Enrique Zuleta Puceiro: "Es inadmisible que las fuerzas políticas no puedan protagonizar las instituciones"
La falta de federalismo como principal problema del país. Por qué no funcionan los consensos políticos y se exige a los jueces lo que no pueden dar. La inviable vocación hegemónica de Alberto Fernández y su reelección como "ficción ordenadora". El "resentimiento" de Macri y la cultura de gobierno de la UCR. Y por qué "hay una disociación entre el poder y el gobierno".
Flavio Raina La gobernanza del Poder Judicial a cargo de los jueces ha fracasado, necesita al resto de los poderes. Y me parece que esto no se entendió bien, y la Corte con el fallo ha creado un problema que es muy difícil de resolver .
El analista político Enrique Zuleta Puceiro cifró en el "activismo judicial", generado por la incapacidad de los otros poderes de resolver los conflictos, la principal causa del desprestigio de la Justicia en el país. Estableció que es muy difícil generar consensos en un esquema de coaliciones múltiples y multifacéticas, y cifró en la falta de un auténtico federalismo el problema más grave del país.
El reconocido analista político, catedrático de Derecho e historiador, participó especialmente invitado por el presidente de la Corte Suprema, Rafael Gutiérrez, de la apertura del año judicial, "un acto muy importante para el Poder Judicial, pero también para la sociedad de Santa Fe". A la que consideró, a la vez, "la provincia más institucional que hay. Acá no solo se han hecho las Constituciones, sino que hay una enorme tradición establecida de estado de derecho, y de instituciones muy profundas, con visión, con perspectiva.
-Y todo esto en un momento en que el Poder Judicial está en medio de un embate político.
-Y en una crisis muy profunda de credibilidad, de legitimidad, por muchas razones; mientras que a la vez probablemente sea la única instancia a través de la cual los argentinos pueden resolver muchos problemas. Lamentablemente no está preparado ni equipado para resolver esos problemas. Hoy se está desarrollando, por ejemplo, una audiencia pública por el tema de la coparticipación de la ciudad de Buenos Aires, a raíz de la sustracción de una parte de la cuota para seguridad. Ahora, es penoso para el país no poder resolver estos temas donde se debe, que es en el Congreso, y en el diálogo de los sectores políticos, que lo tenga que hacer la Corte.
-¿Qué tan extendido está este problema?
-No hay ningún problema importante en la Argentina desde la pandemia, pasando por todos los problemas regulatorios, que no se sustancie por la vía de la judicialización. Esto nos habla de una estructura muy deteriorada, muy paralizada del federalismo. El federalismo, después del '94, que tuvo una fórmula muy avanzada para la época, ha quedado paralizado. Porque había un mandato para desarrollar una serie de instituciones que quedaron meramente esbozadas, porque la Convención Constituyente no tenía capacidad para resolver esos asuntos. Hablemos del Consejo de la Magistratura, la delegación legislativa, la propia coparticipación. En eso no se avanzó, y el Poder Judicial tuvo que hacerse cargo, y asumido un protagonismo excesivo. Porque se le pide a la Justicia cosas que no puede dar. Se le pide verdad, por ejemplo. Y la Justicia lo que puede dar es justicia, que es una parte, una forma de la verdad, pero no es "la" verdad. Entonces, los jueces están permanentemente acorralados, exigiéndoseles que arbitren, que lideren, que desempaten…
-¿Por qué se paralizó el federalismo?
-Por la falta de instituciones que permitan la intergubernamentalidad, la relación horizontal. La Constitución prevé las regiones. Y salvo los avances de la zona centro, no hay regiones. Ahora se habla del norte grande, la región del litio se acaba de crear. Las regiones son fundamentales; ámbitos donde las provincias se vinculen entre sí, donde los intendentes trabajen conjuntamente. Entonces, hay un vacío, los jueces ocupan ese lugar, y al hacerlo muchas veces transgreden los límites de la política, judicializan la política y la política los politiza a ellos. Hay una relación directa entre el activismo de los jueces, resolviendo con buena fe lo que les exigen resolver, y las responsabilidades y riesgos que eso genera. La decadencia de la imagen del Poder Judicial tiene que ver con el precio del activismo. Porque en el caso de un legislador o un gobernante, a ese precio lo paga la democracia, porque han sido elegidos. En la Justicia, que es una forma de legitimidad democrática diferente, minoritaria, contramayoritaria, el costo es altísimo. En EEUU esto se aprendió muchísimo, y juega el self restraint, la autorrestricción. Los jueces se detienen cuando se les exige cosas que no pueden resolver.
