Autocensura y miedo: los efectos reales del ataque virtual hacia mujeres periodistas
Un estudio regional indagó en las consecuencias que tiene la violencia que se ejerce a través de las redes en el ámbito laboral, familiar y personal de profesionales "con voz pública". También incluyó a la Argentina, donde los discursos de odio van en aumento.
Autocensura y miedo: los efectos reales del ataque virtual hacia mujeres periodistas
En el año 2022 vio la luz el resultado de una investigación sobre "Violencia de género en línea hacia mujeres con voz pública. Impacto en la libertad de expresión", que estuvo a cargo de tres periodistas argentinas pero recogió testimonios en 15 países de la región.
Allí se concluyó en que esa forma de violencia afecta el trabajo, la libertad de expresión y la calidad informativa del medio en que se desempeñan las comunicadoras; y, por elevación, a la calidad democrática.
Florencia Alcaraz, Ingrid Beck y Paula Rodríguez son periodistas y autoras del informe que data de dos años atrás pero que tiene plena vigencia y clama por una actualización: por un lado, porque el crecimiento de las redes sociales fue exponencial en este período y por el otro porque, al menos en la Argentina, los discursos de odio contra periodistas que parten, incluso desde las más altas esferas del poder nacional, fueron en aumento en cantidad y en gravedad.
Las tres expusieron este jueves en un panel virtual que estuvo moderado por Martha Ramos, directora editorial de Organización Editorial Mexicana (OEM), y presidenta de la Comisión de Equidad de Género y Diversidad de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
La investigación estuvo a cargo de tres periodistas argentinas pero recogió testimonios en 15 países de la región.
El estudio, pionero, se realizó a través de entrevistas en profundidad y anónimas a colegas de 15 países de la región. Además de la Argentina, están representados allí Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela. Recoge el testimonio de mujeres "con voz pública", más allá de su adhesión o no al movimiento feminista.
Entre otras conclusiones, figura que "existe sesgo de género en los ataques", y que la "violencia sistemática en línea tiene por objeto lograr un silenciamiento". A tal punto este último objetivo se cumplió que dos de las entrevistadas se fueron de su país por efecto de los ataques en línea, y una más "se exilió por un tiempo". Dos prefirieron retirarse por un período de la actividad.
En cuanto al sesgo de género, las entrevistadas refirieron un mayor ensañamiento y más descalificaciones que con sus colegas varones y, pusieron el foco en las amenazas de "violación" dirigidas hacia ellas y sus hijas e hijos. Si: la amenaza de daño físico más frecuente es la violación; "la acción disciplinadora por excelencia", coincidieron las autoras.
"Se habla aquí de violencia en línea ejercida de manera sistemática", aclararon las autoras. Es un fenómeno que crece de manera exponencial en los últimos años: en 2019 eran 2 de cada tres periodistas afectadas por esta práctica, una relación que se "queda corta" en la actualidad. Pero en cualquier caso, lo que queda claro es que la virtualidad es el medio pero los efectos son reales.
Ahora bien: ¿a qué estrategias se apela para evitar estos ataques? "El 80 % de las fuentes consultadas dijo que limitó su participación en redes para opinar o debatir sobre un tema. En lo que hace a sus trabajos específicos, el 40 % se autocensuró: evitó escribir, cubrir o hablar de un tema que estaba cubriendo en el ámbito en el que se desempeñaba". Pero además, "un tercio cambió de puesto laboral, la mitad tenía miedo de perderlo y a la cuarta parte la habían despedido o no le renovaron el contrato".
Los efectos trascienden al ámbito laboral: el 80 % de las mujeres que participaron del estudio teme por su integridad física y por su vida. Y el 100 % percibe que las amenazas y agresiones son vistas como las "reglas del juego del periodismo", concepto sobre el que se volvió una y otra vez en el debate para concluir en que es inaceptable: la violencia digital no puede ser parte de la rutina laboral.
La autocensura aparece como un efecto directo de los ataques en línea, e implica, por ejemplo, dejar de escribir o cubrir sobre determinados temas o hacerlo más espaciadamente; no hacer determinadas coberturas en espacios públicos, por temor a ser agredidas; dejar de consultar fuentes por temor a ser rechazadas, y limitar la participación en columnas de opinión.
Y si los efectos son a nivel laboral y familiar (a veces es el propio entorno el que pide a una comunicadora en esta situación que se aparte de un tema o de una sección), también se observan a nivel de salud mental. Ansiedad, miedo permanente, pérdida de motivación y de autoestima, sensación de soledad en sus entornos laborales son algunos efectos reales del hostigamiento virtual.
¿Qué hacemos?
Hecho el diagnóstico, la presentación del jueves puso el foco en lo que ocurre en las redacciones en las que están insertas las periodistas. Y más todavía: qué se espera de las personas a cargo del lugar de trabajo. Por eso el panel se tituló "Por qué la violencia de género en línea debe preocupar a los editores".
"Hay un desconcierto en las redacciones; una brecha entre los protocolos con perspectiva de género (que las propias comunicadoras elaboraron) y las empresas periodísticas", evaluó Alcaraz. Sin embargo, hay allí un posible puente entre las plataformas, y los sindicatos y escuelas de periodismo para abordar una temática vigente y creciente.
¿Otra posibilidad? "Sumar mujeres en los espacios jerarquizados como una forma de combatir estos ataques". Una suerte de "escudo" es el que proponen las autoras del estudio.
Mientras tanto, recomiendan a "jefes y jefas estar alertas" y "no correr a las periodistas de su puesto laboral por los ataques recibidos, explica Rodríguez, conciente de que "a las y los periodistas nos cuesta ser parte de la noticia pública porque nos corre de lo que consideramos que debe ser nuestro lugar profesional".
El informe suma recomendaciones que involucran a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. En tanto, aclara que las plataformas y los medios de comunicación "también son actores centrales con responsabilidad a la hora de prevenir, frenar y sancionar este tipo de violencia. Por eso también se recomienda impulsar ciertas acciones, además de un acompañamiento a la persona afectada por esta forma de violencia.
¿Y por casa?
Como se dijo, el estudio fue realizado en 15 países, incluida la Argentina donde los ataques a periodistas (no solo mujeres) se incrementaron de manera drástica en los últimos meses. De hecho, por estos días es tema central en la comisión de Libertad de Expresión de la Cámara de Diputados de la Nación donde se aguarda el testimonio de organizaciones y de una larga lista de profesionales.
Entonces, si bien no se hizo foco de manera particular en nuestro país "conocemos la situación", señalaron las panelistas, a la vez que revelaron que Pedro Vaca, relator especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), reveló en una entrevista a seis meses de la actual gestión nacional que "nunca hubo tantos pedidos de ayuda y alertas en relación a la libertad de expresión".
"Cuando los ataques son direccionados desde voces oficiales son doblemente graves porque están promovidos hacia algunas mujeres periodistas; no solo a las feministas a quienes el Presidente nos puso como enemigas, sino a aquellas que tienen voz pública", cerró Alcaraz para concluir en que espacios de difusión y reflexión son fundamentales para evitar que estos episodios, ya de por si graves, se transiten además en soledad.
El informe completo se puede consultarse en la pagina de Alianza Regional.