Domingo 19.6.2022
/Última actualización 11:12
Nelson Cárdenas, Juan “John” Grehan y Diego Frutos son tres propietarios que sufren en carne propia la violencia de grupos que usurpan y reclaman de hecho la recuperación de tierras que les corresponden por herencia ancestral, según argumentaron. El Litoral estuvo con cada uno de ellos para conocer su derrotero.
“Me preguntaron si quería ser mapuche”
Nelson Cárdenas fue el primero en sufrir la “ola mapuche”. Es chileno y se identifica argentino. Vive desde 1981 en el barrio Virgen Misionera (uno de los primeros habitantes) en Bariloche y es vecino, junto a su esposa, de la familia Colhuan – Nahuel, los más violentos de la zona. Sobre ellos, Cárdenas señaló que “eran tan normal como cualquiera del barrio” y que ambas familias tenían una relación “de mucha confianza”, al punto de haberle enseñado “a manejar y un poco de mecánica al marido de María Nahuel” pero que “en 2014 tuvieron un cambio muy rotundo: nos dijeron que querían hacerse mapuches para tomar tierras” y agregó que sus vecinos ni siquiera sabían la lengua originaria ya que “ellos eran mormones”. “María me preguntó si quería ser parte, porque Cristina Fernández le dijo que con 8 o 9 personas formaban una comunidad mapuche. Entonces les faltaba uno, porque ellos eran siete”, afirmó el entrevistado.
Según el relato de Cárdenas, los Nahuel empezaron a desarrollar sus intenciones y “comenzaron a investigar cómo hablar la lengua, los rituales, cómo vestirse y querían irse a Chile para adentrarse y hacer una comunidad mapuche” para lo que “conocieron a un machi que los interiorizó, formó y enseñó lo que querían”. A partir de ello iban y venían hacia Chile. Un día llegaron para quedarse. Trajeron un “machi” (un especie de líder espiritual) y colgaron bandera mapuche en la plaza pública del barrio: “de la noche a la mañana cercaron la plaza y dijeron que ellos eran los dueños. Quitaron los juegos y los chicos ya ni podían jugar, hasta cerraron la calle y quitaron los carteles”..
A partir de ese cambio, el vecino contó que ahora es considerado como un “enemigo” y que “más de una vez se acercaban al tejido a decirnos que teníamos que irnos porque vimos y sabemos mucho” y que muchas veces les tiran piedras, palos o vienen con machetes a corrernos. Le cortaron el paso de agua corriente y hasta disparan con armas de fuego al aire. Cárdenas tiene 19 denuncias penales contra ellos y “nunca pasó nada”. “El Estado en sí no funcionó como debería, tendría que haber activado algún protocolo para decir ‘esta plaza es un espacio verde y no se puede tocar’”. También culpa al Estado de ser cómplice: “el gobierno les mandaba camiones enteros con insumos”, dijo. A contramano de eso “la vecindad sí actuó, se juntaron firmas y se reclamó a las autoridades para que la plaza fuera reintegrada a la comunidad”. Según Cárdenas, “La Cámpora está en Mascardi” y los acontecimientos son una “distracción, para que la gente mire lo que pasa acá y no en los problemas del gobierno”.
“Yo me siento argentino. Para la guerra de Malvinas me anoté como voluntario para ir. Amo a mi país” expresó quien se niega a abandonar su peligrosa casa, porque “este es mi lugar” y retirarse sería “rendirse”.
“Hay órdenes de desalojo que no se cumplen”
Cárdenas indicó que ahora vive un poco más tranquilo porque sus vecinos están enfocados en las tomas en Villa Mascardi. Uno de los primeros en padecerlos allí fue (y es) Juan “John” Grehan. Es dueño de “La Escondida”, una propiedad de uso vacacional familiar comprada en 1943 y que fue incendiada en mayo del 2015 con líquido acelerante. La causa que investigaba el hecho quedó paralizada porque nunca convocaron a un perito en incendios. Ese fue el antecedente a lo que ocurrió en noviembre del 2017 cuando ocuparon territorio de parques nacionales y dos meses después la casa de Grehan ya tenía un cartel y banderas que indicaban que la usurpación estaba consumada también allí.
