Viernes 17.9.2021
/Última actualización 18:11
“Si es así, los abogados te dirían que fue un intervalo lúcido”. Me lo comentó un agudo -docto- observador, cuando le señalé que sólo a última hora del miércoles de furia, se concibió el contacto telefónico de Cristina Fernández y Martín Guzmán. La vicepresidenta le aclaró que no pedía su renuncia; evitó una corrida cambiaria y tal vez bancaria en la mañana del jueves.
Es que a medianoche cerraba el plazo legal para presentar el presupuesto, que no prevé pagos al organismo. Si los mercados advertían que el gobierno se quedaba sin el ministro que negocia con el FMI para que así sea, la implosión política del Frente de Todos hubiese sido, además de una amenaza institucional, una catástrofe financiera.
No hay manera de concebir que muchos de los altos funcionarios kirchneristas en el Ejecutivo, hubiesen presentado su renuncia juntos, a no ser por una orden de la vicepresidenta, que abordó por la espalda a su mentado presidente.
El sincericidio de la diputada nacional cristinista Fernanda Vallejos, acusando de “ocupa” al Jefe de Estado, su reclamo para imprimir plata e intentar recuperar voto, su destrato al titular de Hacienda, evidencian que en horas de furia -enceguecida por falta de culpables o cajas que asaltar- Cristina reaccionó embistiendo sin ajustar sus cálculos.
Le desconfiaron de uno y otro lado a Sergio Massa, puesto a componedor; es un mérito que ganó en propio protagonismo: nunca definió su posición. ¿Se animaría a ser un superministro de esta coalición electoral que se disputa el poder a despecho del país?
Cualquier inestabilidad emocional, política, institucional -o todas ellas al mismo tiempo- es disfuncional a la necesidad de ganar confianza y recuperar votos. La conmoción que generó Cristina se mide por la magnitud proporcional de las reacciones: gobernadores e intendentes no hubieran salido en apoyo del presidente si no lo consideraban inestabilizado. Lo mismo vale por los anuncios de marchas de respaldo del Movimiento Evita o de la CGT, más allá de que con el correr de las horas, el propio Alberto bajó los tonos.
El presidente prometió mantener la unidad del Frente de Todos. Como en una pareja, está claro que cuando uno no quiere, dos no pueden. Necropsias al margen, el analista Marcos Novaro sugiere -para entender a este gobierno- la figura de un Frankenstein armado con partes impropias, que termina devorando a sus creadores.
Pero la novela no ha terminado. Las elecciones generales aún no suceden y el presidente ha afirmado que tomará el mando. Si es el caso, le llevó dos años asumir el cargo. En caso de que pueda esta vez sostener su palabra, tendrá chances de encauzar alguna racionalidad institucional y administrativa, con costos electorales que el Instituto Patria no está dispuesto a asumir .
Es el mismo instituto donde se sentaron Marcelo Lewandowski, María de los Ángeles Sacnun, Roberto Mirabella y Magalí Mastaler el día que Cristina volvió a la sede de la entidad, tras un acuerdo con Omar Perotti. El cristinismo -el kirchnerismo- está en las listas del Frente de Todos. Ricardo Olivera, presidente del PJ provincial, dijo que “pagamos las consecuencias del escenario nacional”; lo hizo para explicar la derrota del peronismo en Santa Fe, horas antes de que estallara la grieta en el oficialismo.
A diferencia de algunos de sus pares, a similitud de Massa, el gobernador de Santa Fe se mantuvo en silencio respecto de las convulsiones en la Casa Rosada. También su equipo de gobierno. No hubo respaldos a Alberto en lo institucional, ni desaires a Cristina, con la que arregló políticamente para ir a internas. La Cámpora habita ahora en las nóminas que lleva el peronismo santafesino para los comicios generales. Está en su derecho... ¿y en la conveniencia de Perotti?
La senadora Sacnun votó a favor de la ley de biocombustibles que promovió el diputado camporista Marcos Cleri, aún cuando la Casa Gris y en especial el senador Mirabella se opusieron por afectar intereses santafesinos. ¿Qué harían en el futuro los legisladores nacionales kirchneristas si Cristina les ordena ir una vez más en contra de los intereses santafesinos?
Los cupos de exportación de carne recortaron empleos y dólares a Santa Fe. La Hidrovía está manejada desde la porteña Administración General de Puertos, a pesar de todas las promesas federales. Hidrocarburos pasó a ser ley de promoción mientras biocombustibles tiene prohibido el ingreso de nuevas empresas al recorte de expendio en surtidores. Santa Fe paga retenciones; las provincias petroleras cobran regalías.
Tal vez haya que encontrar en esas decisiones que se van sedimentando en la conciencia electoral santafesina, la explicación de algunos detalles de las Paso. En las cuatro secciones electorales de la ciudad de Rafaela, a pesar del rostro de Omar Perotti en las boletas para Senador, Juntos por el cambio duplicó los votos del Frente de Todos.
Vacunas, escuelas cerradas, inflación, balaceras y muertes… las causas del voto no pueden sesgarse. Pero si el escenario nacional es, como dice Olivera, explicación de la derrota provincial; si la radicalización kirchnerista asusta más de lo que convoca, entonces en la propuesta electoral que concibió el oficialismo santafesino, habita quien habrá de definir la batalla electoral. Como en el caballo de Troya, excepto que, si es el caso, está en el patio de la Casa de Gobierno.