El archivo de sacerdotes del Tercer Mundo es Patrimonio del Mundo por la Unesco
Buena parte de la documentación proviene de material que perteneció al ex cura José "Pepe" Serra y que donó su compañera Mabel Busaniche. La postulación fue en conjunto con la Universidad Católica de Córdoba.
El archivo de sacerdotes del Tercer Mundo es Patrimonio del Mundo por la Unesco
Correspondencia, revistas, anotaciones, actas de reuniones, libros. ¿Cuánto material se constituye en registro de una actividad que trasciende al momento histórico y social en que se desarrolla? 500 kilos de papel fueron los que se trasladaron desde Santa Fe a la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN, con sede en Tandil) pertenecientes al secretariado del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, de intensa participación entre fines de los años '60 y los '70.
Ese material, junto con otros dos fondos, integra ahora el archivo de sacerdotes del Tercer Mundo que la Unesco inscribió como "Patrimonio del Mundo".
En Santa Fe, Mabel Busaniche, compañera de vida de José María "Pepe" Serra (fallecido en 2016), fue quien contó en 2020 el inicio de esta historia, cuando decidió vaciar la casa en la que vivió tantos años con el ex sacerdote antes de mudarse, y tuvo que darle un destino a la enorme cantidad de documentos que atestiguan la presencia del Movimiento en la región entre 1967 y 1976.
El final de este relato lo construye varios años después Lucas Bilbao, historiador e investigador de la Unicen quien, en diálogo con El Litoral, relata cómo fue su primera aproximación con el material.
- ¿Qué te motivó a investigar sobre este tema?
- Como tema de mi tesis de grado y de posgrado trabajé el catolicismo y la Iglesia. Siempre fue un área de interés y, además, conocí a varios curas que pertenecían al Movimiento. Uno de ellos es Raúl Troncoso, que era de Rafaela, estuvo detenido, se trasladó a Azul y después a Tandil. Con él comencé a transitar lecturas y por él conocí el entramado de gente y de otros curas que vivían en ese momento, hace 15 años. Por él llegué a Elías Musse que fue el nexo con la ciudad de Santa Fe.
Hacía tiempo que venía leyendo materiales sobre el tema, pero nadie citaba la existencia de un archivo del Movimiento. Fui a Santa Fe donde conocí a Mabel Busaniche, recorrí la casa y encontré casi todo lo que había sobre la temática en un solo lugar, incluida la correspondencia que es central para cualquier proceso o actor que se estudie. Era material de todo el país; había artículos de prensa, borradores de temas que discutían, análisis de los encuentros nacionales. Era un material insuperable.
Dos años atrás, el archivo tuvo su presentación en la ciudad de Santa Fe. Foto: Archivo / Pablo Aguirre.
Esa primera vez fui, miré y volví. Después trajimos 500 kilos de papeles que parecen muchos pero entran en una habitación; solo que las instituciones, sobre todo las públicas, no suelen tener ese espacio.
Acá, en la Universidad, enseguida estuvieron a disposición en lo que se podía. Entonces, el Instituto de Historia de la Facultad habilitó un lugar para disponer el material, el Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS-Conicet) aportó los gastos de traslado porque era mucho peso para una encomienda.
Luego se sumó un segundo fondo de Domingo Bresci, que aporta material de la provincia de Buenos Aires. Son más de 5000 documentos. Es una linda experiencia que se coronó con este reconocimiento de la Unesco.
- ¿Cómo llegaron a ese reconocimiento?
- En agosto nos presentamos a la postulación "Registro del Mundo". La Unesco evalúa postulaciones de patrimonios documentales. En esa línea hay dos cuestiones vinculadas a conservación del patrimonio: una es arqueológica y la otra de patrimonio documental que se llama Memoria del Mundo.
Nos invitó la Universidad Católica de Córdoba que tiene una colección vinculada con la temática. Así, cambió la envergadura del archivo y fue una doble presentación con dos universidades en la categoría Defensa de los Derechos Humanos.