“Corre peligro mi vida si intento acercarme” señaló Grehan y relató que cumplió los pasos judiciales correspondientes: “Hice la denuncia por usurpación y la fiscal federal avanzó rápidamente. La causa se unió con las usurpaciones en parques nacionales y otras propiedades vecinas porque se comprobó que es un mismo hecho terrorista”. Sobre al accionar judicial y político, denunció que “la Justicia y los funcionarios miran para otro lado, te das cuenta que son cómplices” y consideró que “mientras hay un grupo que usurpa y comete delitos y funcionarios que los apañan, no puede haber un diálogo real” al tiempo que aseguró que “ahora la Corte Suprema tiene que definir si corresponde que actúe la provincia o Nación”. “Hay órdenes de desalojo que no se cumplen, como la de las tierras de la diócesis de San Isidro” remató resignado y envuelto en “impotencia e indignación”.
“Corre peligro mi vida si intento acercarme” señaló Grehan y relató que cumplió los pasos judiciales correspondientes.Sobre los individuos involucrados indicó que “son delincuentes ya conocidos, no tienen nada que ver con los mapuches” y que “tomaron ese relato para determinar su posición y reclamar en base a eso”. En cuanto a sus intenciones sostuvo que “los intereses de poder tienen una conexión económica, pero no es que busquen inmediatamente hacerse de los lotes para venderlos, sino que desde el momento que tienen poder sobre un territorio y sus propiedades, monetizarlo o no es otra historia, pero uno ya es dueño de eso y elige qué hacer adentro.”
Grehan es claro al dar su postura: “Es un problema de soberanía nacional, hay un grupo terrorista separatista que quiere prescindir de territorio nacional en toda la Patagonia para que sea tierra de la nación mapuche” mientras “la soberanía Argentina está perdida de hecho en Villa Mascardi y la gente no toma dimensión de eso” al tiempo que “se destruye al individuo y a la propiedad privada”.
“Hay montonerismo residual”
Diego Frutos es señalado por sus vecinos como “el loco” que le pone freno a los ocupas de Villa Mascardi. Es que varias veces le tumbaron – y volvió a levantar - alguno de sus muros y otras tantas le bajaron y quemaron la bandera Argentina que hace flamear en el frente de su estancia, para colgar banderas que señalan que es “territorio recuperado de la nación mapuche”. Eso le valió cuatro golpizas y apedreos. En esa línea, Frutos señaló que “miedo funciona como advertencia” pero que de todas formas seguirán “defendiendo a Villa Mascardi” ante los que señaló como “un grupo de muchachos enmascarados que de buenas a primeras deciden autopecibirse mapuches y venir a instalarse acá” y que desde hace dos años no avanzan hacia el norte por su temeraria actitud. “La mayoría son prófugos de la Justicia, por eso están encapuchados”, aclaró para señalar que Matías Santana (el de los binoculares en la causa Santiago Maldonado) Fausto y Fernando Jones Huala están dentro de esa comunidad.
Diego Frutos es señalado por sus vecinos como “el loco” que le pone freno a los ocupas de Villa Mascardi.Frutos denunció que en la motivación “hay un ‘montonerismo residual’. La familia Vaca Narvaja reside en su mayoría en Bariloche y son quienes apañan a estos grupos” porque está seguro que los grupos enmascarados “tiene protección y buscan un beneficio económico futuro” mientras son “utilizados como soldados para cuidar esto y hay alguien que los está guiando”. También señaló que ese apoyo llega desde el propio estado: “Luis Pilquimán (vice del INAI) los asistía trayendo gente del interior de la provincia de Río Negro para poblar el lugar” y “tanto Cabandié, como Gómez Alcorta – que es la abogada de Jones Huala -, Donda, Cabandié y Pietragalla vinieron a fotografiarse con ellos y apoyarlos”.
Frutos recordó que una vez la ex ministra de Seguridad Sabina Frederic le recomendó: “’Acostúmbrate a entender que tu tierra es tierra comunitaria y tenés que convivir con ellos’. Eso es un disparate total, yo compré esas tierras y tengo las escrituras”.