Comenzó mal y terminó peor. En 2023 se escribió para el peronismo de la provincia el capítulo final de una historia que arrancó con desentendimientos y concluyó en dispersión total.
De ser oficialismo, a perder la gobernación y la mayoría en ambas cámaras legislativas. El Justicialismo en Santa Fe fue derrotado en todas las elecciones y se encamina a un proceso de reconstrucción.
Comenzó mal y terminó peor. En 2023 se escribió para el peronismo de la provincia el capítulo final de una historia que arrancó con desentendimientos y concluyó en dispersión total.
La contienda electoral prevista para el año que finaliza encontró al Justicialismo en rol de oficialismo después de doce años. Al cabo de tres gestiones con gobernadores socialistas, el PJ retornaba al poder de la mano de Omar Perotti en 2019. Las vicisitudes de su gestión fueron tema de análisis en todo el período –en anuarios anteriores, también- porque las dificultades atravesadas fueron desde una pandemia, pasando por una sequía prolongada hasta una guerra internacional. Pero ninguno de esos factores son suficientes para explicar el grado de debilitamiento en el que quedó inmerso el peronismo como fuerza, a punto tal de haber perdido en todas las instancias electorales previstas a lo largo del año.
La falta de respuestas en materia de seguridad y la profundización de la violencia principalmente en la ciudad de Rosario podrían operar como hipótesis indiscutiblemente sólidas para justificar el cachetazo del electorado. Sin embargo, la fundamentación de la derrota y de su descomposición debería bucearse –además- hasta en la génesis misma de la propia estrategia electoral resuelta para competir en las urnas.
Como oficialismo, en el marco de una gestión desbordada de contratiempos, el peronismo venía desgastado. Y el cierre de listas fue un problema más. Mientras el adversario estaba definido desde hacía tiempo y recorría la provincia a lo largo y a lo ancho, el PJ esperaba hasta el minuto noventa para resolver su estrategia. La definición fue el mismo día en el que expiraban los plazos para anotar candidatos. Esa noche, a tan sólo cuarenta minutos de que sonara el silbato para anunciar que se acababa el tiempo, una cumbre en Casa de Gobierno decidía cuál sería la fórmula que representaría al peronismo. Mientras el principal candidato de la oposición estaba instalado, el PJ mostraba a un aspirante a la gobernación que también se animaba a disputar una candidatura por la intendencia de Rosario o directamente, no competir por ningún cargo.
El PJ atravesó un proceso de internas sin agresiones. Pero se concluyó en que tal pacificación terminó siendo contraproducente; no generó competitividad ni movilizó al partido. Una situación inversa a la que sí se observó en el frente opositor, con una confrontación hasta agresiva entre los dos principales candidatos: Maximiliano Pullaro y Carolina Losada.
Finalizadas las primarias y consagrada la fórmula Marcelo Lewandowski–Silvina Frana, la campaña de cara a la elección general volvió a tropezar con recelos internos y disputas en las que se llegó a reprochar hasta el retaceo de cartelería pública. El mensaje siguió anclado en méritos de la gestión –Boleto Estudiantil Gratuito, Billetera Santa Fe...- pero insuficientes para el nivel de demanda creciente y diversa expuesto por la sociedad.
El resultado electoral consumó un nuevo revés para el peronismo; para entonces, las diferencias entre Perotti y Lewandowski, que habían intentado maquillarse durante la campaña, quedaron a la vista.
Con la última expectativa puesta en la elección presidencial, el peronismo local ensayó un "ponerse de pie" para dar batalla. Se dejaron circunstancialmente de lado las recriminaciones y diferencias internas, y salieron a la cancha. Entusiasmó el resultado obtenido en la elección general con Sergio Massa en el primer puesto, pero el veredicto del balotaje terminó de desplomar a un peronismo que venía gravemente herido. Ese día hubo llantos en la sede partidaria de calle Crespo y, también, pocos dirigentes. Apenas un puñado; una representación gráfica del estado en el que había quedado la fuerza al cabo del presente ciclo.
El recambio de autoridades en la provincia encontró a un peronismo diezmado hasta en su rol de oposición, con minoría –después de 36 años- en el Senado y apenas diez legisladores en la cámara de Diputados. La organización del PJ en ese cuerpo retrata el grado de su fragmentación: un bloque de cinco, alineados al ex gobernador Perotti; y otros cinco bloques unipersonales.
En simultáneo, el PJ comenzó una etapa institucional de reconstrucción y catarsis. Es potente el cuestionamiento al ex gobernador por su manera de conducir y ejercer el poder. Orgánicamente, el partido resolvió convocar a elecciones para mayo del año que viene. Los meses por venir serán claves para conocer el perfil de los dirigentes que aspiran a emerger como conductores de un proceso espinoso que implicará la reconstrucción del peronismo pero que también, los erigirá como líderes de la oposición en Santa Fe. Un nuevo capítulo comienza a escribirse.
Comenzó mal y terminó peor. En 2023 se escribió para el peronismo de la provincia el capítulo final de una historia que arrancó con desentendimientos y concluyó en dispersión total.
Como oficialismo, en el marco de una gestión desbordada de contratiempos, el peronismo venía desgastado. Y el cierre de listas fue un problema más. Mientras el adversario estaba definido desde hacía tiempo y recorría la provincia a lo largo y a lo ancho, el PJ esperaba hasta el minuto noventa para resolver su estrategia.