N.L.
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Es el nieto recuperado de Estela de Carlotto, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. La restitución de su identidad se dio en agosto de 2014. El caso despertó inquietud en cientos de hombres y mujeres que todavía hoy buscan certeza sobre su identidad.
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Ignacio Montoya Carlotto estuvo en octubre del año pasado en Santa Fe para participar del ciclo de entrevistas radiales “Mirá quién vino” y presentarse con su agrupación musical en el Solar de las Artes. En ese contexto y previo a aquella visita a la ciudad -con la que tiene un estrecho vínculo de amistades- dialogó con El Litoral sobre el verdadero concepto de identidad y de historia. O, en todo caso, de las dos historias: la que construyó durante toda su vida, y la que construyeron las Abuelas que lo estaban buscando.
—¿Sos consciente de lo que despertaste con tu historia de vida en mucha gente? Quizá otros, como vos, antes no tenían la inquietud de búsqueda hasta que todo fue fluyendo y te fuiste enterando de tu identidad.
—Estoy al tanto porque soy un receptor. No trabajo en Abuelas ni milito en derechos humanos. Es más, tengo una distancia que me he tenido que tomar por el personaje que se construyó alrededor mío, a pesar mío en algún punto. Pero mi colaboración en estas cuestiones consta en difundir la historia. Recibo muchísimos llamados por día de gente que prefiere contactarse conmigo que con la institución. En el cierre de Teatro por la Identidad que se hizo en la plaza, estaban todos los que trabajan con Abuelas, y cuando me bajé del escenario había gente que me venía a hacer consultas. A veces la gente prefiere contactarse por estos temas con personas que cree que conoce.
—¿Cómo lo manejás?
—Hago lo que hay que hacer, lo derivo. Le digo: “andá a Abuelas o comunicate con Conadi”. Son los únicos canales que existen. A veces el primer contacto es así y yo soy consciente de que estalló la situación, incluso en un montón de casos que no tenían que ver con terrorismo de Estado, sino que eran otras situaciones.
—Hace poco un hijo de desaparecidos me decía eso, que si bien la búsqueda de hijos recuperados es en lo que trabajan, no ve contención en el Estado para personas que buscan su identidad.
—Evidentemente, en algún momento el Estado va a tener que tomar cartas en el asunto. Lo que pasa es que es difícil rastrear las pistas en estas cuestiones en que somos pocos, porque se están buscando cerca de 400 nietos, que son relativamente pocos en relación con la gente que busca su identidad. A veces son rastros que se han perdido y es difícil encontrarlos. La necesidad es la misma en quien busca pensando que es hijo de desaparecidos y quien busca sabiendo que no lo es. En este caso, tengo el convencimiento de que ésta no es una cuestión que tenga que ver con la identidad. Es un dato, muy importante por cierto, que hace a la construcción de la identidad pero que no la determina. A veces me choca un poco esta cuestión y por eso la aclaro cada vez que puedo. El cuento de uno con una familia biológica te ayuda a constituir mejor tu situación identitaria, pero la identidad no es eso, sino otra cosa que es la construcción que uno hace desde que nace, a los ponchazos. Lo biológico termina siendo una parte muy pobre de la historia. Lo que pasa es que esta historia se ha contado siempre desde la visión de las Abuelas y para ellas sí es recuperar, porque son las que perdieron. Pero nosotros no recuperamos nada porque no perdimos nada.
—¿Vos seguís siendo el mismo?
—Claro, ¿y qué va a cambiar? No es que te ponen otro chip. Cambiás porque es una experiencia dura que te hace cambiar como toda experiencia dura. Si se te muere un familiar también cambiás, si tenés un problema grave, también. Pero esto no te cambia la esencia de las cosas, no es que pasás a ser otra persona. Y hay un malentendido: se ha contado sistemáticamente la historia de las Abuelas, y está bien, es la versión de ellas. En esta historia hay dos cosas que se contraponen, nuestra versión o, al menos, mi versión y la de ellas, que son distintas. Después nos encontramos y está todo bien, pero son dos historias completamente diferentes. Vos me decías “tu historia”, y en realidad no es mi historia; es la historia de las Abuelas buscándome que hace que esa historia se transforme en mía en algún momento porque soy el protagonista y no me puedo correr. Si cuento mi historia desde mi punto de vista, a nadie le va a importar.
—¿Por qué decís eso?
—Porque mi vida anterior era anónima e intrascendente a estos temas. Lo aclaro porque es una cosa que vale la pena aclarar.
—Una cosa es la persona y otra el personaje.
—Claramente, nunca lo pude aprender mejor que ahora.
—Vos me decías que tenés contactos con la institución, que apoyás la lucha y demás, pero de alguna manera decidiste no participar ni con Abuelas ni con Nietos. Seguís teniendo tu vida cotidiana y dedicándote a tu arte.
—Yo hago lo que hago igual pero, como verás, no niego hablar de estos temas y soy consciente de que en alguna medida aporto a la causa. Estando en muchos lugares donde a veces los organismos llegan desde otros lugares. Para mí la llegada es mucho más fácil, aparezco en todos los medios de comunicación, sean del palo que sean. Pero no me siento con la capacidad de estar ahí militando.