Este es un poco el circuito que ha también obturado las posibilidades de la Justicia de reformarse a sí misma, y eso genera que desde afuera se la quiera reformar. Y en ese momento caemos en una lección universal: la Justicia no se puede reformar desde afuera. Es el único poder que se tiene que reformar desde adentro. Porque adentro está su legitimidad; no afuera, porque no los han votado, no pertenecen a los partidos políticos, ni se referencian en ideologías. Son hombres solos, que pueden correr un riesgo enorme. En toda América Latina el Poder Judicial está en cuestión. Donde se mire hay una crisis profunda. Y tiene que ver con esto
- Eso de avanzar sobre la política o la legislación es lo que le cuestiona el gobierno a la Corte Suprema en el fallo sobre el Consejo de la Magistratura.
- Bueno, extraña que no haya habido mayor reacción sobre ese fallo. Porque una cosa es resolver la constitucionalidad de los equilibrios internos del Consejo, si están realmente respetados o no. Y otra cosa es darle ultraactividad a un sistema en el cual la Corte pasa a gobernar el Consejo de la Magistratura, que es algo que transgrede la experiencia universal de los Consejos. Los Consejos no son parte del Poder Judicial. Es un órgano extrapoder. En todo el mundo, donde hay un conflicto sobre la participación de la Corte, el Consejo está paralizado. En España hay un debate idéntico al de la Argentina. La gobernanza del Poder Judicial a cargo de los jueces ha fracasado, necesita al resto de los poderes. Y me parece que esto no se entendió bien, y la Corte con este fallo ha creado un problema que es muy difícil de resolver. Yo no imagino que el Congreso y la sociedad acepten que, por un fallo de la propia Corte, la Corte pase a presidir el Consejo.
Por otra parte, es inadmisible que las fuerzas políticas no puedan protagonizar las instituciones de la Constitución. A lo mejor cuando se sancionó la Constitución se pensaba que era posible obtener una mayoría de dos tercios, porque peronistas y radicales podían dialogar y ponerse de acuerdo sobre las reglas de juego, como muchos años antes en el Pacto de la Moncloa. El problema de la democracia hoy es que no tiene reglas. No hay ningún lugar en el mundo en el que pueda haber un proceso del tipo de la Moncloa. Las democracias están absolutamente polarizadas, no pueden resolver los problemas, y me parece que las fuerzas políticas abusan de la legitimidad que les da el pueblo al paralizar las instituciones. Hoy cualquiera juega de llanero solitario, y se niega a dar quórum, y se niega a votar. Las fuerzas políticas tienen que asumir que, además de derechos, tienen responsabilidades.
Flavio Raina Las democracias están absolutamente polarizadas, no pueden resolver los problemas, y me parece que las fuerzas políticas abusan de la legitimidad que les da el pueblo al paralizar las instituciones .
"Las democracias están absolutamente polarizadas, no pueden resolver los problemas, y me parece que las fuerzas políticas abusan de la legitimidad que les da el pueblo al paralizar las instituciones".Foto: Flavio Raina
Instituciones
-¿Por qué se produce esta crisis?
-Cuando se imaginó la Constitución había dos o tres partidos. Hoy son muchísimas coaliciones. Hay 700 partidos políticos en la Argentina, y gobiernan coaliciones. En Salta gobiernan 16 partidos, en Corrientes, 32. Esto requiere una madurez para administrar, una capacidad para que ese racimo de fuerzas políticas puedan ponerse de acuerdo en cuestiones que exceden el ámbito de los partidos. La política jamás puede beneficiarse por la parálisis y el descrédito de las instituciones.
-¿La confluencia para votar el acuerdo con el FMI es un indicio de por donde podría ir el camino?
