“Nunca preparo mis charlas porque me interesa mirar la audiencia antes de hacer algún tipo de presentación”, arrancó el arquitecto Norberto Nardi en la conferencia que ofreció el pasado lunes en el Aula Magna de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL. Y su audiencia estaba compuesta en forma mayoritaria por estudiantes de Arquitectura y Urbanismo, profesionales, docentes y autoridades de esa casa de estudios; así que eligió hablar como un par, lejos de cualquier identificación con el significado de uno de sus diseños más conocidos en la ciudad: el edificio Atalaya.
Luego de varios años sin visitar esta capital, Nardi estuvo en Santa Fe y conoció espacios emblemáticos como el Museo de la Constitución; reconoció barrios que cambiaron su fisonomía, y recorrió algunas de las obras que diseñó varias décadas atrás: a algunas las revisitó con “placer” y de otras dijo que habían sido “maquilladas” y hasta “masacradas”.
Los datos formales aportan que diseñó obras premiadas en distintas partes del mundo y fue el creador del Plan Director de Santa Fe; que tiene más de 40 años de experiencia en la práctica profesional independiente, y que es fundador y socio principal de Nardi Associates LLP, firma internacional de diseño con oficinas en los Estados Unidos -donde vive desde hace décadas-, Hong Kong y México.
El currículum es largo e impresiona, pero el diálogo que mantiene con este diario y con colegas de la Fadu, previo a la conferencia, es claramente amable e informal. Y acompañado por el decano de la facultad Sergio Cosentino y la secretaria de Cultura municipal, Patricia Pieragostini, hablará de todo lo que dicen los papeles que resumen su trayectoria, aunque dejará una sola pregunta sin responder, la última, que contestará con creces en la disertación.
—¿Cómo encontró a Santa Fe?
—Hoy le decía al intendente José Corral (quien le hizo un reconocimiento durante su paso por la ciudad) que la encontré pujante. La definición que históricamente tuvo Santa Fe era de una ciudad “chata”. Como yo había decidido quedarme aquí, hice oídos sordos y preferí creer que lo chato se podía transformar en algo más. Lo traje a mi socio de ese momento, que era cordobés y cuando volvimos de Estados Unidos me quería llevar a su provincia. Muchos años después llego y encuentro una ciudad activa. Soy arquitecto y leo por los signos, como los videntes. Y me encontré con una Santa Fe pujante y activa.
—¿Dónde encuentra esos signos de pujanza en la ciudad?
—Los encuentro en algunas transformaciones clave. Tuve la oportunidad de recorrer la ciudad. Fui a visitar el Museo de la Constitución, y vi la renovación de la zona de Centenario. También, cuando venía en ómnibus, vi las zonas de miseria, pero eso no es específico de Santa Fe. Y noté una cosa interesante: yo sé lo que está viviendo el país pero observé una actitud positiva en la ciudad.
—¿Cómo fue volver al Atalaya (el edificio que diseñó a fines de los 70 y donde estuvo alojado por unos días)?
—Fue interesante y gratificante por dos razones: primero, porque el edificio (ubicado en La Rioja y Belgrano) fue terminado en el año 79 y ha resistido al deterioro del tiempo. La arquitectura se arruga tanto como los seres humanos y me gustó no verlo tan arrugado. Lo segundo es que a pesar de que el 80 % de mis obras de hace 40 y pico de años han sido maquilladas, y alguna de ellas masacradas, el Atalaya no. No sé si fue muy difícil hacerlo, o a la gente le dio más vergüenza o lo quisieron más. Quiero pensar lo último porque me conviene. Hoy tuvimos el placer de visitar una de mis obras; y digo “placer” porque está impecable. Y otra, en bulevar Gálvez y Güemes (frente a la Casa de la Cultura) que está abandonada y podría ser un centro de homeless.
— Cuando se fue se decía que era una ciudad “chata”. Ahora se fue para arriba.
