Cozzi: "La pandemia fue un gran laboratorio para que se incubaran discursos de odio"
Desinformación, redes sociales, fake news y la frustración de grandes sectores de la sociedad alimentan situaciones de violencia que se reflejan en la discusión pública. La mirada de un especialista en comunicación política.
Cozzi: "La pandemia fue un gran laboratorio para que se incubaran discursos de odio"
El intento de asesinato contra la vicepresidenta de la Nación, Cristina Kirchner, puso en el centro de la discusión pública los discursos de odio — de los que viene advirtiéndose desde hace mucho tiempo y no solo en Argentina —, sus consecuencias en la convivencia social y las posibilidades de combatirlos en una sociedad fragmentada y con múltiples canales de circulación de información.
Para Juan Manuel Cozzi, politólogo y especialista en comunicación política, autor del libro “La ubicuidad del riesgo. Gestión de la Comunicación en contexto de catástrofes” la pandemia ha sido, para la comunicación, un período de laboratorio donde se incubaron estos discursos de odio, que niegan al otro y lo tratan como enemigo; al tiempo que destacó el crecimiento de una nueva derecha que llegó al poder legítimamente con Macri en Argentina y con Bolsonaro en Brasil, que de alguna manera legitimaron este tipo de discursos.
“Si tomamos la definición clásica de lo que es un discurso de odio, mucho de lo que hoy se está hablando en la esfera pública tiene poco que ver. Por ejemplo, la de Naciones Unidas, que la utiliza para discursos contra las religiones, etnias o determinados colectivos. Un ejemplo típico son los antisemitas o antirraciales. Después tenemos el discurso descalificador, que no tiene ningún respeto por el otro y que tiene que ver fundamentalmente con las brechas y grietas que se van generando en las distintas sociedades en todo el mundo, porque lo que pasa acá es reflejo de lo que pasa en todo el mundo”, dice Cozzi.
Ejemplos sobre las consecuencias de este tipo de discursos hay en todos lados. “La sociedad estadounidense miró para otro lado mientras llegaba al poder un personaje como Trump, aunque después todos se desgarraron las vestiduras. Boris Johnson y el proceso anterior del Brexit también tiene que ver con esto. En América Latina todo el proceso que se desarrolló para proscribir a Lula estuvo plagado de discursos de denostación y connotaciones muy desagradables; lo mismo con el proceso constituyente de Chile, donde hasta hubo agresiones físicas contra el hermano del presidente Boric. Y no fue un hecho aislado”, pone como ejemplos.
El contexto en el que en general se expanden estos discursos, dice Cozzi, “están articulados con una situación social que hace que sean permeables. Las causas muchas veces las barren bajo la alfombra, pero terminan emergiendo porque los Estados no solucionan los problemas que demandan las sociedades. Hoy, en la mayoría de los países, hay Estados donde las obligaciones elementales no están cubiertas. Con la pandemia emergió el problema de la salud en Brasil, sigue estando el del acceso a la educación en Chile y acá va a resurgir a partir del aumento de las tarifas”.
-Discusiones políticas hubo siempre. ¿Por qué han vuelto a ponerse tan violentas? Y no solo en sentido simbólico ya que, por ejemplo, en Brasil han sido asesinados militantes políticos de la candidatura de Lula.
-No tengo una mirada apocalíptica sobre el tema, pero creo que la circulación de mensajes en las redes sociales influye. En los dos años de pandemia la gente se preparó para esto, sobre todo en el primer período de encierro más duro. Entonces, entre la ansiedad, la incertidumbre, los miedos y lo que podía pasar o no, se empezaron a acumular una serie de mensajes que circularon para todos lados y que denostaban diferentes tipos de situaciones como los de la infodemia, la infectadura, etc. Ahí hubo circulación de “mensajes de odio” que fueron generando un caldo de cultivo. También la desinformación hace a esto, y hubo muchísima en todo el mundo durante la pandemia, que se convirtió en un caldo de cultivo. Y después hay personajes públicos que no tienen límites y favorecen este tipo de cosas. Milei en nuestro país, que de alguna manera representa lo que en Estados Unidos es la Sociedad del Rifle, usando un chaleco antibalas y diciendo lo que dice, también incita a este tipo de discursos.
