Por Tamara Beltramino
Aprendizajes y desafíos persistentes para la gestión de las inundaciones en Santa Fe.
Por Tamara Beltramino
Santa Fe se ubica en la parte baja de las cuencas del Paraná y el Salado. En su historia, la cercanía con estos ríos operó de forma ambivalente al ser estos tanto fuentes de recursos como objetos de riesgo.
Aunque desde su fundación, hace más de 450 años, estuvo en jaque por las inundaciones no fue hasta los desastres de 2003 y 2007 que estas se convirtieron en un problema público en el espacio local.
Entonces, emergieron significados novedosos sobre el carácter vulnerable de la ciudad y respecto de los modos de gestionarlas desde el Estado.
Así, se reconoció que los riesgos hídricos no eran naturales y que estaban asociados a los modos de ocupación del espacio y a las intervenciones implementadas para gestionarlos tanto las obras de infraestructura como como los códigos urbanos o planes de contingencias.
En esta nota se analiza la gestión de riesgos hídricos del gobierno local en las primeras décadas del siglo XXI y se reconocen algunos desafíos pendientes para la protección ante contingencias hídricas.
Se parte de una mirada sociológica, desnaturalizada que entiende a los desastres como procesos que interrelacionan diferentes temporalidades y dejan sedimentos tanto en los modos de percibirlos como en las respuestas impulsadas para reducir sus impactos.
La gestión de riesgos es un "proceso social complejo a través del cual se pretende lograr una reducción de los niveles de riesgo existentes en la sociedad y fomentar procesos de construcción de nuevas oportunidades de producción y asentamiento en el territorio en condiciones de seguridad y sostenibilidad aceptables" (Allan Lavell, 2000).
En los últimos veinte años, con diferentes estrategias, el gobierno local hizo avances en este sentido que aquí se presentan en una cronología de cuatro momentos en el camino recorrido por las políticas de gestión de riesgos, los que fueron delimitados a partir del análisis de ordenanzas, del organigrama del gobierno y de las líneas de intervención implementadas para atender a las inundaciones.
La inundación de 2003 es el punto de partida, el primer momento. Su ocurrencia visibilizó la vulnerabilidad de la ciudad y la escasa preparación del municipio.
Antes del desastre, la lectura naturalizada del fenómeno -áreas inundables- y su invisibilización en la agenda de gobierno llevaron a que, ante la contingencia, el municipio deba "gestionar en el riesgo" siendo el resultado la peor catástrofe que afectó a los santafesinos.
El segundo momento, 2004-2007, evidencia la desnaturalización de los desastres y su incidencia en la creación de estrategias de gestión de riesgos. Entonces, la amnesia sistemática fue contrarrestada por la reflexividad en torno a los riesgos impulsada por afectados, expertos y referentes de organizaciones que colaboraron en la emergencia.
Entre las acciones destacadas se priorizó la reconstrucción de la ciudad, se inició el cierre de la defensa -inconclusa en 2003- y se licitó la ampliación de desagües troncales de la ciudad.
Estas estrategias fueron puestas a prueba en 2007: las dificultades para la implementación de alertas y de la evacuación de la población revelaron el desconocimiento sobre lo dispuesto en los protocolos y los límites, por falta de legitimidad política, de los dispositivos gubernamentales creados en la gestión de Martín Balbarrey.
El tercer momento transcurre entre 2008 y 2015, cuando la gestión de riesgos gana espacio en la agenda de gobierno.
La cantidad y variedad de dispositivos implementados en este periodo indican un abordaje transversal del problema y un viraje en los modos de atender al riesgo hídrico enfatizando en los aspectos comunicacionales y educativos y en las estrategias de prevención cuando la amenaza está latente.
También se crea la Dirección de Gestión de riesgos, se reglamenta el Plan de ordenamiento Urbano de 2010 que distingue zonas de riesgo y se promulga la ordenanza N° 11512/08 que crea el Sistema de Gestión de Riesgos municipal.
Entre 2011 y 2015, estas líneas de trabajo se amplían con otras que reconocen nuevos objetos de riesgo y que buscan regular las acciones, públicas y privadas, que magnifican el riesgo de desastres. Entre ellas se destacan las que disponen la recolección y disposición de residuos, la incorporación de cintas verdes y de retardadores pluviales.
Finalmente, el cuarto momento que va desde 2016 hasta la actualidad, es aquel en el cual los riesgos hídricos se filtran de la agenda pública por un lado, por la menor visibilización del problema debido a la bajante de los ríos y la disminución de las precipitaciones pero también por la emergencia de otras preocupaciones, entre las que se destacó la inseguridad.
Entonces el paradigma vira de la gestión de riesgos a la promoción de estrategias de resiliencia, lo que implicó una mirada adaptativa y más individualizada de las problemáticas hídricas.
Esta línea de trabajo, se complementa con otras estrategias que pusieron el foco en la atención de riesgos emergentes tales como la sequía, los incendios y la pandemia de Covid–19.
Este análisis revela la complejidad de las intervenciones para la gestión de riesgos y las relaciones entre los modos de vida cotidianos y los eventos extremos y permite identificar algunos desafíos persistentes para la gestión de riesgos de la ciudad.
En primer lugar, se reconoce cierta focalización en la atención de situaciones de riesgo asociadas a lo hídrico lo que invita a prestar atención a amenazas emergentes como las asociadas a la sequía y sus impactos: la salida de funcionamiento de tomas de agua -y la necesidad de considerar fuentes alternativas de aprovisionamiento-, la contaminación y mortandad de especies e incluso los incendios en zonas de islas requieren de una mirada preocupada por los posibles impactos futuros.
En segundo lugar, se identifica que persiste e incluso aumenta en el periodo analizado la cantidad de población residente en zonas de riesgo.
Esto no solo afecta a los sectores populares -con menor capacidad de elección respecto de los espacios donde habitar- sino también a las clases medias que, atraídas por la escasez de terrenos, los costos y cualidades paisajísticas de las zonas ribereñas optan por asentarse en territorios vulnerables en cuanto a lo hídrico lo que se potencia por la infraestructura que opera "ocultando" los riesgos.
Un tercer punto a tender refiere a la articulación entre diferentes niveles de gobierno para la gestión de riesgos.
Lo problemático radica en la ausencia de instancias coordinadoras, en las tensiones de la articulación interjurisdiccional e incluso a la negación de procesos emergentes -como el cambio climático- que como muestran otros casos como Rio Grande do Sul o Valencia inciden directamente en la producción de los desastres y que requieren de intervención del gobierno local pero también de los gobiernos provincial y nacional.
Finalmente, se acentúa la necesidad de concientizar y sensibilizar sobre los riesgos aun cuando la amenaza no esté visible. La gestión de riesgos es una tarea permanente que requiere de la participación de todos los actores – públicos y privados- para establecer soluciones socialmente aceptables. La actualización de los escenarios de riesgo es una estrategia tanto de mitigación como de preparación frente a posibles eventos extremos.
Tamara Beltramino es licenciada en Sociología y doctora en Ciencias Sociales. Se desempeña como docente-investigadora en el Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias y en el Seminario de Gestión de Riesgos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral.
Participó de la obra colectiva "Historias de Santa Fe", integrada por tres tomos: "Vivir Santa Fe. Imágenes y testimonios de la ciudad en el tiempo", "Modernización, desarrollo y conflictos en una capital de provincia" y "Problemáticas actuales de Santa Fe. (Re)definiendo el futuro de la ciudad", disponibles para descarga gratuita en el sitio web de Ediciones UNL, sección Colecciones Especiales.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.