—Decía “chata” emocionalmente. Mi hermano (Héctor Nardi) fue secretario de Cultura y director del Liceo Municipal. A través de mi hermano y su familia seguí la trayectoria de la ciudad y siempre me llamó la atención que en aquella época, con una base cultural interesante, se viviera un fenómeno de autodestrucción y negativismo al decir “somos una ciudad lagunera y es lo único que podemos ser”. Y hoy noto, no solamente los edificios, sino también otra actitud.
—¿Qué pasó con el Plan director que elaboró a principios de los 70?
—La historia política de aquella época fue muy interesante, porque hubo vaivenes extremos, desde el gobierno de Puccio, que representaba al gobierno militar, hasta el gobierno de Campagnolo. En los dos gobiernos funcioné como director de Planeamiento. Era un tecnócrata tratando de pensar cómo hacer una ciudad con dos mentalidades muy diferentes: tuve que crear un equipo de trabajo y convencer a estos señores para que entiendan que Planeamiento no era Leonardo Da Vinci sino todo un proceso. Lo primero que hicimos fue recabar una data que la ciudad nunca había tenido y a partir de ahí me puse más romántico o visionario, y dije: la ciudad tiene que ganarle el río, que era la idea fuerza. Cuando uno planifica y hace arquitectura, tiene que encontrar alguna idea fuerza que diga “esto es lo que se quiere hacer, todo lo demás va a ayudar a llegar a ese punto”. Tuve que hablar con Barletta que era director de Vialidad, y con Cabral, de Hidráulica, y estudiar qué posibilidades había para rellenar El Pozo. No le puedo decir la satisfacción de estar sentado acá (la Fadu funciona, precisamente, en Ciudad Universitaria de El Pozo) y que eso se haya hecho. No se hizo por mí pero puse una especie de semillita que ayudó para que sucediera.
—El planeamiento es fundamental para toda acción que se desarrolle en una ciudad. ¿Qué experiencia tiene de otros lugares, además de Santa Fe?
— Después de ser director de Planeamiento Urbano aquí, me contrató la Municipalidad de Esperanza para hacer el plan regulador, básicamente con el mismo equipo con el que habíamos armado el plan de Santa Fe. Pero trabajé en otras partes, como en China donde hice desarrollos grandes. En Holanda terminé un proyecto en Delft, que es donde está la universidad. La planificación es complicada porque lleva un proceso sumamente largo, entre la generación y la concreción de la idea, y como tiene un componente político y comunitario altamente significativo, (hay que evaluar) las posibles alteraciones de las ideas básicas. Estados Unidos, que es una democracia, está atrasado hace 30 años en hacer un tren bala; lograron construir un puente en un lugar remoto de Sacramento, California. Hace 26 años que empecé a ir a China: es una dictadura y no apoyo ese régimen, pero ahí dijeron: “Vamos a hacer un pequeño experimento de 15 millas”, lo construyeron y en un viaje el año pasado con mi esposa tomamos el tren bala desde Beijing a Shangai y desde allí a Hong Kong, a 230 millas por hora: todo el territorio chino en la parte este está cubierto por el tren bala que fue planificado y funciona bien. No estoy saludando un gobierno dictatorial, pero hablo de la dificultad entre la planificación y la acción. Y Santa Fe, donde nunca hubiera pensado que funcionaría, funcionó. Quiere decir que no es imposible creer que aún en un país con tantas dificultades económicas como el que tenemos se pueden hacer cosas.
—En estos días se está discutiendo en Naciones Unidas el tema del cambio climático. ¿La cuestión ambiental está presente en la planificación?
—En este momento está en todos mis proyectos. Estoy haciendo un proyecto en pleno corazón del Downtown de Los Ángeles: es como un gran árbol porque se autogenera en energía. Hoy, únicamente alguien como Trump puede negar que haya una amenaza ambiental. El medio ambiente y la sustentabilidad ya no son solo una discusión de Naciones Unidas, debería ser la conciencia individual de cada persona que camina sobre el territorio. Sin llegar a Al Gore (ex vicepresidente de EE.UU. y defensor del medio ambiente) ni al extremo del actual gobierno americano que niega la crisis ambiental, vamos a tener que ser cosncientes. Los arquitectos tenemos que ser pioneros en eso.
—¿Qué le puede decir a los estudiantes de Arquitectura?
