La venta de un niño para extraer de él un órgano para trasplante, en general un riñón, es una hipótesis difícil de aceptar, es una perspectiva que provoca ganas de vomitar, pero podría ser una realidad. No sé si es el caso que nos ocupa, pero podría serlo.
También se venden, se roban y se alquilan niños para usarlos con fines sexuales, sea para roles activos como para roles pasivos, o más probable para ambos. Y también en este mundo de venden o se roban niños para hacer de ellos esclavos domésticos, o esclavos laborales, o para integrarlos en bandas callejeras o en filas paramilitares. Todo esto también provoca ganas de vomitar pero, aun así, en muchos casos cuenta con que la autoridad mira para otro lado. Y entonces la clave podría estar en la vigilancia de los vecinos, porque saben quién es quién y quién hace qué.
Cuando escribo esta nota continúa incierto el destino de Loan, de 5 años, desaparecido hace más de dos semanas en circunstancias sospechosas. Y sigue siendo posible la hipótesis de que lo robaron o, mejor dicho, que unos lo vendieron y otros lo compraron. El objetivo parece fácil de imaginar, no hay más que unas pocas opciones, a cuál peor.
Pero antes de levantar el dedo acusador, y antes de rasgarse en público las vestiduras, tal vez convenga preguntarse qué hay detrás del comercio de niños, o de personas en general. Luego, mírese cada uno al espejo, y después mire cada uno en derredor.
La investigación seria nos demuestra que tras el comercio con seres humanos hay un desolador panorama de pobreza, de desesperación, de falta de perspectivas, de ignorancia. A su lado está la indiferencia, la corrupción, la negligencia, la complicidad, la falta de escrúpulos. Y sobre ambos sobrevuela, como el buitre, el dinero y el poder del dinero.
Hay, en efecto, lo que se llama el turismo sexual. Fácil es imaginar de qué se trata: en general son señores que viajan para hacer allá lo que no pueden hacer acá, y para hacerlo allá con quien no lo pueden hacer acá. En este turismo intervienen las tres partes mencionadas: una víctima, un intermediario, el dinero.
La víctima es una chica o un chico apenas adolescentes, o a veces aún niños, privados por completo de libertad, sin más perspectiva que satisfacer los deseos de quien así abusa, y paga. Cabe preguntarse por el origen de estas víctimas, de dónde salieron, de qué entorno, cómo fueron a caer en estas garras, quién las captó y quién las llevó. No sé si es el caso que nos ocupa, pero podría serlo.
También existe el turismo de trasplante, documentado hace años en la India y últimamente en Gran Bretaña, Brasil y Sudáfrica, entre otros países. Por ejemplo, es el caso de una conocida multinacional de salud que gestiona hospitales privados (es decir, sanatorios) en Gran Bretaña, y a la vez es el principal agente de medicina privada de Sudáfrica. Según publicó el diario inglés The Guardian, esta empresa admitió haber hecho trasplantes de riñón cuyo donante, que procedía de Rumania o de Brasil, era en algunos casos un menor de edad.
El donante llega como turista al país, le dona un riñón a un paciente determinado, y luego se vuelve a su país de origen. Todo más o menos legal, o arreglado para que lo parezca. La operación de extraer el órgano del donante y trasplantarlo al receptor se hace con todas las garantías, así como el pre y el post-operatorio de los dos, en un centro de la citada multinacional. El receptor paga todo porque es rico y poderoso. Es del país, o más probablemente del extranjero, y se vuelve a su país una vez terminados los procedimientos médicos. O sea, suele tratarse de dos turistas que se encuentran casualmente en un sanatorio, donde varios individuos tienen que haber actuado antes de intermediarios, y uno le vende un riñón al otro.
En este contexto, no sería equivocado pensar que la misteriosa desaparición de un chico tiene relación con el comercio de seres humanos, sea para turismo sexual, sea para turismo de trasplante, sea para otros fines. Y detrás de todo esto, insisto, hay pobreza e ignorancia, y ambas tienen mucho que ver con las políticas sociales, laborales y escolares, y por tanto tienen que ver con los políticos, que tienen nombre y apellido.
Importante
Para más información sobre la compra de niños para trasplante: "Children sold for transplants: medical and legal aspects. Amnesty International. Danish Working Group for Children" (Nurs Ethics, 1998). También: "South African hospital firm admits cash for kidney transplants" (The Guardian: 10/11/10) y "Met police investigate more organ trafficking cases in UK. Modern slavery team reveals further allegations of people being trafficked to London for body parts" (The Guardian: 05/05/23).
Desapariciones, complicidad, falta de escrúpulos
Es difícil imaginar que el robo o la compra de un chico con fines inconfesables sea una realidad de los entornos sociales ricos. Más bien parece obvio pensar que la víctima procede de un entorno pobre y alguien la traslada al entorno rico, desde donde ya no vuelve. No obstante, Amnistía Internacional habla de algún caso en que la víctima reaparece, aunque con una cicatriz y sin un riñón. En otros casos el donante desaparece para siempre jamás.
El turismo de trasplante necesita la participación cómplice de varias personas y de un centro de alta complejidad, y de dinero. No es fácil, porque el comercio de órganos es ilegal en todo el mundo, excepto en Irán. Pero algunos países permiten que el donante reciba del receptor una compensación económica, incluso fiscal o laboral. Hecha la ley, hecha la trampa, y servidas están así las condiciones para el tráfico de personas en busca de sus órganos.
En este contexto, cabe recordar que nuestro presidente se mostró favorable, en varias ocasiones, al comercio de órganos. Es decir, a que un pobre y desesperado le venda un riñón a un rico y sin escrúpulos. El presidente no volvió a tocar el tema, pero tampoco rectificó sus palabras, ni siquiera matizó lo que varias veces dijo con desprecio.
Sin salir del contexto presidencial, hay que observar que aún hay otra clase de turismo. El turismo presidencial. Es fácil de imaginar. Un presidente viaja por el mundo para cubrirse con la gloria efímera del aplauso fácil, y salir en la foto, y para ello usa un presupuesto de dimensión colosal que procede, precisamente, de aquello que como consecuencia ahora es más pobre y miserable que antes. Con la familia y los amigos.
Y así es como quedan servidas las condiciones que hacen más profundas las diferencias, y que llevan a la locura. De un lado, el poder que empobrece y embrutece al otro. Y, del otro lado, la pobreza que desespera.
En efecto, mientras acá podría ser que unos venden y otros compran un chico con fines inconfesables, allá hay otros que se pasean orondos, ufanosos, y generosos con el dinero que sacan de la caja de todos. Son los dos extremos de una cadena que tiene numerosos eslabones. Entonces, propongo que antes de levantar el dedo acusador, mírese cada uno al espejo, y después, por favor, mire a su alrededor, y si observa algo que no puede ser, no se quede callado, ni de brazos cruzados.
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