Jorge Barraguirre: la anécdota de su preparación para ingresar a medicina y una intensa carrera judicial
Su padre y su abuelo fueron ministros de la Corte Suprema de Santa Fe, lo cual marca cierto “mandato familiar”. Entre los teóricos de la justicia y del Derecho se siente más cómodo en compañía de Rawls y de los positivistas jurídicos. Y aunque da pistas, considera que no le corresponde opinar sobre las tensiones entre poderes.
“A mí me da la sensación de que uno tiene que ser muy respetuoso de los silencios competenciales”, apunta el Procurador sobre el conflicto que se ha planteado entre la Corte y el gobierno. Foto: Flavio Raina
Jorge Alberto Barraguirre tiene 59 años, es abogado y lleva 12 al frente de la Procuración General ante la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe. De formación lasallana, pasó por los claustros de la universidad pública y se capacitó en Estados Unidos y Europa, para luego dedicarse de lleno a la profesión liberal, alternando con la función pública. Sucedió al Dr. Agustín Basso (2007-2012) en el cargo y le tocó surfear la transición del viejo al actual sistema penal.
“Realmente me gusta trabajar en la Procuración General y hacer todos los días un poquito mejor el ministerio público ‘extra-penal’”, refiere en Dr. Barraguirre. Foto: Flavio Raina
-¿Cómo fue su llegada a la Procuración?
-En 2012 el gobernador Antonio Bonfatti elevó mi pliego. Yo juré el 13 de diciembre de 2012. Ya llevo casi 12 años, de los cuales los primeros fueron exclusivamente abocados a la cuestión del (sistema) conclusional. Fueron dos áreas muy importantes, llevar adelante el conclusional, obviamente cumpliendo con las otras funciones; y después nos propusimos realzar las Defensorías Zonales y Generales y retomar todas las competencias que tenemos en materia civil, que históricamente estuvieron subordinadas y olvidadas.
El 13 de diciembre de 2012 la Dra. María Angélica Gastaldi le tomó juramento al flamante Procurador General Barraguirre, ante el secretario de la Corte, Eduardo Bordas, además de los ministros Gutiérrez y Erbetta. Foto: Archivo El Litoral
Además, se produjo lo que Barraguirre denomina un “cambio de perspectiva”, al entender que “la Procuración de la Corte tenía que tener una doctrina constitucional, aunque no sea de seguimiento obligatorio”, pero que su aporte no fuera solo “aconsejar y dictaminar”. “Debíamos tener una doctrina constitucional y lo mismo hicimos después con la doctrina electoral”.
-Y antes fue Fiscal de Estado provincial...
-Pero tuve un año intermedio, en el que volví a la profesión liberal. Yo fui Fiscal Estado con (Hermes) Binner, (desde 2008) hasta diciembre de 2011 y después, todo el 2012 me fui a hacer arbitraje de inversión para Guglielmino & Asociados que tenía de clientes a Venezuela y Bolivia. Eso hice todo el 2012 y antes de la experiencia como Fiscal de Estado, tuve 20 años de abogado.
El 7 de enero de 2008, Jorge Barraguirre juró ante el Dr. Binner como Fiscal de Estado provincial, cargo que ocupó hasta fines de 2011. Foto: Archivo El Litoral
Entre 2003 y fines de 2007 tuve un contrato de locación de servicios en la Procuración del Tesoro de la Nación, donde tenía el cargo de coordinador pero no era una relación de empleo público. La función era dirigir el área que tenía los pleitos internacionales de Argentina. Y ahí los logros más importantes fueron los arbitrajes que se le ganaron a Siemens, Enron, Sempra, Camuzzi, Metalpar y Continental, por decirte algunos. O el desistimiento que se logró con Telefónica.
El Messi del arbitraje
“La primera experiencia personal que tuve fue en noviembre de 2003. Había viajado en octubre con Ignacio Suárez Anzorena, que si bien no estaba a cargo del área (de la Procuración del Tesoro) era como el responsable, el “team leader”, una especie -bien argentina- de director técnico o un gran jugador, algo así como el Maradona o Messi del arbitraje. Al punto que se fue para ser socio de uno de los estudios de arbitrajes más grandes del mundo”, lo recuerda Barraguirre.