- Por supuesto. El problema es que estas coaliciones son de conformación múltiple. Adentro de la oposición hay un sector que gobierna, provincias, ciudades. Y hay otro sector de oposición, que no concibe la política desde la posibilidad de gobierno. Entonces, apuesta a la disrrupción, a la oposición por la oposición misma; su negocio está en la proclama. Y lo mismo pasa en el peronismo: el Frente de Todos tiene sectores que son absolutamente cercanos al anti-sistema, y otros que están constituidos por gobernadores, intendentes, que saben perfectamente que no se puede gobernar sin presupuesto. Esa gente se junta. Hay una cultura de gobierno muy fuerte; casi todas las provincias están bien gobernadas, están en caja, más allá de que puedan tener deudas. En la discusión con el Fondo, el déficit de la provincias no fue un tema. Lo que hay que discutir es el Estado nacional, la desmesura, la concentración, ciertas políticas que han llegado al límite. Me parece entonces que las coaliciones se van a ir ordenando en función de las exigencias de gobierno. El radicalismo, por ejemplo, es un partido con experiencia, vocación y expectativa de gobierno. Entonces, lo que necesitan es un escenario de previsibilidad. Por eso la mayor fuerza en pos del acuerdo con el Fondo ha venido de los gobernadores. En el PRO hay ex radicales, ex peronistas, otro sector que viene del mundo de las ONG, y otro del mundo empresario. Tienen propósitos distintos, imágenes distintas de la gestión del poder y de los tiempos y las responsabilidades. Entonces, en estas crisis que ponen a prueba la resistencia de los materiales, se ve como compiten esta cultura de gobierno con esta cultura de la oposición. Me da la impresión de que Alberto Fernádez forma parte de una cultura de gobierno. Fue en parte artífice del gobierno de Néstor Kirchner, donde estaban integradas personalidades de distintos partidos, e incluso partidos. El Alberto Fernández actual, con una vocación hegemónica, no puede gobernar. Porque el país no está para hegemonías.
El Fernández aquél, que tiene las destrezas, las capacidades y a actitud hacia la transversalidad, es plenamente viable y capaz ahora. Su gestión ha terminado. Es muy difícil que pueda haber una reelección, aunque yo no descartaría nada y él va a insistir. Pero me parece que eso hoy es más una ficción ordenadora.
- Evitar el síndrome del pato rengo
- Eso, y la centrifugación de las fuerzas políticas, o la apertura de un proceso interno inmanejable. Es una ficción ordenadora. Como lo fue en el caso de Cristina Kirchner cuando salió el tema de la re-reelección. No creo que ella creyera que era posible, pero eso le permitió incluso hasta nominar los candidatos. Creo que Fernández está preparado para ésto, y lo están casi todos los líderes de la oposición: los gobernadores, personas como López Murphy, Rodríguez Larreta, la mayor parte de los economistas, son gente de gobierno. Han estado en el infierno y tienen los brazos llenos de cicatrices, reaccionan ante estas crisis de manera diferente. Hay otros que pueden tener un resentimiento, caso de Mauricio Macri, por ejemplo. Pero también un grupo importante, en el que pueden estar Rodríguez Larreta, Massa, Capitanich, Schiaretti, Cornejo, Morales. Son todas figuras de convergencia. En las provincias hay gente que no los vota, ni los va a votar, pero acompaña y ayuda a que la cosa funcione.
Hoy cada vez que se dice "voy a dar tal o cual cosa", la gente se pregunta "¿pero a ésto quién lo paga?". Porque la gente tiene la certeza de que cualquier dádiva viene de algún lado, y ese lado suele ser nuestro patrimonio personal. El argentino medio ha mejorado mucho su cultura política. Entonces, es muy difícil hacer campañas demagógicas.
Acuerdos
-Lo que pasa es que siempre se está actuando en medio de crisis donde se juega a todo o nada…
-Y es que el país está extorsionado. Tardamos 10 años en sacarnos de encima la Convertibilidad. Se demoró más de lo que su función requería, y teníamos la secreta convicción de que salir de ella implicaría el colapso del sistema político, cosa que ocurrió en 2001. Mi impresión es que nos va a suceder lo mismo con la política social. Los planes, y este Estado "de protección" que hemos acumulado, es muy difícil de abandonar. Pero tenemos que hacerlo. Y a la vez, sabemos que eso va a traer el colapso político, porque no hay acuerdo entre las fuerzas para salir juntos. Y la única forma es creando trabajo. Y crear trabajo implica muchas cosas, no sólo cambios en las relaciones laborales, sino también en la Justicia laboral. Porque no se trata de afectar derechos, sino de garantizarlos; sobre todo los de los que no tienen trabajo.
