Carlos Caballero Martín (PDP) comienza su diálogo con El Litoral deteniéndose en los prolegómenos de la Convención en sí, y recuerda los pormenores de la manera en que Santa Fe terminó siendo sede.
Fue convencional por el Partido Demócrata Progresista y uno de quienes combatieron, incluso judicialmente, para abrir el debate sobre los temas del Núcleo de Coincidencias Básicas. Una mirada cargada de análisis y contexto político, y un profuso anecdotario.
Carlos Caballero Martín (PDP) comienza su diálogo con El Litoral deteniéndose en los prolegómenos de la Convención en sí, y recuerda los pormenores de la manera en que Santa Fe terminó siendo sede.
"La ley decía que se iba a realizar en la ciudad de Paraná. Entonces yo me acerqué al diario El Litoral (todavía en la sede de calle Pedro Víttori), para plantear que Santa Fe había sido sede del nacimiento de la Constitución y de todas las reformas, menos las de 1898 y 1949. Y que no podíamos entregar ese patrimonio. Pero la ley se había votado así en el Senado, incluso la votaron los senadores por Santa Fe, que en ese momento eran Luis Rubeo y Jorge Massat. Lo hablé con todos los bloques, a ver qué se podía hacer. Entonces Alberto Natale, que era diputado nacional, le encontró la vuelta y le hizo agregar 'y Santa Fe', como sede. Ese texto corregido nunca volvió al Senado, y se promulgó así. Estaban tan desesperados por la reelección que no querían correr ningún riesgo.
- El momento se prestaba para eso...
- Era una época de estabilidad monetaria, con la convertibilidad, así que contaban con que la gente iba a votar a Carlos Menem. Por eso se hizo el pacto, que significaba ponerse de acuerdo entre peronistas y radicales para que ninguno traicione al otro, como ya había pasado en Córdoba. Ahí Eduardo Angeloz obtuvo la reelección, pero computó eso como primer mandato, porque era con una nueva Constitución. Aquí entonces se dejó asentado que el que estaba corriendo era ya el primer mandato de Menem, por lo cual sólo podía tener una reelección más. Se pusieron de acuerdo Menem y Raúl Alfonsín, y después de la reunión en Olivos se nombró una comisión de juristas de cada partido para redactarlo. Y se confeccionó un Núcleo de Coincidencias Básicas, que debía votarse todo junto, en paquete. Eso trajo los principales problemas.
- En la Convención y antes de eso, en los partidos…
- Generó un cisma en el radicalismo; los principales líderes territoriales estaban en contra, así que tuvieron muchas dificultades para conseguir convencionales. Y nosotros planteamos que era inconstitucional que el Congreso le dijera de antemano a la Convención lo que tenía que votar, e incluso llevamos el tema a la Justicia. El juez (Roberto) Dalla Fontana nos falló a favor, y le remitió un oficio a Eduardo Menem diciendo que había que votar los temas uno por uno. Eso fue apelado ante la Cámara Federal de Rosario, que les dió la razón. Pero más allá de la cuestión central, ese trámite dio lugar a una anécdota: cuando llevamos el recurso de amparo a Tribunales, me pidieron un aval. Entonces, como tenía la tarjeta verde encima, puse mi auto. Cuando lo vendo, años después, me advirtieron que estaba embargado. Porque todavía estaba en aquél expediente. Así que le planté el tema a Horacio Rosatti, que había sido el abogado de ellos, y hubo que hacer la gestión en el Tribunal Federal para recuperar la tarjeta.
- La Convención por entonces no tenía muy buena imagen. La idea que prevalecía no era de la del gran acuerdo, sino de la componenda política.
