Martes 14.12.2021
/Última actualización 11:24
Juan Carlos Mercier recuerda con precisión casi fílmica los traumáticos acontecimientos que signaron la economía del país como consecuencia de la crisis de 2001. Y así los recuerda en diálogo con El Litoral, en un relato entre técnico y coloquial, que abarca años sucesivos, alterna escenarios entre el microcentro porteño y la orillas de la Laguna Setúbal, y es protagonizado por figuras que signaron ese proceso histórico. Y que desfilan nítidas por su memoria, como personajes de un drama en desarrollo.
"Claramente era uno de los momento mas difíciles del país desde el punto de vista socio económico. Argentina había padecido procesos de hiperinflación que se habían curado de alguna manera o aletargado con la convertibilidad. En esos primeros años la gente disfrutó de lo que es la estabilidad económica financiera. Un peso-un dólar implicaba, para quienes habíamos vivido la hiperinflación del 400 % mensual, creer que se había encontrado la solución al problema".
- No, porque con el correr de los años, a pesar de las transformaciones que se hicieron, el equilibrio fiscal no se terminó de alcanzar, y eso produjo una progresiva desconfianza acerca de si la Convertibilidad era el remedio para todos los males.
- Esto hizo impacto en la gestión de Fernando De la Rúa…
- Yo recuerdo que cuando asumió había un panel como de 15 personas, lo cual indicaba que era un gobierno compartido. Por lo tanto, la salida de Chacho Alvarez fue una de las explosiones, lo debilitó. Pero cinco días antes de que asumiera, el 6 de diciembre nos llamaron a los gobernadores y ministros de Economía al CFI, y su equipo económico proponía un plan para reinsertar el equilibrio fiscal. Pero la propuesta era aumentar los impuestos, todos creíamos que eso iba a traer más recesión; sobre todo en la provincia de Buenos Aires.
- Era un contexto en que crecía el gasto público en forma desmedida (que no era el caso de Santa Fe, donde incluso Jorge Obeid había tomado algunas medidas precautorias, como la ley de Emergencia Económica), y en la provincia de Buenos Aires sobre todo, al terminar la gestión de (Eduardo) Duhalde. Y yo recuerdo que en la anterior gobernación de (Carlos) Reutemann, la relación era de que un presupuesto de Buenos Aires equivalía a tres de Santa Fe. Y ahora ya equivalía a cuatro. Y asumía (Carlos) Ruckauf en una condición crítica. Eso más los devaluacionistas, que encabezaba (José) De Mendiguren (porque supuestamente el cerrojo al tipo de cambio no les permitía competir), hicieron que fuera un proceso político social y económico degradante y que terminó con una recesión mayor y con una crisis política profunda. En el transcurso de esa crisis, De la Rúa busca a (Domingo) Cavallo como salvador. Cavallo no vuelve con su equipo, sino con colaboradores de emergencia. Y yo tuve la oportunidad de opinar, en un congreso profesional, y fui uno de los pocos que propuso la salida de la Convertibilidad, pero a través de una cesta de monedas; mantenerla con las tres o cuatro monedas de los países con los cuales comerciábamos en ese momento, que eran EEUU, los de Europa, Brasil, Rusia, China. Y con sus respectivas monedas hacer una cesta de monedas e ir haciéndolas flotar.
- Pero lo que se hizo fue otra cosa..
- Cavallo apuntó a no salir, y en algún extremo salir con una dualidad, que eran el euro y el dólar. Pero a la vez, las negociaciones con el Fondo se iban agrietando, y se les empezaron a cerrar todos los mercados al país. En ese momento, esa pérdida de financiamiento hizo que Cavallo propusiera a todas las provincias, en una reunión del CFI, transferir las deudas de las provincias a la Nación y que él se encargaba de renegociarlas, pero a cambio le cediéramos un 15 % de coparticipación. Yo recuerdo que estaba con Reutemann, y detrás estaban Néstor Kirchner y Julio De Vido. Y le dije al gobernador que no. Porque había alguna deuda que había tomado Obeid con la privatización del banco, y yo le dije que me animaba a que la manejemos nosotros, y no perdamos el 15 % de coparticipación. Cuando Kirchner escucha ésto se pliega, y tienen un tole-tole con Cavallo, porque Cavallo le dice "claro, vos tenés los 500 millones de dólares que yo te dí por la privatización del banco y por eso te sentís fuerte". Ese fue el momento en que Kirchner se levanta para pegarle, y lo para Adolfo Rodríguez Saá, que era el que presidía la reunión. Ahí nos sacan a los ministros y siguen los gobernadores. Ese fue uno de los momentos críticos, donde ya se veía que se podía llegar hasta a las trompadas.
