Hay toda una corriente de historiadores y analistas que sostienen que es el sentido del show, del espectáculo, quien perfora la razón y mantiene en alto a los personajes públicos.
Hay toda una corriente de historiadores y analistas que sostienen que es el sentido del show, del espectáculo, quien perfora la razón y mantiene en alto a los personajes públicos.
Sólo aquello "espectacular" sobresale. No es la razón, es el sentimiento profundo, fuera de la corteza y sus conexiones.
La historia, siguiendo este desarrollo, es una serie de acontecimientos de trascendencia pública, con un claro sentido y tendencia de show, que impresiona los sentidos y perdura desde el fenómeno sensorial.
La pasión vence al tiempo cuando, se supone, es la investigación ordenada la que registra sucesos y los resguarda. Parecería, se insiste, que resguarda emociones o que, al cabo, solo la pasión (impresionada) perduraría como estimulante.
La memoria guarda el calor y el brillo del fuego, no la utilidad del fuego, para explicarlo con la brutalidad del ignaro.
Hay frases y gestos para argumentar esta irreverencia, también se desprende una presunción: el sentido de la historia se definiría por sus propuestas de show, que conmocionan la costumbre, alterándola para siempre.
Lo notorio y excéntrico perdura, "dura más que su duración", sin importar la justicia, orden, injusticia o anarquía que conlleva su perennidad.
Estos buceadores de gestos históricos exhiben ejemplos universales y, entre ellos, se cuelan algunos nacionales que han superado la minusvalía y, por pasionales, guardan un mínimo de eternidad.
La vida resumida trágicamente (El Vía Crucis) y la Crucifixión no escapan a esta manera, este escorzo de la historia. Ni Cleopatra. La Calavera del Ser o no Ser. La manzana de Newton. La suerte está echada (alea jacta est).
Al trabajar sociológicamente estos hitos, tanto gráficos como verbales, encontramos que refieren momentos de la historia no por su definición hacia / de / para la humanidad, sino por la nítida evocación que disparan.
El sujeto de tesis es que disparan la memoria hasta el hecho pero no hacia el mensaje, sino hacia el facto como elemento terminal. Jesús en la cruz es eso: una evocación inolvidable en sí misma. Bruto, tu también hijo mío. Já. Cuchillo bajo la toga.
Las paredes amarillas y las tejas rojas de las construcciones del primer peronismo aún muestran su mensaje. Cuando vienen a buscar a "Evita" para eje de un musical buscan aquello que lleva al show, a la superficialidad que impacta. Perón y el Balcón.
El relato conforma el enraizado que asombra. Lo dijo o no lo dijo. "No llores por mi Argentina" es una traducción de un tema musical donde aparece una frase que el personaje del show canta, pero que la realidad no registró y sin embargo allí está y allí se quedará.
Hacen falta uno dos, tres, cien, mil Vietnam… el Che Guevara es -hoy- una camiseta fabricada en algún taller clandestino de tejidos que se vende en el mundo.
"Ganaremos esta guerra con sangre, sudor y lágrimas"… se puede disimular y alterar alguna de estas frases, usando su bastión, su calidad de arquetípicas y de eternidad, para que expliquen (justifiquen, resuman) otras cuestiones.
Si el lenguaje es, al cabo, una convención donde aceptamos los supuestos de la idealización para tener senderos comunes donde encontrarnos y entendernos y, por tanto, mesa es mesa, caballo es caballo y lluvia es lluvia, los convencionalismos importan, son fenómenos que pueden usarse como bastones, barandas, puentes, caminitos comunes que ayudan a andar. Saussure lo explicó forever.
Alguien, sin embargo, entiende que el manejo de estos sitios comunes puede convertirse en el eje y desarrolla, intenta el desarrollo, de una oferta socio-política para llegar/ ejercer/ sostener el poder que, con el conocimiento de estas convenciones (ganzúas hasta el alma) puede resultar más fácil de obtener.
El uso de estos componentes superficiales, estrafalarios, sorprendentes es una formidable herramienta de penetración y sostén del único objetivo: el Poder.