“Ya llevo casi 12 años (como Procurador), de los cuales los primeros fueron exclusivamente abocados a la cuestión del (sistema) conclusional”, repasó el entrevistado. Foto: Flavio Raina
“Yo había ido con él a París y Londres como para aprender las técnicas en los alegatos. Si bien tenía grandes secretos, yo había hecho clínica en Estados Unidos y litigación oral en Santa Fe, por lo que no llegaba a ser un mundo totalmente desconocido. Pero la primera vez que me tocó -tuve que representar a la delegación argentina en Metalpar, servir como “team leader” en lugar de Ignacio-, fue bravo, porque había que plantear una serie de excepciones en la audiencia preliminar y, en caso de que no se traten, había que retirarse. Y así lo hicimos. Después, el Tribunal nos dio la razón y se ganó. Siempre me acuerdo que cuando volvimos Horacio Rosatti (hoy presidente de la Corte Suprema de la Nación) me preguntó: ‘¿Y, cómo estuviste en la Champions, Jorgito?’; porque en general se considera que son las Grandes Ligas. No es que se discuta y se litigue de una manera totalmente distinta, de una manera, si se quiere más sofisticada, más fina, sino -diría- más glamorosa, algo así”.
-¿Y por qué volvió a Santa Fe?
-Cuando (Hermes) Binner me llama, tenía ofertas para ir a trabajar a estudios europeos y la verdad que me puso mucho más contento ser nominado para Fiscal de Estado y dejé ese tipo de litigación.
En sus inicios, Jorge Barraguirre trabajó con el prestigioso jurista Carlos Nino y durante prácticamente 20 años (1988-2008) en la profesión liberal. En ese lapso le tocó integrar equipo bajo la dirección de otro pope del Derecho, el Dr. Ricardo Gil Lavedra, para colaborar con el Dr. Raúl Alfonsín. “Iván Cullen me decía que era una de las poquitas personas de Santa Fe que trabajó en el Pacto de Olivos, en octubre del ‘93”, señala. Luego fue asesor de la Convención Nacional Constituyente de 1994.
-Me imagino que tener un padre ministro de la Corte también deja una marca...
-… y mi abuelo Dionisio.
-¿Era como algo dado, iba a ser abogado, no había otra posibilidad?
-El otro día me preguntaron en una reunión de amigos, cómo había elegido el tema de la abogacía. Yo me preparé en la época de la dictadura, para el examen de ingreso para estudiar Medicina. Durante todo el quinto año, en La Salle, me preparé para los exámenes de Química y Biología. Y tuve como una epifanía el día que se rendían los exámenes de preingreso. En las carreras más tradicionales el ingreso se hacía en febrero o marzo, pero en Medicina, ese año 82’ se corrió y se hizo una especie de preexamen para Química y Biología, para después hacer uno de Anatomía mucho más específico. Recuerdo que estaba rindiendo Química, en el Colegio Nacional y era el Seven de (rugby de) El Quillá que se jugaba entonces. Era en M-19 (en aquel entonces, Cuarta división) y me habían convocado para jugar aun cuando tenía 17. Entonces me había llevado el bolso para ir a jugar una vez terminado el examen. Pero apenas comenzó el examen me dije: “no sé qué estoy haciendo acá” y entregué la hoja en blanco y me fui a jugar al rugby.
-Y después, a la noche, tenía que comunicarle a papá que no iba a hacer Medicina y que iba a ser abogado. Lo gracioso (o lo paradójico) fue que no dijo nada cuando yo le conté que no iba a ser médico. No dijo nada, estaba sentado en la cama matrimonial, en la casa de Guadalupe y estaba así -lo imita en la pose-, sacando corbatas porque tenían una cena ese sábado y estaba mirando su placard y mientras yo decía eso, él no decía nada y cuando le dije: “No te preocupes que voy a ser como vos”, dijo “¡Uhhh!”, mientras se golpeaba livianamente la frente. Quiero decir con esto que no había ningún mandato familiar. Era un ambiente de mucha autonomía, de mucha libertad, a pesar de que el papá de él también había sido ministro de la Corte. Lo único que hizo papá después fue preguntarle un par de veces a mi amigo y compañero de estudio si yo iba al ritmo, si tenía la vocación o no, porque había cambiado abruptamente mi preferencia por ir a jugar con una ovalada.
