Por Hagar Blau Makaroff
Por Hagar Blau Makaroff
Veinte años pasaron del triste capítulo en la historia nacional de crisis económica profunda con desesperante desocupación que llevó a los cacerolazos y saqueos, pero sobre todo a simultáneas represiones policiales en las grandes ciudades dejando 34 muertos y muy poco sabor a justicia. Los muertos en Santa Fe fueron nueve, provincia con mayor cantidad por densidad demográfica. Todos ellos eran humildes y jóvenes, tenían entre 15 y 35 años. Pero uno de ellos trascendió desde el momento que se conoció su muerte, porque se trataba de un joven que realizaba un trabajo silencioso y de hormiga en varios de los barrios más pobres de la ciudad de Rosario.
Lo que se contará a continuación, sin ánimo de romantizar o idealizar, es la historia de un héroe que hasta ese 19 de diciembre de 2001 era anónimo, y que con los años se volvió un reconocido mito gracias al propio boca en boca de los pibes que él ayudaba a buscar una salida, familias que alimentó, organizaciones sociales –hasta existió un lauro municipal por los derechos humanos con su nombre-, y luego su nombre trascendió barreras geográficas nacionales a través de la canción El ángel de la bicicleta, del cantante León Gieco.
Hace pocas semanas hubo un recital en homenaje al músico comprometido con las causas sociales, con motivo de su cumpleaños de 70. Allí sonó una desgarradora versión nueva de esta canción interpretada por Nadia Larcher, y como cada vez, Gieco aprovechó a adiestrar al público diciendo: "Pocho Lepratti era un joven salesiano que se fue a vivir a la villa para estar más cerca de la pobreza, y llevaba comida en su bicicleta de un comedor a otro. Cuando se arma el lio del 2001, esa represión que hubo, fueron a la villa unos policías y él salió al techo a decir 'no tiren acá porque hay chicos comiendo". Tras sentidos aplausos la conductora del encuentro que celebraba a Gieco agregó: "Hay muchos ángeles representados en ese ángel de la bicicleta".
Claudio Lepratti, a quien todos llamaban 'Pocho', era un rubio melenudo de sonrisa fácil y humor en cualquier adversidad. Cocinaba en la Escuela N° 756 "José Serrano" ese 19 de diciembre, y el clima ya estaba caldeado en muchos barrios, cuando escucharon balas afuera de la institución. Entonces subió a la terraza junto a otros docentes y no docentes, preocupados por los alumnos que entraban en el horario vespertino. Ahí vieron la escena, de cómo dos policías apuntaban desde la colectora a los vecinos y a las familias de los alumnos que arribaban. Fue entonces que Pocho dijo unas palabras que la canción inmortalizó: "No tiren, cagones. La escuela está llena de chicos comiendo".
Supuestamente el oficial Esteban Velázquez pensó que era un francotirador y disparó. Fue asesinado a sangre fría con una bala de itaka en la tráquea, a manos del policía de Arroyo Seco, quien cumplió nueve años de prisión reduciendo condena por buen comportamiento. El ex oficial al salir en libertad buscó ser agente de guardia urbana, algo que advirtieron militantes sociales y fue impedido.
Pocho llegó a ser trasladado al Hospital Clemente Álvarez pero murió poco después, ese 19 de diciembre trágico. Siete de los restantes muertos en la provincia fueron producto del gatillo fácil, y Graciela Machado perdió la vida por un paro cardíaco en medio de una represión policial.
Pocho tenía 35 años, igual que la villagalvense Graciela Acosta y que Graciela Machado. En la ciudad de Santa Fe Marcelo Pacini tenía 15 cuando lo mató un comerciante en medio de un saqueo. Rubén Pereyra tenía 20, Juan Alberto Delgado tenía 24 y Walter Campos, 17. Yanina García tenía 18 años y Ricardo Villalba, 16.
Patricia Aguirre es la actual directora interina de la Escuela "José Serrano", donde trabaja desde el 2000. En un testimonio con El Litoral recordó sobre aquellos años que Pocho llegaba en su bicicleta, siempre agotado, y después que lo mataron ella supo que era "porque venía pedaleando desde Ludueña todos los días".
En el recuerdo de la docente algo permanece vívido: "Pocho era muy perfil bajo, no contaba a qué se dedicaba, y nos enteramos que aparte de las tareas sociales donaba su sueldo en el barrio. Nosotros veíamos un asistente escolar que cocinaba a los chicos y que tenía muy buena onda con ellos. En el turno tarde veníamos a la cocina a ver películas en una tele que tenía videocasetera, y él a veces hacia pororó (pochoclo). Les hacía bromas y charlaba con los alumnos".
Ese 19 de diciembre era miércoles, y los docentes de la Serrano trabajaban hasta el mediodía, pero Patricia recordó que "algunas se tenían que quedar hasta el turno tarde, pero les llegaron a avisar que se debían ir a sus casas porque había conflictos en la ciudad. En esa época no había celular ni redes sociales, no entendían lo que pasaba. Salieron a las calles y vieron las corridas, sentían los tiros, y quedaron los profes de la escuela nocturna".
Cuando los compañeros de Pocho supieron de su muerte, fueron días de mucha consternación: "Llegamos al día siguiente como todos los días a trabajar. Yo venía en el 140, y me encontré con un compañero en el camino que me dijo 'espero que lo que escuché en la radio no sea verdad', y fue duro para toda la comunidad. Llegar y que te digan que mataron a tu compañero que vino a trabajar. A los pocos días vinieron los chicos con los que él compartía en Ludueña, hubo acá una congregación de gente para dar el pésame y conocer la escuela de su querido Pocho".
