Las buenas historias se cuentan a varias voces, tantas como necesiten para ser reconstruidas. En la que aquí se cuenta, todas las voces fueron necesarias para reconstruir, además, una historia de vida. O varias.
El acuerdo fundamental de todos los integrantes del grupo, el apoyo del entorno, el acompañamiento oficial y la certeza de estar sosteniendo "un gesto de amor".
Las buenas historias se cuentan a varias voces, tantas como necesiten para ser reconstruidas. En la que aquí se cuenta, todas las voces fueron necesarias para reconstruir, además, una historia de vida. O varias.
Gabriela Arfuch y Hernán Eberhardt tenían ya dos hijos de 5 y 7 años, respectivamente, cuando en el año 2013 vieron una publicación en la que se pedían familias solidarias para alojar a dos niñas. "Nos gustó la idea, nos presentamos en la Secretaría (de Niñez, Adolescencia y Familia) y nos hicieron un par de entrevistas", cuenta él.
El motivo, tal como se les explicó a ambos en ese momento y es la consigna que prevalece en el programa, era "darles la posibilidad de que estén mejor, en una familia y no institucionalizadas".
La experiencia no terminó allí y hasta el momento "hemos tenido cuatro alojamientos distintos, con experiencias muy diferentes: tres bebés y una nena de 9 años", cuenta ella. "Y siempre que estuvieron con nosotros fueron uno más de la familia; para nuestros hijos, eran un hermano más y para nosotros, otro hijo", cuenta Gabriela (44 años, asistente social) a modo de balance de una decisión que, aporta Hernán (45 años, metalúrgico), los tuvo durante todo est tiempo al cuidado de bebés muy chiquitos (5 días, dos meses, un mes y medio), además de la niña más grande.
La historia sumó una nueva voz hace 7 años con el nacimiento de la tercera hija. Los cinco conforman una familia solidaria que tiene su base en San Carlos Centro, dato que como se verá suma mucho al desenvolvimiento del grupo.
¿Cómo se organiza la rutina en una familia ya numerosa y además con niños en etapa de acogimiento? "Ambos trabajamos a la mañana, tenemos una persona que viene a quedarse con nuestros hijos en casa y después del mediodía ya estamos nosotros y nos podemos ocupar de la escuela, las actividades extraescolares, de llevarlos al médico". "No hay una rutina diaria, aclara Gabriela, sino que vamos viviendo el día a día, pero una manera de organizarnos es que siempre haya alguien para atender a los chicos".
La decisión de ser familia solidaria no se toma en soledad y ahí es cuando ingresan nuevas voces para ayudar a sostener la historia. "Siempre tuvimos el apoyo de nuestras familias. También de un grupo de amigos que nos ayudaron, nos bancaron y acompañaron en esta decisión, además del apoyo profesional con un pediatra que siempre estuvo a nuestra disposición", relata Hernán.
El contexto ayuda para hacer posible la historia: "Vivimos en una localidad que no es muy grande, donde todos nos conocemos y la gente es muy solidaria", dice Gabriela.
"Siempre nos brindaron apoyo en los distintos lugares. Incluso gente que no conocíamos, cada vez que alojábamos a un niño, nos alcanzaba lo que consideraban que podíamos necesitar. En una oportunidad, cuando tuvimos el primer alojamiento, una chica que ya no necesitaba la leche maternizada se acercó hasta nuestro domicilio y nos trajo varios tarros; también colaboraron con ropita de bebé. En ese sentido, San Carlos es muy servicial".
"En nuestro trabajo siempre fueron muy consideramos cuando tuvimos que viajar para buscar o llevar a uno de los niños por una vinculación. Siempre estuvieron bien predispuestos a colaborar", aporta para sumar, en su relato, nuevas y necesarias voces.
El programa de acogimiento familiar establece claramente que la permanencia del niño o niña en ese grupo es transitoria. Es decir que en algún momento se produce la separación, tanto porque hay una revinculación con la familia de origen o porque se dispone la adopción. "Cuando se termina el período de tránsito del niño que tenemos alojado tratamos de apoyarnos entre nosotros, de ver que el niño tiene una historia que se tiene que resolver y cada vez que eso ocurre para nosotros es una alegría porque ellos van a seguir su camino. Siempre confiando en el trabajo de la Subsecretaría, en la mejor decisión tomada", dice Gabriela. "Sabemos que más allá del afecto que podemos llegar a tener, querer no es adueñarse de las cosas y de las personas. Sabemos que ellos tienen un futuro y hay que respetar la decisión".
¿Cómo se transita esa etapa de separación? "Cuando nos anotamos para ser familias solidarias, nuestra idea desde entonces a la fecha siempre fue la misma: ser una familia de paso, darles lo mejor a ellos para que no estén institucionalizados, que puedan permanecer dentro de la familia. Cuando se van, el tránsito es progresivo, no de golpe. Y uno va asimilando que el niño se va, es de a poco; con algunos mantenemos muy buena relación, a otros no los hemos visto más pero sabemos que están bien".
Hernán apunta: "Cada vez que se va un niño que estuvo alojado con nosotros, nos duele un montón porque hemos compartido muchos momentos. Y es obvio que nos pasan un montón de cosas pero a la vez nos sentimos muy contentos porque le estamos dando una oportunidad que a lo mejor, por distintas situaciones, no tuvieron. Eso nos llena de mucho orgullo".
Es un momento en que las voces que siempre estuvieron presentes para hacer posible esta historia vuelven a tener un protagonismo central: "En ese momento tenemos que aferrarnos a nuestra familia conformada, a seguir adelante y a tomarnos un tiempo para vivir ese momento que en cierta manera es duro pero que se puede sobrellevar con apoyo".
¿Por qué sumarse a este programa? Hernán no duda en recomendar a otras familias que lo hagan "porque entendemos que es un gran gesto de amor y que cuando uno hace algo bueno por el otro las cosas que vuelven son buenas". "No hay alguien que no nos haya dicho 'yo no podría hacer eso porque después los chicos se van y no lo podría soportar'. Nosotros tratamos de explicar que eso es lo más normal, lo más común. No hay que pensar tanto en uno sino en ese niño que viene a alojarse. Y de esa manera, vivir el momento mientras el niño está, durante el tiempo que permanece con nosotros sin pensar qué va a pasar después".
"Uno les puede dar una casa un lugar, una asistencia, pero ellos te devuelven todo. Y eso vale oro", asegura.
Para Gabriela está claro que "es una experiencia muy linda para vivirla en familia. Es poder dar a un niño la posibilidad de criarse con afectos más personalizados, darle las atenciones que requiere, de hacerlo sentir parte de una familia, de contenerlo, escucharlo y brindarle todo el amor. Es muy lindo y gratificante, es más lo que uno recibe que lo que da".
Y, si, cuando llega el momento en que el niño se va se lo sufre. "Pero al tiempo están esas ganas de volver a alojar y cada alojamiento es, para todos nosotros, una alegría". Y una historia que vuelve a comenzar.