“Toda persona que acredite necesidad requiere presencia del Estado. Tenemos que establecer un piso de dignidad y terminar, por lo menos, con la indigencia”, afirmó el ministro de Desarrollo Social bonaerense, Andrés Larroque.
Las jubilaciones y el gasto social en pandemia fueron “ajustados” en el presupuesto. Pero la inflación no cede, las urnas se acercan y kirchnerismo impone revisiones.
“Toda persona que acredite necesidad requiere presencia del Estado. Tenemos que establecer un piso de dignidad y terminar, por lo menos, con la indigencia”, afirmó el ministro de Desarrollo Social bonaerense, Andrés Larroque.
Pocas horas antes, Axel Kicillof sostuvo que "Federico Basualdo fue funcionario en mi época, un excelente funcionario". Refirió así al subsecretario de Energía que fue echado por el ministro Martín Guzmán pero que resiste en el cargo por orden de Cristina Fernández.
Fue la vicepresidenta quien marcó las premisas del gobierno de cara al año electoral, durante un acto en La Plata en diciembre de 2020. “Hay alinear los salarios y jubilaciones con los precios de los alimentos y las tarifas", ordenó.
Parado sobre un presupuesto nacional que marca la premisa de achicar el déficit fiscal de 8,5% del PBI (6,5% si se descuentan los pagos de deuda) en 2020 a 6,5% este año (4,5% en materia de gasto público estrictamente hablando) Guzmán ensaya un ajuste, pero padece el “fuego amigo”.
El ministro pidió ayuda al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, para anunciar que el subsecretario de Energía, Federico Basulado, dejaría su cargo. El ministro necesita actualizar tarifas energéticas, sobre todo las eléctricas del Amba. La política kirchnerista de la “cajita feliz” no quiere pagar costos políticos y Basualdo es el custodio del mandato electoral en el gobierno loteado.
Pero ese no es el único costo fiscal no presupuestado que condiciona a Guzmán, que amenaza con irse. La embestida de Larroque añade otro gasto no contemplado: el retorno del IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) que supuso cuotas de $ 10 mil para 9 millones de beneficiarios el año pasado.
En un gesto de respaldo, el presidente invitó a Guzmán para que en 10 días se suba al avión con él. Alberto Fernández visitará en principio España, Francia, Portugal e Italia; tendrá que responder ante funcionarios públicos y empresarios privados una pregunta incómoda: ¿cuál es el modelo de gestión en la Argentina?
Inversores por ahora ilusorios y votantes ciertos en el bureau del FMI, son sensibles a respuestas que no podrán ser argumentativas. Guzmán puede mostrar que el recorte por decreto de Alberto en las jubilaciones baja el gasto un 0,5% en términos de PBI, sin necesidad de tirar 14 toneladas de piedra sobre el Congreso. Y que otros 3 p.p. están previstos a la baja fundamentalmente por la disminución de los subsidios energéticos y la eliminación del IFE y el ATP.
Pero el ministro no desconoce que más IFE es igual a emisión, mientras la inflación no baja del 4% mensual. La segunda ola amenaza la productividad del Amba, las pretensiones electorales del cristinismo concentrado en Buenos Aires se complican y la interna del Frente de Todos va demostrando de a poco tensiones que inclinan el modelo de gestión y no están lejos de condicionarlo definitivamente.
En el corto plazo la estrategia electoral es una cosa. A medio y largo alcance, Alberto Fernández viaja a Europa tras la advertencia de Joe Biden contra las autocracias electorales; no en vano pone en duda si visitar o no Moscú, mientras Putin mantiene en vilo al viejo continente con amenazas de guerra en Ucrania.