SUSANA PIERONI (*)
SUSANA PIERONI (*)
Quiero dedicar este mensaje a todas aquellas mujeres valientes, que luchan día a día por lo y los que aman.
A esta historia la llamo "El secreto de un encuentro". En Juan, cap. 4, vers. 1 al 30, figura el conocido pasaje de "Jesús y la mujer samaritana"; ese encuentro junto al Pozo de Jacob. La Biblia dice que a Jesús le era necesario pasar por Samaria: Él tenía que revelar uno de los más grandes secretos que Dios busca transmitir hasta el día de hoy.
Haciendo un poquito de historia, en esa región de Samaria había cierta hostilidad entre judíos y samaritanos. No se llevaban bien. Los de Samaria eran una raza mixta, una cruza de sangre israelita con la de sirios. El conflicto era que los de Samaria pretendían ser reconocidos como israelitas. Se jactaban de que Jacob era su padre y los judíos lo negaban. El problema era por una cuestión de raza, lengua y religión. Y ellos no aceptaban a Jesús como el Hijo de Dios.
En Lucas 9: 51 al 56; en Juan 8: 48 al 52 se lee que acusaban a Jesús de ser samaritano y de que tenía demonios. Realmente, estaban ciegos. No tenían conocimiento de quién era Jesús; y a ese lugar de religiosos ciegos fue Él, llevando revelación, que solo la entendió una sola persona, una mujer, quien luego la compartió.
¿Qué enseñanza podemos sacar para nuestras vidas, en este relato? Es una historia apasionante porque, aun los mismos discípulos se asombraban de ver que el Maestro hablaba con una mujer. Hay dos cosas para mencionar y atesorar de este mensaje: 1) la revelación quita los velos religiosos. En Juan, cap. 4, vers. 20 dice que ellos tenían un conocimiento velado acerca del lugar en donde debían adorar. En el verso 22, Jesús les dice: "Ustedes adoran lo que no conocen, pero nosotros adoramos lo que conocemos"; y también le revela a la samaritana su vida personal. En los versos 15, 16, 17 y 18, Él le descorre el velo de lo que era ella y cuál era su condición como persona.
Jesús pasó por Samaria para quitar los velos religiosos y para que los samaritanos tuvieran conocimiento de quién es Dios realmente y lo que el Padre buscaba.
Ser religioso es pecaminoso, ciega el entendimiento y opera desde la ignorancia. El religioso cree en Dios pero no lo conoce. Va a la iglesia, pero no obedece los mandamientos, como los religiosos de la época de Jesús. Ministraban en el templo, pero no practicaban lo que ellos mismos predicaban. Jesús muchas veces los confrontó y les decía que eran ciegos y guías de ciegos. Otra de las cosas es que el religioso no conoce el propósito de Dios, porque es idólatra. Adora cosas, objetos, representaciones figurativas de una divinidad a la que se le rinde culto... (Éxodo 20: 4- 5), (Levítico 26: 1); (Romanos 1: 25). Debemos adorar solamente a Dios. La gloria, alabanza y honra pertenecen a Dios solamente (Apocalipsis 15: 4); (Nehemías 9: 6).
Pablo fue un religioso de la época. Él conocía la ley y la defendía, pero a la vez consentía la muerte de los cristianos. Lo que más identifica a un religioso es su vida no transformada. Cree en Dios, pero sigue siendo igual. No ha "nacido de nuevo". No tiene intimidad con el Espíritu Santo. Jesús se lo dijo a Nicodemo, en Juan cap. 3 vers. 5, que era necesario "nacer del agua y del espíritu".
Podría agregar muchas cosas más, pero eso era algo que vivían los samaritanos, al igual que muchos de nosotros hoy en día. A veces, adoramos lo que no sabemos. Además, el religioso no tiene permanencia, ni comunión con el Padre, ni con el Hijo.
Si leemos Hechos cap. 9, verso 20, vemos que Pablo era un religioso, pero cuando tuvo un encuentro con Jesús dejó de serlo: fue transformado y se volvió un seguidor de Jesucristo. Dedicó su vida a servir al prójimo, a la obra y a llevar el Evangelio por todo el mundo.
A los de Samaria, como a muchos de nosotros, el velo les fue quitado.
Aquí también aprendemos que Jesús no hacía acepción de personas. Cuando vemos a quién le dio revelación nos debemos quedar admirados: a una mujer pecadora. Jesús le revela que ella había tenido 5 maridos y que el que tenía en ese momento, no era su esposo. Quizás era una mujer mal mirada por todo el pueblo. Jesús bien podría haber ido a buscar a un sacerdote samaritano para revelarle lo que el Padre buscaba; pero no: fue a una mujer, además simple y pecadora. Ella estaba tan ciega como todos los del pueblo. Religiosos. Pero algo cambió desde ese encuentro con Jesús en el Pozo. A ella le fue revelado quién era Jesús, el Mesías. Y ella no fue egoísta: corrió y le contó a su gente y les dijo: vengan, he hallado un profeta que me ha dicho todo cuanto he hecho (verso 29). ¿No será este el Cristo? Y dice la Biblia que desde ese día, muchos samaritanos se convirtieron, reconociendo a Jesús como el Hijo de Dios.
Lo que más me conmueve de este fragmento es ver cómo caen los prejuicios de creer que Dios se revela a unos pocos y con cierto estilo de vida.
Jesús siempre le dio mucho valor a la mujer.
En Lucas 7: 36 al 50 vemos el valor de ser perdonada. La acción de la mujer pecadora, cuando Él entró en la casa de Simón. Ella no hacía más que llorar ante la presencia de Jesús, tirarse a sus pies. Con sus lágrimas se los lavaba y con sus cabellos los secaba, y allí Jesús le dijo que ella había sido perdonada de sus muchos pecados, por eso actuaba de esa manera.
María Magdalena, de quien salieron siete demonios, y eso no le impidió que siguiera y sirviera al Señor.
La mujer sorprendida en adulterio y que fue perdonada; y la samaritana a la que Jesús le reveló la voluntad del Padre: lo que Dios busca hasta el día de hoy, es decir adoradores, verdaderos adoradores y no religiosos.
Este texto intenta llevarte, mujer, a lo más profundo de tu corazón y alma. Nuevamente, pensando en la mujer samaritana, ese encuentro con Jesús CAMBIÓ SU VIDA.
Pensemos que nosotros muchas veces vamos a la iglesia, pero tenemos velos religiosos que no nos dejan ver y conocer realmente a Jesucristo y su propósito en nuestras vidas.
Bendigo la vida de cada mujer, de cada varón. Bendigo el día en que Dios le quita a cada uno los velos religiosos y nos convertimos en seguidores, apasionados, del único y verdadero Dios.
Dios bendiga ricamente a aquellas mujeres valientes, a las que no bajan los brazos y que por sobre todas las cosas le creen al Creador.
Bendigo esta palabra para que no vuelva vacía. Que sea como la lluvia, que moja la tierra y produce frutos. Más para aquel corazón que está apartado, en pecado; pero puede hallar a Dios, lo que Él busca y espera de nosotros.
(*) Cristiana evangélica