Luis Rodrigo - [email protected]
Con muchas más dudas que certezas se consumen las últimas horas previas a la sesión de mañana en el Senado, en la que el gobierno provincial espera poder ver -al menos- una media sanción a la reforma fiscal.
La gestión de Antonio Bonfatti ha pedido (desde hace ya más de tres meses) que se toquen los impuestos provinciales y ha enviado un mensaje a la Cámara Alta, que tiene mayoría justicialista (como Diputados).
Al cierre de esta edición, tanto el texto como la suerte global de la Reforma Fiscal era objeto de todo tipo de dudas.
Las especulaciones en los pasillos de la Legislatura son muchas. Van desde la posibilidad de que resulte del debate entre los senadores una nueva postergación para responder a la necesidad del Estado provincial de actualizar sus ingresos, hasta la de encontrar una fórmula que le permita al gobernador que salga su proyecto sin tantas modificaciones.
Hace dos semanas, los dos bloques en que se divide el PJ en Senadores tomaron la iniciativa y se mostraron unidos. Actuaron como si fueran el oficialismo (en lugar de la oposición) al pedir que la Cámara apruebe una preferencia para tratar el mensaje en dos sesiones. Ese plazo se cumple mañana. Y el receso legislativo se inicia el 16.
Aquel gesto político, aprobar una preferencia, en realidad, no obliga a nada. Sólo implica prometer que se va a tratar un asunto y por último tratar un tema puede significar tanto aprobarlo, como rechazarlo.
Desde la tarde de ayer circula la versión de que los senadores justicialistas mantendrían una suerte de plenaria, con sus 11 integrantes (son 19 bancas) que pondría fin al asunto. Se hablaba de una reunión para esta mañana, pero eso no ocurrió: sólo dos senadores, ambos con opiniones sobre economía, fundadas en sus profesiones, intercambiaron algunos criterios, pero sin llegar a demasiados acuerdos.
Pasado el mediodía, se decía que el encuentro de los miembros de los dos bloques se produciría en cuestión de horas... pero el tiempo pasa.
El gobernador ha dicho en reiteradas oportunidades que espera que la ley tenga media sanción antes de las vacaciones de julio. (En los pasillos se dice que ha hecho denodados esfuerzos en esa dirección).
Un borrador
Los senadores tomaron hace 15 días una definición, que fue poco analizada. Cuando se decidieron a aprobar una preferencia para tratar el mensaje del Ejecutivo también clausuraron (para la primera mitad del período ordinario legislativo del año) la chance de devolverle el mensaje al gobierno.
No eran pocos los integrantes de la bancada del peronismo que pensaban (lo mismo que el ex gobernador Jorge Obeid) que la oposición no debía meter mano al mensaje del Ejecutivo, sino hacerle conocer sus opiniones y finalmente aprobar o rechazar el texto que elaboren los ministros y tenga la firma de Bonfatti, para no asumir -o mejor, para no compartir- la decisión política de aumentar los impuestos.
Cuando se aprobó la preferencia, también quedó claro que el PJ iba a meter sus manos en la arquitectura económica que había diseñado el gobierno santafesino. Y ya se sabe que cuando se trata de números, tocar una parte es tocar el todo.
La idea de producir modificaciones al mensaje del Ejecutivo desde la oposición hizo que esta mañana se repitan dos palabras en el peronismo santafesino. Una aterroriza a los senadores: “cogobernar”, con pocos recursos. Otra los deja más tranquilos “colaborar” con la gobernabilidad.
Por nockout o por puntos
En el peronismo hay dos visiones sobre la reforma fiscal, que no se corresponden con los dos bloques de senadores, de 5 y de 6 miembros, ambos con una fuerte reivindicación del gobierno nacional, pero sin desconocer sus antecedentes reutemanistas u obeidistas.
Un debate entre partidarios de dar fondos gradualmente -según la evolución de las cuentas provinciales y la reducción del déficit- y de otros que en cambio prefieren aprobar todo en un paquete, de una vez y para siempre, se ha instalado en la mayoría.
Julio Cortázar decía que la novela vence al lector por puntos, y que el cuento lo hace por nockout. A esta altura, por el grado de interés que tiene la administración del Frente Progresista en que aparezcan más recursos, todo lo que le interesa es que haya, aunque sea módico, un final feliz.