—Escúchenlo en la conferencia, no lo voy a decir ahora. Si no, es como descubrir quién es el criminal.
Y fue así como el primer tramo de la conferencia estuvo dirigido a estudiantes de Arquitectura y Urbanismo, y antes de exponer sobre algunas de sus obras, les dijo:
—“Tengo proyectos en varias partes y conozco que una de las grandes preguntas que se hacen quienes estudian Arquitectura en el país, mientras sueñan con los talleres y miran la puerta de salida, es: “Ahora qué hacemos, ¿vamos a ser taxistas o arquitectos?”
— “No importa en el país que vivan, en el sistema que vivan, sea en China donde hace 25 años que trabajo o en el capitalismo americano o con mis conexiones en Europa o mi experiencia en Santa Fe, Buenos Aires, Paraná, Mendoza o Ushuaia. En nuestro DNA cada uno tenemos esa creencia de que podemos fabricar sueños y que esos sueños se van a transformar en realidad. No importa si son publicados o no”.
—“Nosotros producimos algo, generamos una idea. Si tenemos suerte, esa idea se construye y como la producción arquitectónica tiene una trascendencia de largo tiempo, el autor desaparece”.
— “La profesión de la arquitectura es difícil porque es demandante y está enjuiciada por los ojos de los otros. La crítica produce un nuevo reajuste del proceso creativo que, normalmente, da como resultado un mejor proyecto”.
— “El proceso creativo implica siempre una exposición de lo que somos, lo cual nos hace vulnerables y cuando está juzgada por ojos ni siquiera profesionales, tiene un efecto negativo y puede producir la inmovilidad y la negación de seguir pensando en forma creativa. Si esto no ocurriera, seríamos copiadores de otra cosa”.
—“Tienen que producir lo que creen que es lo mejor y tratar de no rendirse a la presión del medio”.
— “Ésta es una profesión que constantemente está en un sube y baja; es una profesión de fe”.
En el diálogo personal, en la conferencia y en el material de presentación se recuerda que durante la intendencia de Conrado José Puccio, Norberto Nardi estuvo a cargo de la Dirección de Planeamiento Urbano. Desde allí, y con una mirada territorial, surgió en 1973, el Plan Nardi, y más tarde, el Plan Director de Santa Fe que fue publicado recién en 1980. Pero, según la Arq. María Laura Bertuzzi y el Arq. Luis Müller (2004), “materiales anteriores permiten ver la inédita propuesta de crecimiento de la ciudad hacia el este. El estímulo de esa nueva dirección de crecimiento fue justificado por la concentración de infraestructura y servicios que posibilitó re-centrar el desarrollo urbano y por el importante aumento de movilidad, producido desde la habilitación del Túnel Subfluvial (1969), que dio lugar a una urbanización más extendida y, de algún modo, afectada por la relación con Paraná”, se explica.
Así fue como el plan definió “además de la densificación del área central, una fuerte jerarquización y tipificación de tránsitos, la consolidación de un anillo de circunvalación, un nuevo cruce de la laguna Setúbal y la determinación funcional y ocupacional de las distintas áreas urbanas, con una concentración de funciones industriales y de transporte en el borde oeste”.
Norberto Nardi participa en proyectos de América del Sur, Central y del Norte, el Caribe y Asia y fue uno de los siete arquitectos estadounidenses que fueron seleccionados para participar en la prestigiosa Bienal de Arquitectura de Venecia 2018.
Tiene maestrías en Arquitectura de la UNC; la UCSF, la UBA y en Diseño Urbano de la Universidad de Columbia, Nueva York. Es Profesor Emérito de Arquitectura en el Sistema de la Universidad Estatal de California, enseñó Arquitectura y Diseño Urbano en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans, y la Universidad de Rice, Houston, TX, y dio conferencias en diversos países. Es autor de “Bridgingthe New World”, libro que explora la creatividad cultural examinando espacios creados por el hombre.
Su obra arquitectónica ha sido reflejada en el libro de 2014, Ferradás&Nardi: Arquitectura y Desarrollo, escrito por el Arq. Gabriel Biagioni y publicado por la UCSF.