- Así es. Una vez le pregunté a Alfonsín por qué le había dado la posibilidad de reelección a Menem, y me dijo que lo hizo porque si no, la sacaban igual. Era un gran comprador, Alfonsín. Él siempre "doctoreaba" a todo el mundo. Decía: "Vea, doctor", "qué le parece, doctor". Yo siempre lo veía porque ambos llegábamos temprano a la Convención, siempre llegaba con su poncho. Una vez me planteó cortar a las 14, porque veníamos de una semana intensa, y para que la gente de otras provincias tuviese margen de llegar a sus casas. Porque la Fuerza Aérea había puesto dos aviones, pero iban hasta Buenos Aires, y desde ahí cada uno tenía que llegar a su provincia.
- Hubo sesiones hasta la madrugada...
- Sí, y también los fines de semanas. Una vez, la comisión de Redacción sesionó un domingo a la tarde. Y se trataba una propuesta de que todas las Constituciones provinciales tenían que adaptar sus disposiciones a la Constitución Nacional, cosa que pasó en el '49. Y acá se pensaba en eso para conseguir la posibilidad de reelección para Carlos Reutemann. Finalmente no prosperó, pero se discutió un domingo a la tarde. No sé de donde salió la idea de que en la Convención no se trabajaba, que era solo levantar la mano. Pero hay ocho tomos con los debates que hubo. Es cierto que algunos discursos se insertaban después, pero era porque los pactistas estaban apremiados por los tiempos; tenían que asegurarse de que se alcance a votar todo. Entonces, respetaban el derecho a hablar de los opositores, pero ellos se iban borrando de los debates para que terminen antes.
A la vez, en la misma Convención hubo otro pacto, que fue de Aldo Rico con Eduardo Duhalde, donde acordó darle la posibilidad de reformar la Constitución de Buenos Aires e ir por la reelección. Cosa que Duhalde tuvo que motorizar cuando se enteró de que Menem iba a tener su propia reelección por el acuerdo con Alfonsín, y por lo tanto él no iba a ser candidato presidencial.
- ¿Y qué opinión tiene sobre el resultado de la reforma?
- Sobre la Constitución que quedó después de 1994, hay tres grupos: los que dicen que es la mejor del mundo, los que dicen que es un mamarracho, y los que creemos que tiene cosas buenas y cosas malas, y cosas que no se pudieron poner. Yo creo que el gran error fue la reelección, entre otras cosas porque pensábamos en una persona, y no en que fuese a venir un matrimonio que podía quedarse 16 años. Nosotros defendíamos el mandato único de seis años. Porque con cuatro años, en el primero el Presidente se instala, en el segundo gobierna y en el tercero ya empieza a prepararse para la reelección. En cambio un período más largo lo obliga a encarar su gestión de otra manera.
En segundo lugar, el Jefe de Gabinete no sirve para nada. Fue extrapolar una figura del sistema parlamentario al presidencialista.
Otra cosa llamativa y que no se tuvo mucho en cuenta es que la Constitución del '94 abroga la del '49 y le da estatus jurídico a la del '57. Muchos peronistas lo votaron y ni se dieron cuenta de eso.
- ¿Y la ciudad cómo la vivió?
- Yo creo que Santa Fe se sintió orgullosa con la Convención. Muchos podían estar en contra, por supuesto, pero los comedores estaban llenos, los hoteles no alcanzaban (porque aparte de los convencionales estaban los asesores, los periodistas…). Mucha gente alquilaba domicilios temporales. Y Santa Fe se convirtió, naturalmente, en el epicentro de la política nacional, con todas las figuras centrales desfilando por aquí durante tres meses.
Por otra parte, el tema que movilizó mucho y dividió a la ciudad, y que apareció de improviso, fue el del aborto. Había movilizaciones a favor y en contra, manifestaciones, campañas. Cuanto entrabas por la puerta principal de la UNL para ir al recinto o a los bloques, te daban un preservativo. Lo que era un problema si uno llegaba a su casa después con eso...Pero fue un tema que puso en riesgo la Convención, porque no estaba en la convocatoria ni en el Núcleo de Coincidencias Básicas, y atravesaba todos los partidos. Finalmente se encontró una fórmula para no avanzar más con eso. Pero fue un momento complicado.