Comenzó diciembre, pero Alberto Fernández tiene varios frentes antes de cerrar el año
Las PASO, el candidato, las alianzas y el propio gobierno son cuestiones en las que el presidente cuenta con poco margen para establecer un eje de avance de cara a un 2023 que promete mayor tensión que los últimos meses.
Comenzó diciembre, pero Alberto Fernández tiene varios frentes antes de cerrar el año
Por compromiso, consulta a varios. Por cortesía, conversa con otros tantos. Pero, por confianza, sólo acude a puñado de cercanos. Alberto Fernández tiene pocos alfiles en su propio gobierno. Basta con repasar la danza de nombres en el gabinete nacional a lo largo de la gestión para entender que quien perdió la mayor presencia en la conducción de las distintas carteras es el propio presidente.
Por obligación, consensuaba con una sola persona y pese a que la portavoz presidencial se esfuerce en repetir que hablan a diario, se sabe que el diálogo franco y directo entre la fórmula que llegó a la presidencia en 2019 es inexistente. En lugar de ello, se da un híbrido de emisario y comentarios por elevación. Esa estrategia costó varios cargos. Es que, mientras Cristina Fernández genera un terremoto en la gestión de Alberto cada vez que habla con su elocuente teledirigido discurso, él la alaba en público pero desde su entorno se encargan de hacer llegar lo que realmente piensa. Así ocurrió con Moroni y Biondi, que fueron apuntados por la vicepresidente de “hablar de más” y terminaron fuera del gobierno.
Cuando no danzan muchos nombres es al momento de hablar sobre las próximas elecciones. El oficialismo reconoce que no hay muchas variables para intentar dar pelea: es Massa o Cristina. Cualquiera puede, inocentemente, reclamar considerar al actual mandatario. Lo cierto es que, más allá de su propia arenga para mantenerse vigente en la agenda política y los manifiestos públicos de Aníbal Fernández para mostrarse leal, Alberto Fernández no aparece como favorito en ninguna medición, perdió cualquier tipo de cohesión en la estructura de poder y “las cajas” están en manos del resto de la coalición.
Sergio Massa es el que juega más callado. Logró hacerse del ministerio de Economía y desplazar una de las sombras que amenazó con cuestionar su jerarquía dentro de la colación: Daniel Scioli, que debió volver a Brasil luego de que Massa no sólo desplace a su discípula Batakis, sino que absorvió las propios funciones que vino a desarrollar el exgobernador bonaerense al país. Otro ejemplo puede darse en la cartera de transporte, Massa nunca perdió vigencia a través de uno de los suyos en ese cargo.
Alberto Fernández tiene un círculo reducido. No solamente perdió ministerios como el de Defensa, tras autorizar a Rossi a ser candidato en Santa Fe y ser desacreditado por Cristina quien impulsó la llegada de un propio como Taiana en el lugar descuidado. También personas de confianza personal como Marcela Losardo (justicia), Gustavo Beliz (asuntos estratégicos) y Claudio Moroni (trabajo) salieron del círculo íntimo donde se toman las decisiones. El presidente sólo puede acudir a Julio Vitobello (secretario general), Santiago Cafiero (canciller), Vilma Ibarra (legal y técnica) y Gabriela Cerruti (vocera) cuando necesita un ida y vuelta sincero.
Por su parte, el tigrense lleva una gestión sin sobresaltos y logra disimular la sostenida suba del dólar, la inflación que no baja y la relativa reacción de los mercados a medidas, como precios justos o dólar soja II, que intentó posicionar como estandartes. Donde marca la diferencia es en la llegada a los sectores más alejados al kirchnerismo, la capacidad de mantener diálogos cara a cara con los máximos representantes de la política financiera estadounidense (con el exalcalde Rudolph Giuliani como salvoconducto en Norteamérica) y en evitar confrontar con aquellos sectores que cuestionan más duramente sus determinaciones, esa fue la clave que le permitió una presidencia en la Cámara de diputados sin mayores sobresaltos a la hora de negociar diversas votaciones de relevancia. Algo que Cecilia Moureau aún no logra. De hecho, Massa ni siquiera ve con interés dirimir poder con Alberto, no lo cree necesario y sólo se avoca a cuidar su performance económica.
Cristina Fernández tiene otra actitud. Se siente con ganas, con algo de fuerza y con necesidad de ser candidata. Temen que la fuerte imagen negativa no le permita llegar a la presidencia y saben que una derrota a ese nivel frente a posibles candidatos antagónicos como Macri, Bullrich o Larreta sería lapidario para su futuro. Por eso, en línea con lo dicho por la única voz autorizada a hablar por ella (su hijo Máximo), seguramente competirá electoralmente en 2023 aunque en un escalón que también conoce. Sería candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires, donde la gobernación de Kicillof y el acuerdo de intentes peronistas le aseguraría una campaña relativamente cómoda.
Para hablar de precandidatos, tiene que haber elecciones. Ahí otra cuestión que ocupa al presidente. Si bien él negó su interés en desarmar las PASO y su portavoz convocó al congreso a “tratar temas más importantes”, todavía hay un proyecto presentado en diputados y que puede ser tratado en cualquier momento. Se trata del presentado por el legislador Luis Di Giacomo que responde al senador Weretilneck, uno de los alfiles de Cristina en el senado y, quizá, futuro gobernador de Río Negro. Distinto ocurrió con el proyecto de Hilda Aguirre, que responde al gobernador riojano Quintela. En este caso se oficializó su presentación, tras “hablarlo con el resto del oficialismo”, pero se bajó ante la aparición de “mucho ruido” en la opinión pública. Una vez más, Alberto pulsea con su vice. La falta de cintura de Cecilia Moreau, con dos sesiones fallidas por falta de quórum en un solo día, juega a favor de los intereses del que ostenta el bastón presidencial.
La otra puja abierta es la de las calles. En los pasillos de Casa Rosada miran con resquemor el cierre de año y la situación económica en el primer semestre del2023. Temen que la situación llegue al peor momento del mandato y que la diluida excusa de la guerra, la pandemia y el macrismo no sea suficiente para contener escenas difíciles. Allí los sindicatos y gremios tienen un rol preponderante. Mientras no debe descuidarse que, justamente, los ministerios que más cambios sufrieron son los vinculados al desarrollo social y al trabajo, las alianzas continúan mutando. Poco se habló pero muchas insinuaciones generó el encuentro de Cristina con el único hombre de los movimientos sociales que parecía mostrarse aún cercano al presidente. Hablamos de Emilio Pérsico, del movimiento Evita, que pactó una especie de tregua de cara al 2023 con la vice tras un encuentro en el senado.
Con el Polo Obrero siempre en las calles, casi intrascendente por su naturalización, organizaciones como centrales como ATE y CGT pueden contribuir a un click que complique la tensión en las calles o asegurar un año electoral pacífico. Si Cristina es candidata a la presidencia y estos se mantienen aliados, Alberto puede afrontar meses muy difíciles antes de entregar el mandato. Si ella busca una banca en el senado, igualmente deberá el jefe de Estado acordar paritarias y condiciones económicas que convenzan a jeques sindicales como los Moyano. Por ahora, el mandatario debe sobrellevar diciembre y recién después pensará en el 2023.