Los gobiernos totalitarios -aún hoy- desarrollan este sentido de show, de espectáculo, como la atracción que deslumbra, enceguece, apabulla y amansa, remedando antiguas formas de sostener el poder en las que este ejercicio teatral, sugestivo, embaucador y, sin ninguna duda, efectivo, se convierte en la palanca que mueve a las sociedades que se intenta, se quiere y en muchos casos se logra seducir (¿Qué cosa es un reino sino un show total de todos en uno…?) Pan y circo. Corona, boato.
El sentido del show, lo demarcatorio que es "el escenario", la escenografía y la platea, la platea para la cercanía, la pertenencia y, claramente, para la memoria que adhiere, se convierte en el eje de las campañas de atracción, seducción y lo dicho: pertenencia.
Quien participa pertenece. El yo estuve, yo soy, yo entiendo, yo conozco, yo recuerdo, yo soy, sí, sí, yo seguro que soy, quita esa primera persona del singular y coloca en su remplazo la fina e inatajable adhesión mágica a un fetiche, un recuerdo, un resplandor. El nosotros. Nosotros somos.
El calor y el brillo del fuego, no la utilidad del fuego… y la humanidad es tal por el uso diferente del brillo, del calor. En esa distorsión andamos… y andamos.
Algunas frases sirven para entender qué cosas no se van de aquellos que participaron de modo sustancial en la historia general y -de hecho- en las historias personales.
"Con la democracia se come, con la democracia se educa". "Síganme, no los voy a defraudar". "Qué lindo es dar buenas noticias". "El que depositó dólares recibirá dólares, el que depositó pesos recibirá pesos". "¿Qué te pasa Clarín…?". "A mi me va a absolver la historia y a ustedes seguramente los va a condenar la historia…".
La contemporaneidad conspira contra la elección. Aceptemos: hemos sido seducidos. Todos tenemos una, alguna, muchas frases, circunstancias, momentos, efectos de un resplandor, una "luz lunar", esa que refleja con su brillo otro brillo original, para indicar tanto afectos como enojos.
Cada quien de un modo, una forma un lugar, no son las mismas y todas, absolutamente, refieren al mismo punto. No una trayectoria, no las conclusiones, apenas los deslumbramientos del show, del espectáculo con la palabra o con la mera imagen. Repitamos: Perón saludando desde el balcón con ambos brazos. El paso cansino de Illia… Un punto de luz… que ciega y que se queda.
Se torna difícil encontrar la frase que defina al actual presidente, tal vez, de modo personal, como se escriben estas crónicas, elija esta: "Cristina me llamó a la facultad el miércoles, a la tarde nos reunimos y me hizo el ofrecimiento. Me llamaron todos, desde Tinelli en adelante", dijo Fernández...
Si debiésemos, como ejercicio inevitable, como obligación, explicar desde el 1983 en adelante Argentina y sus gobiernos (Republicano, Representativo y Federal, sí, no es broma, así nos anunciamos) las frases elegidas integrarían un listado que cada uno puede/ debe/ necesita singularizar. Cada quien tendrá lo suyo pero todos concluiremos que, más allá de las pequeñas diferencias personales, es fácil identificar a los gobiernos por estos rasgos salientes, estas subas al escenario del show y el aplauso.
La salida de tanto yerro, como la de Ícaro, es buena y es mala, pero básicamente es el uso de otro gesto espectacular…
Conclusión: "somos incorregibles"… (y con esa frase también entra en el show "My dear Georgie").
Corresponde re preguntar: ¿es eso lo que fueron o lo que son? Habida cuenta los resultados en la sumatoria (desde la catástrofe económica hasta la declinación social) lo que corresponde es atender a otra requisitoria: ¿trabajaron para ese final de la memoria ubicándolos en la historia por una frase, un gesto? Ese pasado que hoy entristece fue su futuro, su oferta alguna vez… En el título de estas reflexiones está la respuesta.
Quien participa pertenece. El yo estuve, yo soy, yo entiendo, yo conozco, yo recuerdo, quita esa primera persona del singular y coloca en su remplazo la fina e inatajable adhesión mágica a un fetiche. El nosotros. Nosotros somos.
Aceptemos: hemos sido seducidos. Todos tenemos una, alguna, muchas frases, circunstancias, momentos, efectos de un resplandor, una "luz lunar", esa que refleja con su brillo otro brillo original, para indicar tanto afectos como enojos.