- ¿Y en qué punto aparecen las cuasimonedas?
- Para sostener la Convertibilidad, Cavallo había puesto déficit cero en el presupuesto, y para eso había que hacer unos ajustes fenomenales. Entonces las provincias empiezan a emitir cuasimonedas. Fue después de una medianoche en que nos reunimos todos los gobernadores (menos Ruckauf) y los ministros de Economía en la Casa de Salta, y Cavallo dice que va a emitir una cuasimoneda a nivel nacional, que eran las Lecop. Era una manera de salir de la convertibilidad. Una moneda que se iba a poder utilizar únicamente en el interior del país, y además para pagar impuestos nacionales. Y a la vez, se autorizaba a Buenos Aires (a espaldas de las demás provincias) a emitir el patacón. O sea que iba a poder emitir su propia moneda, y que los ciudadanos paguen con eso, pero las demás provincias no. Entonces ahí Gildo Insfrán saca un papel y dice "yo ya tengo el bocanfor". Yo lo miro y le digo: "Bueno, vos desde el Código de Hammurabbi para acá, violaste todo con eso, supongo que vas a ir preso". Hasta el cable se podía pagar con eso. Entonces, en un momento de iluminación, digo "ley de Gresham". Se da vuelta José Manuel de la Sota y me pregunta: "¿Quién es Gresham?". Y yo le dije que es alguien que hace cinco siglos explicó que cuando uno pone en circulación dos monedas, la de menor calidad pierde su valor, y le baja los ingresos a la gente. Con lo cual pasaríamos a tener ciudadanos de primera y de segunda. Y nosotros en el interior, íbamos a ser los de segunda.
- ¿Y cómo siguieron después de eso?
- Nos fuimos con el Lole a la Casa de Córdoba. Era medianoche, no había nadie. De la Sota agarra el teléfono y dice: "Mingo, acá Mercier te va a explicar por qué no quiere emitir cuasimonedas". Fue una charla dura, sincera, y explicándole que él como hombre del interior, de San Francisco, no nos podía pedir eso. Después salimos de ahí caminando con el Lole, y yo le dije: "Mirá, yo no voy a emitir. Si vos te ves obligado a hacerlo, yo me voy". Y me dijo: "No, si vos estás convencido, seguimos así". Y así fue. No emitimos, no le cedimos la deuda a la Nación, no perdimos el 15 % y tuvimos lo suerte después de cobrar todo. Pero a los dos meses, en la Comisión Federal de Impuestos, yo empiezo a ver que faltaba algo en la recaudación: no entraban los patacones de la provincia de Buenos Aires. Y cuando le pregunto al secretario financiero, que era de Buenos Aires, se quedó mudo. Así que le dije: "No, sumá los patacones". Porque Buenos Aires recauda más de lo que percibe, y esa masa sobrante se distribuye entre las demás provincias. Así que se hizo una comisión investigadora, aparecen los patacones. Para ese momento habían puesto legisladores a cargo de Hacienda, y estaba Oscar Lamberto. Que me llama y me dice "te voy a pagar, pero no te puedo dar pesos. Tienen que ser patacones". Yo le dije que no, que por los menos pagaran en Lecop, que eran nacionales. Así que había que ir con una caja de caudales y traerlos, y acordar con los gremios para que nos acepten que paguemos el 20 % en Lecop, que iban a poder usar para pagar impuestos nacionales, y así evitábamos una devaluación. Y funcionó, mientras en las demás provincias había cuasimonedas, que valían la mitad que los pesos.
