmo que puso para escribir ese libro, lo ponga para terminar con la secta del hampa y el narcotráfico en nuestra provincia.
V
En el orden nacional, pareciera que se ha puesto de moda que los ministros de Seguridad para merecer ese cargo deben ejercer los atributos vocales y musculares de Rambo. Por lo menos, el señor Sergio Berni parece estar muy convencido en la interpretación de ese rol de matón guapo y prepotente. Lo ocurrido en estos días con la desaparición de una niña de siete años permitió que Berni exhibiera sus condiciones rambolescas. En la ocasión, la víctima fue un funcionario destacado de la ministra Sabrina Frederic, su mano derecha, Eduardo Villalba, dejando abierto el interrogante acerca de lo que hubiera sucedido si en lugar de presentarse este pobre muchacho, se hubiera presentado la ministra. "Hijo de puta, te voy a cagar a trompadas", le dijo el ministro que pareciera que estudió buenos modales en Versalles. Lo más interesante de todo, o lo más irónico o patético, es que los modales de guapo y jetón suelen ir en relación inversa a la eficacia práctica. Todos satisfechos y aliviados de la aparición con vida de esa niña, pero convengamos que el logro pertenece más a una pareja de vecinos que a las eficientes patrullas de Berni.
Sain debería haberse ido antes. De sus actos es responsable él, pero de la decisión de pedir la renuncia a un ministro impresentable o muy desgastado, es el gobernador.
Misterios de la naturaleza humana. O falta de información. O compromisos políticos adquiridos vaya uno a saber en qué encrucijadas del poder o de la vida. Lo seguro es que Sain desembarcó en Santa Fe con su soberbia, su mal humor y sus desbordes verbales.