-Esto lleva a preguntarle si la Procuración es la última parada o hay alguna estación más…
- Sí, ya me quedan poquitos años, me parece que me queda poco hilo en el carretel hasta los 65. Realmente me gusta trabajar en la Procuración General y hacer todos los días un poquito mejor el ministerio público “extra-penal” por llamarlo así, rápidamente. Es muy desafiante.
En agosto de 2024 el procurador santafesino participó del programa especial, emitido por CyD, por los 30 años Reforma de la Constitución. Foto: Flavio Raina
-¿Eso de la edad también es un mandato familiar o una convicción?
-Los 65 es una convicción. Papá (también llamado Jorge Alberto) a lo mejor tenía el mandato familiar del abuelo Dionisio, que había sido designado en enero del 64’ por (el gobernador) Aldo Tessio (obviamente con los acuerdos legislativo que tenía que tener); y se fue en el ‘66, se jubiló.
Recuerda su época de estudiante, cuando junto con un compañero de curso -hoy camarista Civil- “estudiamos Obligaciones en la casa de mi abuelo, -de entonces 84 años-, quien se acercaba para que estudiáramos y a veces nos contaba historias” porque “él había sido dirigente radical”. “Había sido dirigente reformistas del año ‘18, el papá de él había participado de la Revolución de Candioti en 1893, el abuelo había firmado el Manifiesto de los Líderes del ‘45; fue candidato a diputado provincial en el ‘46… siempre contaba algún tipo de historia”.
El Procurador General, en su llegada a la Legislatura, el 10 de diciembre de 2023, para la asunción del gobernador Maximiliano Pullaro. Foto: Manuel Fabatía
“Un día le preguntamos por qué había renunciado y nos dijo: ‘Había pasado los 65 y ningún coronel me iba a decir como tenía que fallar’ (era el Golpe de Estado de Juan Carlos Onganía). Él sentía que se había producido un quiebre democrático, aún con una democracia de baja legitimidad, -porque estaba proscrito el peronismo-, pero tenía muy claro que no debía seguir”.
“A lo mejor papá se sentía dominado por esa especie de mandato familiar de decir ‘yo tengo esta Constitución, juré por los 65 años y me tengo que ir; no voy a perder independencia por tener estabilidad’ (quien hasta recibió un atentado el 1° de julio del ‘87 con una bomba casera de muy alto poder). Creo que estaba muy tranquilo, en paz y se fue”, amplía el Procurador General.
-¿Qué opinión tiene el Procurador, saliendo de las experiencias familiares o personales, sobre el conflicto que se ha planteado entre la Corte y el gobierno?
-A mí me da la sensación de que uno tiene que ser muy respetuoso de los silencios competenciales. Cualquier cuestión que uno adelante puede ser tomada como un prejuzgamiento, sobre todo en términos de edad. Me parece que no debería opinar, más allá de lo que fue la historia familiar, en términos de republicanismo. Tengo una visión a favor del republicanismo y de la renovación y tengo una visión acerca de cómo se distribuyen las cargas y beneficios sociales que toda la comunidad profesional y académica conoce, una especie de liberal igualitarista a la Rawls, con fuerte influencia, en materia de teoría del derecho, a la tradición -también liberal y republicana- de H.L.A.Hart. Pero imaginá que pasado mañana entra cualquier tipo de recurso, un amparo como suele suceder en las situaciones de tensión y crisis en la Corte. En ese sentido me gusta practicar una especie de “sanitarismo” jurídico y no adelantar ese tipo de opiniones.
El legado que sigue:
-Su abuelo Dionisio Barraguirrre fue ministro de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe entre 1964 y 1966. Asumió a propuesta del entonces gobernador Aldo Tessio y renunció a los 66 años, con la caída del gobierno radical y la asunción del poder del Estado nacional de Juan Carlos Onganía. “Ningún coronel me va a decir cómo tengo que fallar”, supo confesarle en una charla a su nieto Jorge.
El Dr. Jorge Alberto Barraguirre -padre-, retratado por El Litoral el 29 de diciembre de 1999. Fue ministro de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe. Se jubiló a los 65 años, en el 2000. Foto: Eduardo Salva/Archivo
-Su padre, también llamado Jorge Alberto, siguió la tradición familiar y además de ser un notable jurista, ocupó el sillón de ministro desde 1983 -con la llegada de la democracia- y hasta el 2000, cuando declinó el cargo al cumplir los 65 años de edad.
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