- Pero la crisis no se pudo impedir…
- Todo esto llevó a lo que, a mi juicio, fue un golpe de estado civil, que se desencadena desde la provincia de Buenos Aires. Por la crisis, porque el patacón no alcanzaba, la transferencia de deudas al Estado nacional se convirtió en deuda con el Estado nacional, y la emisión se terminaba transformando en deuda en pesos con el Estado nacional. En los años sucesivos, la gran mayoría de las provincias tuvo una fuerte dependencia política e institucional. Quedamos afuera de eso Santa Fe, gobernada por Reutemann y después por Jorge Obeid; San Luis, gobernada por Rodríguez Saá; Santa Cruz, gobernada por Kirchner; La Pampa y no sé si Santiago del Estero. Las demás, cada vez que tenían que pagar deuda, se la refinanciaban condicionando las cuestiones políticas y sociales. Entonces, esa salida de la Convertibilidad se da con una angustia tremenda. Yo me enteré, de pura casualidad, que (Jorge) Remes Lenicov, que ya había sido nombrado ministro nacional por Duhalde, estaba reunido en el Banco Provincia de Buenos Aires con Jorge Todesca y otros más, y habían calculado que el desfase llegaba al 40 %. Entonces con un dólar a 1,40, pensaron que iba a funcionar. Pero el país había perdido credibilidad, con la crisis, con los cinco presidentes en una semana, con el default aplaudido en el Congreso, sin crédito en el mundo. Entonces, cuando Remes Lenicov dijo por televisión que el dólar iba a estar a 1, 40, se fue a 4 pesos. En una semana. Después bajó de a poco a 3. Pero a nosotros en Santa Fe, los laboratorios le pedían al por entonces ministro de Salud, Carlos Parola, entre 7 y 8 pesos por dólar para que le vendieran los medicamentos.
- Y no se pudo seguir adelante con la obra pública.
- Hubo que rescindir todos los contratos, porque no podían seguir las obras, porque con la Convertibilidad no podían hacer ajuste de precios. Remes pagó los costos de la devalueta y se tuvo que ir a los 30 días, y cuando asume (Roberto) Lavagna, intenta recomponer un sistema de variación. Pero hubo que rescindir todo. Lo único que pudimos salvar fue la obra del Puente Colgante, que se hizo con precio fijo e inamovible.
En agosto de 2002 recién pudimos advertir que empezaba a subir la recaudación. Y en esos días, sin ningún acto, tres personas, el ingeniero Vega, yo y Mercado del Banco Mundial, hicimos la recepción de la reconstrucción del Puente Colgante, sin ningún globo y sin tirar petardos, por el rechazo que había tenido la obra desde Rosario y algunos sectores santafesinos, que veían eso como una extravagancia mía. Y en realidad era la frutilla del postre de todos los santafesinos, que habíamos logrado salir adelante sin emitir cuasimonedas, ni endeudarnos, y seguir con todos los servicios esenciales. "Que no falte ni pan ni remedios", fue la frase de Reutemann, y así pasamos la crisis. Con mucho esfuerzo, y algunos logros que yo creo que la gente valoró,
D.R- A 20 años, ¿queda alguna enseñanza de lo que pasó en aquellos días?
-Los hechos están demostrando que no aprendimos nada. Cuando nosotros salimos de la hiperinflación y entramos en la Convertibilidad, fue algo muy lindo, poder disfrutar de que tu salario siguiera valiendo lo mismo todos los meses, y que no hubiera que salir a comprar de manera desesperada, y había abundancia de productos, y había crecimiento. En las empresas pasó a ser fundamental la eficiencia, tener un un buen gerente de costos. En la actualidad, tener un buen contacto político para sacar una prebenda y un subsidio es lo que marca la diferencia entre una empresa eficiente y una ineficiente. Y eso hace que mucha gente crea que el esfuerzo no vale la pena, que no hay que esforzarse en estudiar, en trabajar, en reponer stock, en manejarse con un margen de utilidad chico, que el salario sea digno y que a través de él se acceda a la salud, a la educación, todo eso se ha perdido. Y se está perdiendo cada vez más. Porque no terminamos de asimilar que la madre de todos los males es tener una moneda espuria, como decía Gresham. Y hoy nosotros tenemos una moneda espuria, aunque sea una sola. Es espuria con relación al dólar, al euro, porque es una moneda que no sirve para cumplir todas sus funciones, y entonces disparamos de nuestra moneda. Y cuando pasa eso, es porque no se se encuentra respuesta para las cuestiones esenciales: para la salud, para la educación, para el futuro de los hijos.