-No solo outsiders, también editoriales como el de La Nación, concluyendo en que el intento de asesinato de Cristina fue un autoatentado, los alimentan.
-También. Yo creo que esto tiene una lógica de acción y reacción. El problema es que en este péndulo los límites se van corriendo. Hay cada vez un avance mayor de sectores ultras que convalidan este discurso y llegan hasta la violencia física, como pasó en algunos casos. Y en este péndulo de los extremos, la ultraderecha ha hecho una lectura más correcta de todas las posibilidades que les presentan los medios alternativos y las redes sociales, para generar y difundir este tipo de discursos, difundir fake news, crear trolls.
Juan Manuel Cozzi, autor del libro "La ubicuidad del riesgo. Gestión de la Comunicación en contexto de catástrofes". Crédito: Flavio Raina
-Además de las redes sociales, también cumplen un rol muy importante los medios tradicionales.
-Así es. El espacio público tradicional, que estaba totalmente delimitado, donde estaban los medios tradicionales y los diferentes sectores de la sociedad interactuando, hoy también está ocupado por los medios no tradicionales y entre ambos se retroalimentan. Es un espacio de mediatizaciones permanentes.
-Los medios tradicionales, a diferencia de las redes, tenían algún tipo de límites. Eso en los últimos tiempos ha cambiado. Pienso en Viviana Canosa tomando cloro en cámara.
-A todo eso lo permitió la pandemia. Si bien los tik tok se veían venir, el mayor auge lo tuvieron durante este período, que sirvió como laboratorio de todo este tipo de cosas. Entonces, estaban el que te enseñaba a resolver una situación como el que te enseñaba a desarmar un arma. Todo estaba permitido y todos en cierta manera contribuimos a eso porque recurrimos a la Internet como un escape para que el tiempo de encierro, al menos para los que tenían las condiciones mínimas de vida garantizada, pasara. Entonces consumimos toda una serie de cosas disparatadas.
- ¿Pensás que Milei, y todo este tipo de personajes, no están sobre-representados en los medios nacionales? Porque participaron en elecciones y hasta ahora no les fue bien.
-Sí, pero también hay que tener en cuenta, desde una mirada del interior, que hay una sobre-representación de lo que pasa en la zona del AMBA. La provincia de Buenos Aires no tiene medios propios, por ejemplo. Entonces irradia todo lo que es Capital Federal y es lo que recibimos nosotros. Carrió todavía vende en los medios porque es contestataria, comunica bien, hasta es simpática, pero es un fenómeno que si lo extrapolás en el resto del país no existe. Milei es más o menos lo mismo, representa el pensamiento de vastos sectores de la Capital Federal.
-Todos estos discursos de odio tienen un caldo de cultivo importante en las crisis económicas y la sensación de frustración que tienen grandes sectores de la sociedad, que se exacerbó durante la pandemia. ¿Cómo se hace para abordar estos temas desde la comunicación?
-El gran rol que debería tener la comunicación es el de poder ayudarnos a construir consensos y gestionar disensos. Estas dos palabras son elementales y tienen que ver con los discursos. No se puede tratar al otro como enemigo, sino como adversario. Eso es lo racional. Pero hay que tener en cuenta también que los discursos son “enlatados”, tienen que ver con la crisis, no hay ideas para adelante.
- Claramente los discursos de odio influyen en el clima de época. Ahora ¿cuánto influyen en las decisiones electorales? Porque Boric ganó en Chile, Petro en Colombia, Fernández en Argentina, probablemente Lula vuelva a ganar en Brasil.
