Por HORACIO H. SEIFER
Por HORACIO H. SEIFER
Decía en mi nota anterior del fecha 07/02 que a Beatriz Sarlo le habían ofrecido la vacuna y que ella dijo: "Me ofrecieron la vacuna bajo la mesa y les dije que prefiero morirme ahogada de COVID". La ensayista tocó una tecla sensible. No es claro el manejo que se hace de las pocas vacunas que llegaron al país.
Permanentemente, y semana tras semana, nos sentimos sacudidos por acciones del poder donde los límites, la solidaridad, la honestidad, no solo no forman parte del listado de valores de nuestros políticos sino que debe estar tan podrido todo que lo naturalizan, y la impunidad pasa a ser una dulce caricia para los que ostentan los poderes públicos.
Lamentablemente vivimos en Argentina, siempre sintiendo que nos hundimos, que el fondo del mar es nuestro destino.
Queda claro, muy evidente, y es indignante, que no deben vacunarse Diputados, Intendentes, Funcionarios, Concejales, Personajes del Poder y Militantes Jóvenes antes que los mayores.
La doctora Claudia Bruno milita en el Frente de Todos. Es joven y saludable. Pero a pesar de ello, se transformó en una de las cientos de personas que accedieron a la vacunación contra el coronavirus de forma inexplicable. En la localidad de Henderson –que no supera los 10 mil habitantes- 100 militantes accedieron a la Sputnik V, cuando allí fueron enviados 450 dosis para los efectores de la salud. También se conoció el caso del diputado nacional del Frente de Todos de Santa Cruz, Juan Benedicto Vázquez, que accedió a vacunarse sin ser persona de riesgo. Mucho menos, trabajador esencial. Otros 10 funcionarios de la provincia de Alicia Kirchner también se vacunaron «de arriba». El intendente de Piedra Buena tuvo la suerte de vacunarse él, su esposa y hasta su chofer. En Tartagal, Salta, dos periodistas oficialistas tuvieron la suerte de estar en el momento correcto y exacto para ser vacunados. Una diputada provincial, Liliana Spoljanic, en Chaco, hizo el show de la vacunación y las cámaras registraron su momento.
En la provincia de Buenos Aires viven 17 millones de personas. La Argentina no superó el medio millón de vacunados. Aún no se vacunaron todos los médicos. Tampoco el personal esencial como las fuerzas de seguridad y los docentes. Pero cientos de militantes K, amigos, funcionarios, choferes de intendentes y amantes de políticos, ya lo hicieron.
Si tomamos en cuenta la cantidad de vacunas que llegaron a nuestro país al día de hoy, 820.000 dosis de Sputnix V para 410.000 personas y 580.000 dosis de Covishield, desde la India.
Lo que indica que a lo sumo 1.000.000 de personas van a estar inmunizadas. De ninguna manera hay vacunas disponibles , para muchos de los que la están recibiendo.
A la lamentable sucesión de hechos que ilustran sobre la falta de planificación en la aplicación de las vacunas se suma ahora la violación a las pautas de los criterios para ello. Los casos de los señores Verbitsky, Moyano (de su esposa e hijo menor, además), de un diputado nacional y otros que no conocemos ni conoceremos, donde se aplicaron discrecionalmente, son la muestra más evidente de que todo lo relacionado con la vacunación adquiere para el gobierno nacional, los gobernadores y los intendentes afines las características de un acto político y no de salud pública.
El luctuoso saldo de más de 50.000 muertos –de los cuales la gran mayoría son ancianos de más de 70 años– puso en evidencia la imperiosa e ineludible necesidad de vacunar a ese frágil grupo de ciudadanos. Las reiteradas denuncias de que las escasas vacunas no son aplicadas exclusivamente a ellos, pero sobre todo las incalificables imágenes en las redes sociales, en las que vemos que jóvenes y saludables militantes kirchneristas son vacunados a sabiendas de que esa vacuna, al no llegar a un anciano, muy posiblemente lo está sentenciando a morir, causan indignación.
También a los médicos y enfermeros; no puede ser que además de trabajar a destajo desde el inicio de esta pandemia no puedan obtener su vacuna y anuncien que van a empezar a vacunar a otros grupos.
Señores funcionarios, asegúrense de que ningún profesional de la salud quede sin vacunarse; ellos siguen trabajando, siguen expuestos y las vacunas que debería ser para ellos son destinados a los grupos militantes.