Lo dice, lo repite y reafirma en cada ocasión: hay una comunicación desafinada, desentonada, desacompasada entre política y sociedad, candidatos y electores, referentes del poder y gente de a pie. Y la pandemia por Covid-19 no hizo más que profundizar ese desencuentro. Adriana Amado es docente, investigadora, periodista, especialista en comunicación política, y tiene varios títulos y mucha trayectoria en su haber: desde todos esos lugares, y también en este diálogo con El Litoral, insiste en que hay un juego que no comprenden ni los propios postulantes que están en una sintonía diferente, incluso, a la de quienes quieren seducir en campaña.
- ¿Qué se juega en las Paso del domingo como para que haya alcanzado este nivel de virulencia?
- Personalmente no creo que hayan llegado a un nivel de virulencia. Las agresividades entre candidatos tienen que ver con la baja calidad de nuestro debate político. No tenemos debates para estas instancias: los debates presidenciales están apenas haciendo sus primeros pasos con lo cual en nuestra cultura cívica nos es difícil encontrar discusiones abiertas y respetuosas sobre las diferencias. Generalmente se enfocan en la descalificación del otro porque, incluso, ese ha sido un estilo de gobierno que ha dado también sus frutos. Con lo cual es poco fácil decirle a un político que debe salir de ese discurso de prepotencia para entrar a un discurso más conciliador.
De hecho, cuando alguien lo hace o dice que no va a contestar una afrenta, muchas veces desde los propios medios es visto como tibio o que no sabe jugar el juego. Entonces, hay que diferenciar esa virulencia de la apatía porque parecen dos sentimientos excluyentes y son incompatibles porque están en distintos lados: la virulencia está en los candidatos y la apatía en la sociedad que está muy golpeada después de una pandemia para aceptar el mismo juego político que había en 2019.
Si estábamos asistiendo ya a un ciclo de desgaste al estilo político de la agresividad, la competencia, la exclusión del otro y el enemigo político, la pandemia no hizo más que acelerarlo. Porque hay muchísima gente con muchas urgencias muy vitales y muy diferentes a los temas de la campaña.
Creo que la Marcha de las Piedras del domingo pasado pone en evidencia esa contradicción de candidatos haciendo mitines o desfilando por los programas y gente reclamando por un duelo que todavía no termina de hacer.
- ¿La apatía del electorado es una realidad o un fantasma?
- En esas dos velocidades distintas, la campaña de los políticos y la campaña como es vivida desde la sociedad, creo que está el desencuentro y la expresión de la gente de que no va a ir o que va a votar probablemente de una manera no previsible. La gente que se va a movilizar puede ser la que más entienda de qué se tratan las Paso. Por eso tampoco podría proyectarse el resultado del próximo domingo al resultado de las definitivas, como no se pudo proyectar en el 2019.
En las Paso la gente puede, incluso, votar a candidatos de otros partidos solo porque quiere que pierda o gane alguien de la competencia. Pero después, en la elección definitiva, vota al candidato que quiere tener en el Congreso. Es lo que permite este sistema que es muy particular -hay muy pocos países en el mundo que tienen internas obligatorias- pero que de alguna manera desarma el juego político. Y todavía no se apropiaron debidamente de él los políticos profesionales, que van a las primarias sin entender esos juegos disruptivos.
- ¿Cómo podría jugar la pandemia y el temor a los contagios en la poca voluntad de participar de las elecciones?
- El temor a los contagios no ha sido una motivación en los últimos meses. En las grandes ciudades como Buenos Aires se ve que la gente ya está haciendo una vida normal. No descarto que haya cierta revancha de la sociedad que le plantea a la política "no me dejaste salir por tanto tiempo, yo ahora no te voy a ir a votar", pero más como un mensaje hacia la política que como una cuestión de miedo al contagio que, si existe, quedó muy circunscripto a personas que todavía pueden darse el lujo de no salir. La mayoría de nosotros que tenemos que trabajar con normalidad ya hemos perdido el miedo, porque una vez que salís a la calle ya está; no es que tenés miedo para tomar el colectivo y después no tenés miedo para otra cosa. Pero creo que pasa más por esa revancha y esa tensión que queda para la clase política que para otra cosa. Y después veremos si tanto analistas como candidatos están a la altura de interpretar cuál va a ser el resultado del domingo. Que si una se deja llevar por lo que ha pasado en otros países, siempre difiere de lo que la propia ciudadanía le dijo a las encuestas que también está usando ahora como una forma de desbaratar el juego clásico de la política.
Si a esto te agrego el factor joven, de chicos que están sintonizados con otras cosas, con otras sociedades, que están leyendo informaciones de todo el mundo, que están muchísimo más conectados e informados que sus adultos, es claro que esta campaña de tan baja calidad y tan aferrada a rituales del pasado no les va a llegar. Incluso esos esfuerzos ridículos por usar ciertos términos o ciertos recursos se parecen más al del tío solterón entrando a la fiesta de 15 que a una verdadera conexión con los jóvenes.
- Precisamente, ¿por qué considerás que buena parte de la disputa parece estar en el electorado joven?
- El interés por los jóvenes surge porque son entre el 20 y el 25 % del padrón electoral. El tema es que como una porción de ellos no tiene la obligación de votar (para los comicios nacionales el voto es opcional a los 16 y 17 años) se impone que se los movilice más que al sector que si tiene esa obligación.
- ¿Cuánto de la campaña se está disputando en las redes sociales? ¿Quiénes participan y qué emerge de esa discusión a los medios masivos?
- Ya la comunicación de toda la sociedad se da a través de las redes y solo de manera subsidiaria con los medios que también están articulados en las redes. Entonces, suponer que la campaña se va a restringir al horario gratuito de radio y televisión es absurdo.
De hecho, lo que suele ocurrir es que las publicidades que más popularidad tienen son las que se toman de la tele y salen en las redes, generalmente, no por los mejores motivos. Sino porque son memes, o la gente se burla de ellas, o las ridiculiza. Con lo cual esto nos confirma ese desencuentro entre la política y la sociedad: la política no reconoce siquiera los canales por donde se está dando el debate, no va a las redes, usa las redes para difundirse pero no está allí como estamos cualquiera de nosotros, vos y yo ahora intercambiando ideas (la entrevista es por whatsapp, con preguntas por escrito, audios con respuestas y espacio para la repregunta). El político, a lo sumo, te manda un audio pero nunca vas a poder hablar con él. Eso que parece imposible lo hacen influencer que tienen millones de seguidores. ¿Por qué no lo podría hacerlo un político?