La candidata a presidenta de Juntos por el Cambio llevó su mensaje proselitista desde San Martín y Salta hasta la Cortada Falucho, entre besos, fotos, abrazos y algunos cánticos. Reunió a todo el radicalismo y al Pro de la provincia en unos pocos metros. Fue un sábado distinto en el paseo comercial de la capital provincial.
Alguna fuerza sostiene y anima a Patricia Bullrich. Debe ser el deseo que es necesario para acceder al poder. Anoche, antes de las 21 horas en Paraná ya sufría una afonía propia del agotamiento pero se las arregló para respaldar a Rogelio Frigerio y aprovechar varias actividades en la capital entrerriana (se dice que hasta la 1 de la mañana). A las 9.40 de hoy, tras dormir en Santa Fe, ya estaba otra vez en medio de la campaña. Usa su voz como un recurso no renovable: con los periodistas habla bajo, casi inaudible para micrófonos unidireccionales que hacen maravillas, para el contacto con la gente guarda lo mejor. Su convicción al hablar.
Desembarcó de la "Patoneta", una camioneta tipo "van" que es un despacho ambulante, en la más céntrica esquina de la ciudad de Santa Fe: Salta y San Martín. Ya había camarógrafos, fotógrafos, periodistas y los dirigentes políticos que ganaron la elección general en la provincia y en la ciudad, encabezados por Maximiliano Pullaro y Juan Pablo Poletti. Hubo unos diez minutos para preguntas y respuestas, y luego fueron constantes pedidos de fotos de los ocasionales peatones, curiosos y comerciantes. Había militantes y dirigentes, pero de a poco fueron cada vez más los que no sabían que iban a participar de un acto político y lo aceptaron.
Hasta su llegada, hubo una animada reunión de espera. Desde las 9 y por unos 40 minutos conversaron dirigentes políticos en su mayoría triunfantes en los comicios santafesinos, cronistas y unos pocos curiosos. Una señora de una juguetería, antes de que se baldeara la vereda de su local y hacer levantar sus rejas, llevó a los noteros un pato de peluche que parecía que iba a tener un rol central, en un día que siempre fue gris pero la candidata presidencial le dio color. Aún con una tenue llovizna.
No se pudo vender el suave palmípedo con el que jugaron los cronistas, así es que volvió a la estantería. Después de hablar con los medios, alguien le sopló a Bullrich que había que entrar a ese negocio, donde recibió fuertes afectos de las empleadas de remera roja. La aspirante a la Casa Rosada buscaba especialmente el saludo de los más jóvenes.
Contó casi de inmediato con gente grande que le mostró su adhesión, muchos sorprendidos por su presencia, en su mayoría adultos de más de 40 años. Pero en los comercios, trabajando, estaban los votantes de menos de esa frontera generacional que seguramente preocupa a los armadores de la campaña.
Es cierto que un sábado a la mañana no abundan los que tuvieron la suerte de pasarla bien el viernes a la noche, pero la recorrida desde la ciudad de Santa Fe hasta Rafaela no podía postergarse. El ajetreo de tratar de abarcarlo todo lo exige: breve contacto con los medios; extenso acercamiento físico con la calle. Esa parece ser la fórmula elegida para revertir el resultado de las Paso. Armar una mística que recuerde las movilizaciones del sector agropecuario de 2008 que tanto como Entre Ríos, la candidata recordó en su paso por Santa Fe. La combi que sirve de apoyo para pasearla por el interior del país la muestra en una fotografía con un sombrero propio de un encuentro de doma o una feria de maquinaria rural.
Es cierto que de entre quienes tropezaron con el acto y tenían otros planes se pudieron comprobar todo tipo de reacciones. En general hubo interés, curiosidad y casi la obligación de tener la foto. Como además de "Patricia" o "la Bullrich", así se la llamaba, estuvieron las autoridades electas (y la siempre llamativa Carolina Losada) hubo un festival de selfies para el estado. Muchos transeuntes parecieron tener la obligación de documentar la visita. De guardarla. También se produjeron unas pocas manifestaciones de rechazo (ninguna desagradable) pero también fue palpable la indiferencia, las muecas de quien se siente ajeno, marginado de cualquier posibilidad de que las cosas mejoren. El cuadro de una nena que tenía la misión imposible de vender bolsas de residuos entre los clientes de los comercios convertidos en partícipes de un acto de campaña, a la que todas las miradas le quedaban muy altas, contrastó con la buena onda que hubo entre un vendedor de churros y la candidata. La esbelta Laura Alonso custodió la fritura azucarada en una bolsita descartable.
Periplo
Con un fuerte respaldo de los dirigentes locales de Juntos por el Cambio, desde el gobernador electo hasta los presidentes comunales cercanos a la ciudad, pasando por el intenente que asumirá el 11 de diciembre, Bullrich demoró más de una hora y media entre hablar con la prensa y caminar desde Salta hasta Falucho, donde hubo una concentración que la aguardaba bajo una garua. En el camino, entre intersados en tener la foto y quienes querían llevarse su saludo se creó una columna que se animó a batir palmas y proclamarla presidenta con el cántico que comienza "Se siente, siente...", y que se sostuvo más por ganas de los recién llegados que de los militantes.
Maximiliano Pullaro, de campera roja de media estación, llegó solo por la peatonal bien temprano entre los saludos de los primeros en abrir sus negocios. Antes a un paso apurado e insostenible, Juan Pablo Poletti sentía que debía ser el primero en recibirla. Con el paso de los minutos llegaron la vicegobernadora electa Gisela Scaglia, una figura fortalecida dentro del Pro santafesino del que es su vicepresidenta, y casi en el mismo momento el presidente interino de ese partido (a nivel nacional) Federico Angelini desde que Bullrich recibió el respaldo de Mauricio Macri y dejó la presidencia partidaria.
Mario Barletta, Poletti y unos pocos fotógrafos rápidos de reflejos (obviamente, el de El Litoral) entraron junto a Bullrich a la juguetería que los dejó con cara idem. Una de sus empleadas se emocionó y ahora duda en repetir su voto en blanco.