Una distinción para pacificar
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Una distinción para pacificar
"Entre las funciones más importantes del Concejo está la de distribuir la distinciones a aquellos ciudadanos que las merezcan. Sería bueno que en Rosario los concejales distingan simultáneamente a Marco Rubén y Maxi Rodríguez. Los dos fundidos en un abrazo, representaría un puente entre las hinchadas y sería una manera de poner límites a la violencia de los barras bravas. Además, los futboleros rosarinos reconoceremos los méritos de estos dos indiscutibles ídolos".
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Con la justicia cooptada, no hay República
"Gracias al periodismo independiente nos enteramos que la Justicia se encuentra colonizada por jueces militantes cuyos C.V. dejan mucho que desear, todos fracasados y de pésimos antecedentes curriculares que son cooptados a los efectos de impartir generosos fallos a favor de sus mentores. Esta situación no hará más que profundizar el deterioro que nos lleva directamente al naufragio, con FMI o no. El gobierno se encuentra en otro plano más elevado que no le permite ver las tribulaciones por las que transita el ciudadano de a pie subestimando sus opiniones y el sentido común de quienes tenemos la capacidad de razonar. Sean de un espacio o de otro, habría que preguntarse qué autenticidad tiene un fallo que impartió alguien que llegó a dedo".
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Llegan cartas
No ser "Estándar"
De pequeño me intrigaban las libélulas que poblaban el cielo justo antes de una lluvia. Me maravillaban especialmente sus dos pares de alas, que podían mover al unísono, o separadamente. Esto les daba la posibilidad de hacer lo que quisieran en el aire, detenerse, girar, volar para atrás, ir rápido, incluso aparearse mientras flotaban a dos metros del suelo.
En mi escuela yo había sido catalogado como BS (Below Standard) lo que significaba que mi inteligencia, según las psicopedagogas, era menor al estándar.
Pero en vez de quedarme chupando el lápiz, como esperaban las psico, yo hacía preguntas. Por suerte, uno de mis maestros era un hombre brillante, que parecía saberlo todo. Años después, lo internaron en una clínica mental y no supe más de él.
Las libélulas, me explicó, son muy antiguas, del período Carbonífero, solo que eran mucho más grandes, medían casi un metro. Tienen los ojos facetados en miles de lentes y pueden ver en 360°. Pensá que si la naturaleza, o Dios, o en lo que quieras creer, pudo crear esa maravilla hace 350 millones de años, lo increíble que somos nosotros, pues la evolución tuvo muchísimo más tiempo.
En esa época, los médicos ordenaban que todos los niños fueran operados de las amígdalas. En general era una operación sencilla, aunque mi hermano casi muere por una complicación.
"¿Pero cómo? -decía yo-, ¿la naturaleza es tan tonta de hacer que todos los niños nazcan con algo que no solo no sirve, sino que hay que extirpar con un cirujano?". "Callate -me decían los adultos, poniendo cara y voz de responsables-, los médicos saben más que vos, porque estudiaron".
Hoy sé que las personas estándar eran incapaces de darse cuenta de que había un inmenso negocio atrás de esto, del que participaba la Asociación de Pediatría y la misma OMS.
Ya no se operan las amígdalas, pues con los años el negocio viró de la cirugía a la farmacia.
Por aquella época, mi país se preparaba para una guerra con otro vecino, por un asunto limítrofe. De haber ganado, habríamos ampliado el territorio en un 0,002 %, por el módico precio de unos 30.000 muertos y unos 70.000 mutilados.
Sabía ya entonces que casi todas las guerras fueron provocadas por asuntos de límites, en la medida en que los países buscaban "espacio vital" y recursos como hierro o petróleo. Negarse a participar en esas guerras era visto como egoísmo, traición, cobardía, e incluso como un delito.
La gente estándar, manipulada por los medios de comunicación, apoyaba la guerra, incluso hubo 30.000 voluntarios para ir a pelear.
La guerra se frenó a último momento por la oportuna intervención del Papa Juan Pablo II, y porque el Ejército tenía dudas sobre la logística del ataque.
Por aquella época, leí en la Revista Selecciones sobre un pequeño país llamado Liechtenstein. Pobres, pensé cuando vi que eran tan pequeños que apenas se veían en un mapa. Sin recursos, deben pasarla muy mal.
Sin embargo, las fotos mostraban un hermoso país alpino, con bellas casas, campos y caminos.
- ¿Cómo están en el tema desocupación?, le preguntaba el periodista al príncipe gobernante, que se llamaba Franz o algo así.
- Bien, solo tenemos 16.
- 16 % está por debajo del promedio europeo
- No, no, no tenemos un 16 % de desocupación, tenemos 16 personas desocupadas en el país.
- ¿Cómo lo logran? En su país no hay pobreza, la lista para ir a vivir ahí está cerrada porque son millones de personas que quieren hacerlo, sin embargo no tienen casi territorio, ni petróleo, o materias primas.
- Tenemos dos cosas, muchísima libertad y bajos impuestos. Que en última instancia, si lo piensa, son la misma cosa.
Ahí le pregunté a mi maestro por qué los habitantes de un país estaban dispuestos a que los envíen a la muerte por territorio o recursos, que aparentemente no cambiaban su forma miserable de vida y no por verdadera libertad.
"Porque hay algo llamado El Sistema, vuelve a la gente parte de una Masa, un Estándar. Le anulan la capacidad de pensar. Por eso que no te preocupe que te cataloguen como Bellow Standard, o Above Standard, o Out of Standard, siempre y cuando no seas Estándar".
Me encantaría saber qué pensaría mi viejo maestro de lo que se vive hoy. Pero no es necesario, ya dijo todo lo que debía decir.