De la redacción de El Litoral
[email protected]
El tradicional Tedeum en la Catedral Metropolitana estuvo a cargo de monseñor José María Arancedo, también presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Arancedo recordó la Revolución de Mayo como parte de las gestas que permitieron forjar la historia e identidad de Argentina como Nación.
Advirtiendo que “celebrar” es mantener viva la memoria pero asumiendo el presente como un desafío, instó a “ser conscientes de nuestras riquezas, pero también de nuestras carencias y errores que nos impiden crecer cono Nación. La humildad ayuda a crecer”, resumió.
Más adelante, recordó el proyecto impulsado por los obispos en vísperas del Bicentenario de la Patria -denominado “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad”- en el que se planteaba la necesidad de aprovechar las potencialidades del país para “erradicar la pobreza” y lograr “el desarrollo integral de todos”. “Agregábamos -recordó- que el problema argentino no es sólo técnico o económico sino primariamente moral, porque se refiere a actitudes de rectitud y honestidad, como de solidaridad y justicia, que implican, necesariamente, comportamientos éticos y la capacidad de pensar en el otro.Sólo habrá logros estables, concluíamos, por el camino del diálogo y del consenso a favor del bien común, si tenemos particularmente en cuenta a nuestros hermanos más pobres y excluidos. Cuando la pobreza se queda sólo en una estrategia política, el pobre seguirá postergado”, sostuvo.
Vida y familia
Entre las metas para lograr una patria “solidaria y con justicia”, Arancedo mencionó que la propuesta que ocupa el lugar central, por su significado moral y alcance cultural, es “el respeto por la familia y por la vida en todas sus formas”. “Esto -enfatizó Arancedo- presenta particular actualidad por la anunciada Reforma del Código Civil que, por su carácter estable y modélico, tiene un significado orientador para la vida de la sociedad. Al hablar de la vida y la familia, notamos que se privilegian los deseos de los adultos y no se tienen suficientemente en cuenta los derechos del niño. La familia es una realidad, que por su riqueza y profundas raíces en el pueblo argentino, es un bien que es garantía para la sociedad. En el ámbito de la vida, no todo lo que es técnicamente posible es necesariamente ético. Cuando se parte, en cambio, del valor único e irrepetible de la vida concebida, como también de los derechos que tiene el niño al conocimiento de las relaciones que hacen a su identidad, el adulto tiene más obligaciones que derechos. Parecería que se avanza en una suerte de cultura ‘adultocéntrica’, que nos encierra en el mundo de una libertad sin límites y de pretendidos derechos individuales. Estos temas requieren de una reflexión madura y responsable a nivel de todo el país”, reclamó.
Ser Nación
Posicionándose en la ciudad de Santa Fe como Cuna de la Constitución Nacional y sin eludir las principales problemáticas de la vida cotidiana, Arancedo exclamó: “¡Queremos ser Nación! Una Nación donde todos nos sintamos parte de su vida y solidarios de los proyectos que miren a la dignidad y bienestar de todos nuestros hermanos. Una Nación decidida a erradicar los signos de muerte que tienen su fuente en la violencia y la droga; en el desprecio por la vida, la inseguridad y la trata de personas; en la inequidad social y la marginalidad”.
Para lograr todo ello, instó a “recrear el sentido de las cosas simples y la exigencia moral de los valores como base de una sociedad verdaderamente humana. Debemos recuperar el respeto por la vida y el valor de la palabra dada; la educación como bien público, llamada a ser la base de una sólida inclusión social; valorar la honestidad del ciudadano y exigir la ejemplaridad del hombre público; no acostumbrarnos al aparente triunfo del mal y a la pasiva complicidad con esa realidad que deteriora el nivel de vida. Cuando los valores morales pierden el significado de ideales se empobrece nuestra vida, se empobrece la política y, con ello, se empobrece la Nación”.
Arancedo agradeció y rogó, finalmente, por la Patria, “a la que amamos, nos duele y nos compromete, para hacer de ella una Nación donde reine el amor a la verdad y a la vida, el sentido de justicia y solidaridad”.
Bergoglio: “El poder como ideología única es otra mentira”
El cardenal Jorge Bergoglio criticó hoy que “nadie se haga cargo” de tragedias, crímenes y deudas que “debemos pagar por hechos de corrupción”.
“Nadie se hace cargo de lo que hay que hacer y de lo hecho. Parecería un juego inconsciente: ‘nadie fue’ es, en definitiva, una verdad y quizás hemos logrado ser y sentirnos ‘nadie’ ”, sentenció durante el Tedeum en la Catedral porteña.
El primado argentino aseguró también que “el poder como ideología única es otra mentira”, y recordó que el diálogo que lleva a construir un proyecto común requiere de “escucha, renuncias, reconocimiento de los errores, aceptaciones de los fracasos y equivocaciones”.
“Pero da la impresión de que siempre caemos en lo contrario: los errores son cometidos por ‘otros’ y seguramente en ‘otro lado’. Crímenes, tragedias, pesadas deudas que debemos pagar por hechos de corrupción... pero, ‘nadie fue’ ”, aseveró sin puntualizar a qué hechos se refería.
“Nadie se hace cargo de lo que hay que hacer y de lo hecho. Parecería un juego inconsciente: ‘nadie fue’...”, reflexionó preocupadamente.
Al presidir el Tedeum por el 25 de Mayo en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, apuntó tanto a dirigentes políticos como a los ciudadanos, e hizo una especial exhortación por los pobres y ancianos olvidados, a quienes consideró “víctimas de la exclusión, verdadera anestesia social”.
El jefe de gobierno porteño Mauricio Macri no asistió al oficio religioso por la fecha patria, por motivos “familiares”, pero sí lo hizo la vicejefa María Eugenia Vidal y otros funcionarios de la ciudad.
Bergoglio insistió en afirmar que el relativismo y el poder como ideología única son esas “locuras tan cotidianas que mienten y dañan y terminan impidiendo la realización del proyecto de Nación”.
Tras interpelar sobre qué “nos lleva a ser cómplices, con nuestra indiferencia, de las manifestaciones de abandono y desprecio hacia los más débiles de la sociedad”, lamentó que “parecería que el bien público y común poco importa mientras sintamos el ‘ego’ satisfecho”.