Pero la postulación fue como tirar una piedra al mar y hace unos días nos llegó la noticia de que habíamos quedado inscriptos. Fueron 27 presentaciones de 14 países de América Latina que ingresaron al registro, y solo 3 son de la Argentina.
Lucas Bilbao, historiador e integrante del Centro de Documentación de Geografía, Historia y Ciencias Sociales (Conicet).
- ¿Cómo fue el encuentro con el archivo de Serra en Santa Fe?
- Cuando fui a ver el material en la casa de Mabel Busaniche, fue como encontrar un tesoro. Para quien investiga era imposible de creer y cuando lo contaba era como decir "qué suerte", porque es raro encontrar tanto material en un lugar particular.
Soy bonaerense y siempre digo que muchos de los problemas de nuestra historia están mirados desde Buenos Aires. Entonces, solemos armar modelos, figuras y categorías que responden a una región. Pero si mirás la trayectoria del Movimiento, está clarísimo que el más articulado era el de Santa Fe por las "cabezas" que había ahí.
El archivo ya fue presentado en 2022. Dimos a conocer públicamente qué material contenía cuando terminamos la digitalización. Todavía no está on-line.
- Hablás de un archivo que está digitalizado pero que se sustenta en cartas, que prácticamente ya no se escriben, revistas y otros documentos escritos en papel. ¿Cómo imaginás que se va a construir dentro de unos años un archivo cuando el papel tiende a desaparecer?
- Cada vez que se realizan jornadas de historiadores, hay mesas vinculadas al "giro digital", para analizar qué va a pasar con nuestras fuentes cuando éstas dejen de ser en papel, que es algo que ya está sucediendo. Entonces, alguien que quiere estudiar la historia reciente va a necesitar material y ahí los correos electrónicos, por ejemplo, son importantes. El tema es ver cómo los podemos pensar como potencial fuente para el uso en investigación.
- ¿Lo de Unesco es una postulación o una declaración?
- Es un registro abierto. Nos postulamos, se evaluó en la última reunión del comité y se analizó el impacto, envergadura, contenido y temática. Lo que hace la Unesco es reconocer un patrimonio de mucho valor documental para la sociedad en que está inserto.
- Decías que no fue un trabajo individual sino que hubo personas e instituciones con un objetivo común. Es importante, en este momento en particular, destacar que hubo universidades y organismos de investigación en ciencias sociales, un área particularmente golpeada en este momento, trabajando en este proyecto. ¿Qué reflexión te merece?
- Esto lo hace posible la universidad pública; de otro modo, creo que no hubiese sucedido. Porque es la que genera espacios de investigación y conciencia sobre la importancia de este patrimonio.
Este fue un trabajo conjunto entre el Instituto de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas haciendo el lugar, el Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS-Conicet) pagando el traslado, la Universidad aportando los recursos. Fue una mancomunión de instituciones y, de esa articulación, salió lo mejor.
Por otra parte, nos pagan para esto. Así que también fue una forma de poner a disposición y hacer una devolución a la sociedad. Aun con las dificultades del sistema científico, logramos las mejores cosas.
El valor de la memoria
El programa Memoria del Mundo fue creado por la UNESCO en 1992 con el objetivo de promover la conservación y el acceso al patrimonio documental de la humanidad, incluyendo el formato digital.
El Comité Regional del Programa Memoria del Mundo para América Latina y el Caribe de la UNESCO (MoWLAC) se estableció en el año 2000 con el objetivo de promover la conservación del patrimonio documental en los países de la región. Desde entonces, se han integrado un total de 260 inscripciones del patrimonio documental que permanecen custodiadas en archivos, bibliotecas o museos y que han sido reconocidas como Memoria del Mundo (América Latina y el Caribe).
Este año, se logró la inscripción de tres nuevos archivos de nuestro país: los fondos correspondientes al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, presentados por la UNICEN y la Universidad Católica de Córdoba; la Colección Imprenta de Niños Expósitos de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la República Argentina, y el fondo Carlos González Gartland (con documentos producidos y recopilados durante su exilio en México), del Archivo Nacional de la Memoria.