-Ganaron los que se pensaba que no iban a ganar porque muchas de las teorías que se plantearon durante la pandemia decían que después de crisis sanitarias los oficialismos no iban a volver a ganar. Y hubo de todo un poco. Macrón ganó en Francia, por ejemplo. Creo que también la clase dirigente ha perdido la percepción de la realidad, está jugando un juego que la encierra en un microclima que no refleja lo que la sociedad siente, padece y necesita. Hay una representación política que está circunscripta a ese microclima, que la aleja del resto de la sociedad y por eso un discurso ramplón y simple como el de Milei tiene efecto. Ahora, esto tiene validez si no vas a jugar en las grandes ligas. El problema es que en un tiempo Milei va a dejar de ser la anticasta para convertirse en la casta.
- En una editorial en su programa, Carlos Pagni citó una expresión que le transmitió un consultor de una persona que entrevistó para un estudio de opinión y que es “la política es un circo sin espectadores”.
-Cuando te decía que es muy difícil captar realmente lo que está sucediendo es porque se vive en ese microclima. Hoy hay una combinación de efectos que se hibridan. Por un lado, todo lo vinculado a la teoría del encuadramiento, donde hay personas que piensan de una determinada manera y consumen exclusivamente lo que les reafirman sus propios principios; y alrededor de todo esto dando vueltas tenés todo lo vinculado a las fake news y los discursos basura. Esa hibridación es complicada, porque tanto a los de un lado como a los del otro, los van llevando a los extremos y hacen que se fanaticen. Quien piensa de una determinada manera no escucha al otro, sino que va a buscar un medio que le reafirme lo que piensa. No hay un discurso político serio sobre ideas respecto a lo que el país necesita. ¿Podés entender que en Argentina no haya 5 puntos sobre los cuales la dirigencia política no se pueda poner de acuerdo?
-La mayor parte de los discursos se emiten para descalificar y deslegitimar al otro. Así, el kirchnerismo no se quiere sentar con el macrismo y a la inversa. ¿Qué tipo de acuerdo se puede hacer cuando las dos fuerzas políticas más importantes no quieren sentarse a dialogar entre ellos?
-Además no tenemos que perder de vista que esto les sirve a algunos.
- ¿Hay experiencias respecto a legislar para ponerles límites a los discursos de odio?
- Que yo conozca, muchas experiencias no hay. Yo creo que tiene que ver con una cuestión de ciudadanía, de cultura y educación. Y en todos los sectores donde hay degradación cultural, de los sistemas educativos, a los que se les suma una conflictividad social importante porque hay muchas necesidades insatisfechas, es muy difícil. El tema de la frustración es tremendo y es tomado como caballito de batalla, sobre todo por le medios tradicionales que por ejemplo, dedican mucho espacio a construir un relato vinculado a los casos exitosos de quienes emigraron, sobre todo de los jóvenes. Y yo no sé si es tan así. Conozco a muchos que no les fue bien y a otros que se han vuelto porque consideran que aún tienen en el país una serie de posibilidades que no tienen afuera.
-Del intento de asesinato de Cristina para acá ¿Se bajaron los decibeles de los discursos?
-Creo que no. Por ejemplo, la postura oficial, que fue la de agitar que los medios habían tenido que ver con esto, cayó en el saco de la grieta. La verdad es que las cosas no se tomaron como yo lo creo. Si bien esto cayó como anillo al dedo para señalar a los discursos de odio, era una cuestión que se venía generando y donde los diferentes actores tenían algo que ver. En Argentina no se guarda respeto a la investidura presidencial, se la denuesta permanentemente y ahí también hay otro problema, porque creo que hay cosas que respetar más allá de si uno está de acuerdo o no. Cayó en una discusión de todos contra todos sin límites y sin respeto.
Y no estamos hablando de las peleas de fin de año ni de la sana discusión política. Hoy no se debaten ideas sino posicionamientos, no políticas útiles sino el planero. No se ve al otro como un semejante sino como un enemigo, tu contrario o aquel que está haciendo uso o abuso de algo que vos considerás no debería ser así.