El 30 de octubre de 1983 se cerró un capítulo de la historia de Argentina marcado por la inestabilidad política crónica. A partir de allí, comenzó un periodo de reconstrucción democrática. Una marcada frontera con el pasado en donde la democracia se consolida frente a lo no querido: el autoritarismo.
En todo el país a partir de la derrota en Malvinas y el levantamiento de la veda política, en julio de 1982, se inicia el proceso de apertura política que incluye la progresiva disminución de las restricciones políticas, culturales y sociales propias del reciente pasado dictatorial.
La invitación ante la llegada de Alfonsín a Santa Fe.
En aquel contexto histórico, al calor de una revitalización acelerada de la civilidad, los partidos políticos pasan a ocupar un lugar privilegiado. Inmersos en el proceso de transición a la democracia, recorren un camino de reconfiguración interno y profundo dado por lo vertiginoso del proceso de cambio de régimen al que se enfrentaban.
Como expresa el intelectual y pensador contemporáneo, Gerardo Aboy Carlés: “el radicalismo vivió en los meses posteriores a Malvinas uno de los mayores procesos de transformación de su historia, y la remoción de los principales cuadros de su antigua dirigencia”.
Publicidad oficial en la previa de las elecciones del '83.
En tanto, el partido justicialista en los meses posteriores a la guerra de Malvinas y frente al inminente colapso del gobierno militar presenta una situación de evidente fragmentación y crisis de identidad. Todo esto, en buena medida por el vacío de liderazgo frente a la muerte de Perón y la altísima conflictividad interna del período 1972/1976.
El Litoral publicó una guía para la ciudadanía que debía votar.
En Santa Fe
En Santa Fe, hacia el inicio de la década del ochenta, encontramos al radicalismo, al peronismo, el Partido Intransigente y el Movimiento de Integración y Desarrollo, el Partido Demócrata Progresista, las expresiones de la izquierda tradicional junto al socialismo popular y, finalmente, el Movimiento Línea Popular.
Luego de octubre de 1983, con la primera derrota nacional del justicialismo en manos del radicalismo, Santa Fe se convirtió en la provincia donde el peronismo logró consagrarse victorioso en las urnas. De ahí en más, la convivencia a nivel provincial de una experiencia de gobierno peronista con el alfonsinismo a nivel nacional se transforma en uno de los factores centrales de la transición democrática provincial. La combinación de partido y sindicatos, fue la llave del triunfo del justicialismo santafesino en octubre de 1983. Sin embargo, esto se transformará en el eje de los profundos conflictos que recorrerán al partido y que desembocará en la disputa interna, en los años posteriores, entre Ortodoxos y Renovadores en los Congresos partidarios de Odeón y de Río Hondo.
El Litoral dio cuenta de la gran cantidad de gente en el acto de la UCR.
Si consideramos que hacia las elecciones de 1983 el distrito santafesino muestra un resultado electoral diferente al del resto de las principales provincias argentinas y a la nación, esto nos lleva a comprender que el proceso de democratización en una provincia como Santa Fe la posiciona a en un lugar jerarquizado, aunque no dominante, ante la reorganización partidaria nacional y los intentos de reconstrucción de liderazgos al interior del justicialismo durante toda la década de los años ochenta. Los actores político–partidarios se enfrentaron a un volátil escenario de producción de la esfera pública y el campo político bajo un horizonte democrático poco tiempo antes insospechado.
Luego de su triunfo electoral, en 1983, el Alfonsinismo llevó adelante una estrategia aglutinadora en pos de la restauración democrática. Al tomar tal desafío, en nombre del Estado republicano y democrático, marcó el camino para conseguir la legitimidad que le diera al gobierno estabilidad institucional y así convertir una legitimidad de origen electoral en una de ejercicio político.
Sin embargo, esta orientación en favor de la construcción democrática no se acotó al radicalismo solamente, fue adoptada -aunque con diversos matices- por el justicialismo en su expresión renovadora y con uno de sus máximos referentes: Antonio Cafiero.
El PJ también tuvo su gran convocatoria en la capital santafesina.
La Renovación no era solo recuperar los votos perdidos, “era un desafío de supervivencia” -una necesidad de cambio y el riesgo de asumirlo- es así que la renovación constituye un canal de avance en la estructura interna, una fuente de reemplazo de líderes mediante la “bifurcación de la herencia peronista”. Ya que aparece como una ruptura respecto del pasado.
Para fines de la década del ochenta se hacen identificables los primeros rasgos de la descomposición del gobierno inaugurado con las elecciones fundacionales de 1983. Aquel gobierno pretendía visualizar una representación política que buscará ser fiel reflejo de la sociedad, pero como si fuera “un espejo deformante” no pudo lograr traducir su objetivo refundacional en los aspectos políticos y sociales como también económicos. Dos fenómenos aparecen en el horizonte político evidenciando tal proceso: la decadencia del sistema de partidos y la aparición de líderes con características personalistas.
La transición a la democracia coincidió con el agotamiento de un modelo de gestión pública que presupone una presencia estatal generalizada. Los cambios políticos-institucionales comenzaron con la instalación de la democracia a fines de 1983 y los económicos con la reforma de 1989 y la ley de convertibilidad de 1991, sentando las bases de un nuevo modelo económico. Los partidos políticos se verán enfrentados a la dura tarea de resolver el dilema del colapso de los modelos de desarrollo dirigidos por el Estado, aspecto que pondrá en duda su adaptabilidad ambiental.
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