Egoístas y cobardes
Egoístas y cobardes
"Somos miembros de una sociedad inconsciente, egoísta, cobarde. Cada uno centrado en sus propios intereses, sin mirar siquiera a un costado. Los medios de comunicación incentivan desde hace décadas el materialismo y la ambición. Y la ambición sin esfuerzo, honestidad, solidaridad y moral nos conduce a la ley de la selva, y más despiadada aún, porque los animales depredan solo para vivir y el Ser humano depreda para satisfacer una estúpida e ilimitada ambición que lo conduce a una locura materialista, tan loca que los que rigen los destinos del mundo van a destruir la raza humana sin darse cuenta de que ellos también van a desaparecer. De Dios nadie se ríe; y ellos que se creen dioses son solo miserables cucarachas. Y para colmo en Argentina, nuestros representantes políticos, los que debieran ser ejemplo de virtudes, ya que tienen en sus manos el destino del pueblo, son, en su mayoría, seres egocéntricos, egoístas, mentirosos, corruptos, que piensan solo en su beneficio personal. 'Venían por los judíos, pero yo no era judío... ahora vienen por mí, pero ya es tarde'. Si dejamos nuestro destino en manos de los políticos y nos desentendemos, no tenemos futuro. Hagamos, todos juntos, valer nuestros derechos. 'Hace más ruido un solo hombre gritando, que cien mil que están callados', dijo José de San Martín".
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Golpe institucional
"Es para opinar sobre la marcha que hicieron los corruptos en contra del Poder Judicial. Para mi se trata de un golpe institucional hecho por corruptos y no por militares. Muchos de los que convocan a la marcha están procesados. Mientras, nosotros, los que trabajamos, los que no tenemos planes, o somos jubilados que ganamos la mínima, no tenemos derecho a protestar. Me parece que el Sr. Presidente recibe las órdenes de la señora, jugando a Chasman y Chirolita. Creo que el pueblo no puede apoyar esta marcha. Los corruptos deben estar en la cárcel y la gente honrada debe seguir trabajando para sacar a este país adelante. Gracias por publicar este mensaje".
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Censura
"Si el precio de pensar y expresar e intentar defender el derecho de los argentinos a hacerlo con respeto y libremente, sin los viejos temores a represalias de un reciente pasado, es ver violentada y allanada ilegalmente la propia morada, robadas computadoras, cámaras de fotográficas, y pertenencias de valor; entonces debo concluir que ese pasado jamás se ha ido. Me duele esta intolerante y torpe Argentina".
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Llegan cartas
La bicicleta de Luis Arturo (VIII)
Zigzagueando entre varios caminantes y evitando atropellar a alguno, no logro justificar un excusa que consienta a las personas a transitar por senderos que no son aptos para desarrollar ese tipo de prácticas, a sabiendas, de poner en riesgo su integridad y la ajena, sin contemplar las mascotas que los acompañan y de forma constante se cruzan de un lado a otro. ¿Cuál sería su proceder si yo realizara mi gimnasia, el ciclismo, en la vereda de su casa? Sospecho que no todos interpretamos de igual manera las normas de respeto y convivencia. "Haz el bien sin mirar a quién", es la frase que utilizaba Arturo, mi padre, cada vez que conversábamos sobre asuntos que no comprendíamos por interpretarlos provocativos. Muchas veces la oí, y aunque probablemente no fuera de su autoría, yo la consideraba propia, porque las cosas así se vuelven, a medida que las empleamos.
Imagino que cualquiera está capacitado a discernir lo bueno de lo malo. Seguramente, con respecto a los niños, sus progenitores tengan esa cautela, en orientarlos hacia el bien. A medida que vamos creciendo, siempre tenemos a alguien en quién apoyarnos para obrar con buen criterio, aunque no siempre sea el acertado.
Si arrancamos inconscientemente del error no llegamos a encontrar lo que estamos buscando. ¿Pero es nuestra responsabilidad estar confundidos? Sé que no puedo afirmarlo, lo cierto es lo que a mí se me antoja, aunque no sea la verdad. Suponiendo que viva una falacia, la realidad indica que lo que afirmo es. Es lo que alimenta mi cordura.
Me eduqué a partir de una disciplina y abrazándola intento persuadir a los demás que la sabiduría me mantiene. La paradoja me permite claudicar a posiciones que no estoy plenamente convencido de que puedo sostener. Ahí caigo en la cuenta de estar engañado.
No somos completamente buenos aunque ejercitemos la bondad, como tampoco enteramente malos si no sabemos comportarnos. Vivimos como actuamos, ni como queremos ni como podemos. Son nuestras actitudes las que marcan la diferencia.
Saltarnos las normas no nos convierte en rebeldes. Solo logramos volvernos insolentes, traspasando la línea sobre la cual transitan mis semejantes. Posiblemente el caos sería mayor si no existieran almas flexibles que soportasen mis transgresiones. Pretender que el mundo se rinda a mi proceder es haber vivido equivocado.
Si quiero enmendar injusticias, primero debo reconocerlas y no prevalece nada que advierta sobre renunciar a un espacio que pone en riesgo la sinceridad de los otros. Intentar la libertad es utópico. No forma parte de la naturaleza que nos constituye. Ambicionar un bosquejo es lo que nos sostiene a través de la vida, saltar obstáculos, cada vez más simples, pero siempre contenidos por nuestros prejuicios. Sobrevivir es la cuestión, aprender a adaptarnos es la propuesta que me plantean los modos. La comprensión es parte de la esencia, la trama que nos constituye y diferencia entre las otras especies.
Ensayar cómo tolerarnos es burlarnos de los diferentes. Es alienarse tras el líder de la manada. No puedo pensar por los restantes como tampoco es viable que lo hagan por mí. Volver a la senda evadiendo limitaciones me resulta frustrante, revela que no aprendí gran cosa. Dudo a la hora de tomar otro camino. Posiblemente temo que la soledad no me lleve a ningún lado.
Formo parte de una comunidad y aunque las reglas no se adapten a la avenencia, es mi obligación entender que tal vez el otro no las está desobedeciendo, solo se encuentra un poco desorientado.