El Fondo planteó que hay que discutir la Ansés, los 114 regímenes especiales, las obras sociales sindicales. Porque el Estado social nació y creció y se desarrolló después de Duhalde por la crisis del empleo. Y ahora nadie va a crear empleo si no se producen modificaciones en todo ese circuito que junta el sistema previsional, el sistema impositivo y las regulaciones laborales. El gobierno se ha precipitado a decir "hemos hecho un acuerdo y vamos a salir adelante sin tocar nada". Es imposible.
-¿Y qué sería lo posible?
-Avanzar sobre esas cuestiones regulatorias. En cambio, el problema estructural sobre el que realmente es muy difícil avanzar es Buenos Aires y las provincias. La crisis del federalismo es la causa de causas. Argentina ya no es un país que gira alrededor de Buenos Aires, es un país policéntrico. El país es un país de regiones, de redes de ciudades, que no interactúan entre sí por problemas institucionales. El problema es un país que sigue pensándose con una estructura macrocefálica, cuando en realidad tiene muchas cabezas. Por eso hay que discutir la cuestión, no de "la capital", sino de "las capitales". El país las tiene, y funcionan de manera descentralizada. Pero hay que dar a esto una serie de desarrollos institucionales, como han hecho todos los federalismos.
A mí me parece que hoy no hay ningún tema más importante que el federalismo. Pero un nuevo federalismo, inspirado en el crecimiento, en la riqueza y las cosas que están haciendo las provincias. Si esto funciona, el próximo presidente va a ser elegido por las provincias. Otro presidente porteño, salido de los cenáculos de poder, como fueron Macri o Fernández, va a tropezar con los mismos problemas: una coalición donde el gobierno es una cosa, el poder es otra cosa, la legitimidad es otra cosa, y lo mismo los votos, la capacidad de movilización, y los medios. Hoy hay una disociación entre el poder y el gobierno.
"El país quiere normalizarse"
Zuleta Puceiro tiene en claro que "el país quiere normalizarse. Las encuestas de febrero y marzo dan un 70 % de personas que quieren el acuerdo con el Fondo. El 30 % restante es en el que se sustenta el populismo. Que podrá tener todas las agencias gubernamentales, controlar los ministerios, la Anses, el Pami, la Afip. Pero no puede ignorar que tiene una posición muy minoritaria, y que la sociedad lo tolera en esa posición, pero seguramente no le permitiría a partir de allí construir una hegemonía. Porque el país es plural, y es diverso".
Y añade: "Con este gobierno pasó lo mismo que con Macri. Él tuvo también una concepción hegemónica: prescindió del partido que lo llevó al poder, que es el radicalismo; intentó buscar una reelección; intentó atropellar, incriminar y perseguir judicialmente a los dirigentes del peronismo. Y tuvo que concederle a la oposición de aquel momento lo mismo que le ha concedido Fernández, que es no tocar las regulaciones laborales, el sistema tributario, el sistema previsional, los movimientos sociales. Macri no solo no tocó eso, sino que los premió y los incentivó. Fernández hizo lo mismo. Y eso es un nudo de poder corporativo que enerva cualquier posibilidad de que la Argentina productiva despegue, como lo han hecho cualquiera de los países que nos rodea.
"Hay un diamante, en el cual están Uruguay, Paraguay, el sur de Brasil, Santa Fe, hacia un costadito Entre Ríos y Corrientes, las hidrovías. Ese es uno de los sectores más dinámicos del continente. Rosario, a pesar de todas las dificultades, Rosario es probablemente la ciudad más dinámica y productiva y creativa de América Latina. Ese diamante es el que mueve todo. El sistema político funciona, mal, pero funciona. En Chile, en Perú, en Bolivia, en Ecuador, en Venezuela, en Colombia, el sistema ha dejado de funcionar. Acá se puede regenerar. Se trata de reconciliar la sociedad y la economía, en una fórmula que se basa en que la política acepte sus límites, y acuerde".