A la vuelta de la escuela mataron a Rubén Pereyra el mismo día que a Pocho. "La hija de Rubén fue alumna de acá. Cada año desde entonces se hace homenajes en diciembre, bicicleteadas y actos, trabajamos la historia de Pocho con los chicos. Queremos que no se pierda, porque ya los chicos que lo conocieron terminaron el colegio".
La escuela tiene en una esquina algo que llaman 'el rinconcito de Pocho', que es un patio trasero que fue decorado con colores en las mesas y sillas de cemento, con un cantero largo de plantas, y un mural grande con poesías y la imagen del ángel de la bicicleta. "Es un lugar para que los chicos tengan espacio para reflexionar, así como también reunirnos con padres en privacidad, y el espacio los chicos lo cuidan como propio".
El rubio melenudo vivía en Ludueña por decisión para estar cerca de los adolescentes y chicos que necesitaban un acompañamiento, hijos de la coyuntura y desocupación de aquellos años. En su bicicleta iba cada día desde allí a Las Flores atravesando la ciudad de norte a sur para la escuela. Cuando se enteraba de una familia en el barrio que no llegaba para el plato de comida, se las ingeniaba trasladando alguna legumbre desde la cocina centralizada del Estado, donde también trabajó.
Pocho Lepratti antes de su activismo social y de ser auxiliar de cocina en la escuela Serrano estudió dos años Derecho en la UNL de Santa Fe, pero luego se mudó a Rosario para estudiar en el Instituto Salesiano la carrera religiosa de hermano coadjutor y profesor de Filosofía. Luego de cinco años abandonó el seminario religioso para dedicarse a colaborar en organizaciones sociales y junto al padre Edgardo Montaldo, para ayudar a los adolescentes humildes del barrio mientras participaba y promovía la formación de los chicos con talleres de murga o filosofíay experiencias, y el grupo más conocido de jóvenes era La Vagancia, con quienes sostuvieron durante años una conocida revista llamada 'El Ángel de la Lata', que los chicos vendían en toda la ciudad, y que contaba con ilustraciones del reconocido artista local Tomás Müller, que reside en España, más conocido como El Tomi.
La labor de hormiga que había realizado en Las Flores, en Tablada, en Ludueña, fue plasmada en un manifiesto del dirigente de ATE Gustavo Martínez, donde lo bautizó como 'Pochohormiga' porque trabajaba como uno más del montón, y desde ese momento se multiplicó en los barrios la serie de graffitis con unas hormigas diseñadas por el artista Mono Saavedra. Se difundió también el término gracias a un documental con el mismo nombre, del cineasta Francisco Matiozzi. Y la Plaza de la Cooperación, junto a un mural del Che Guevara en el corazón del centro rosarino, tiene hasta la actualidad unas esculturas de hormigas gigantes creadas por el grupo de artistas Trasmargen.
La vivienda humilde donde él residió en Ludueña se llamó desde entonces Bodegón casa de Pocho, y hace menos años un chico que fue su alumno armó un espacio llamado La Hormigonera, que fue fundamental para las infancias en la pandemia. Era chiquito cuando conoció a Pocho, y ahora hacen mucho trabajo social con chicos, y fue un espacio clave en plena pandemia.
También la ciudad en aquellos se llenó de stencils con aerosol con la silueta de Pocho arriba de una bicicleta y con alas. Ese ícono en realidad nació antes de la famosa canción de León Gieco. Y como la imagen se volvió ícono representativo de la sociedad, fue luego caricaturizada en un libro de Pocho Lepratti para chicos, publicado recientemente por la editora Chirimbote.
La hermana de Pocho, la ex concejala y docente Celeste Lepratti recordó en diálogo con este medio el origen: "La silueta de Pocho con alas se hizo por toda la ciudad como una intervención espontánea, salió de los pibes de Ludueña y muchos artistas lo replicaron. Simultáneamente el Tomi hizo el dibujo 'San Pocho de Ludueña' para la tapa de la revista que hacían los pibes. Y fueron ellos los que le llevaron a Gieco en un recital un ejemplar de la revista en homenaje a Pocho. Gieco conocía El ángel de lata, pero ahí se entera de quién era Pocho, y de cómo lo mataron. Después yo fui a un recital suyo en Colón Entre Ríos, le alcanzo la remera que dice 'Pocho Vive carajo'. Ahí me dijo que conocía su historia y que tenía una deuda muy grande, me dijo 'todavía no escribí nada', y me sorprendió. Yo solamente le alcancé la remera, nunca esperé que escriba ese semejante homenaje".
Celeste escuchó junto a su hermana Laura la versión que hizo Nadia Larcher, sobre la cual dijo: "La reversionaron muchos, cada uno con su impronta: la Negra Sosa, Teresa Parodi, Attaque 77. Esta nos conmovió al escucharla, es una versión hermosa", y reflexionó: "Es un himno contra el gatillo fácil, que el Estado sale a reprimir aun cuando hay chicos en el medio y cuando la gente la está pasando mal. Es una vigencia lamentable que poco haya cambiado a 20 años, que siguen matando pibes".
En barrio Tablada fue creada al cumplirse un año de su muerte, a manos de jóvenes que compartieron con Claudio, un espacio comunitario clave: la Biblioteca Pocho Lepratti, que cuenta con un jardín propio y con una radio comunitaria, la famosa FM La Hormiga. Nació hace justo 10 años, y tras cumplirse 10 años del asesinato de Pocho. Por estos días esta institución se encuentra editando una versión ampliada del libro 'Pocho Vive', un compilado de artículos históricos, opiniones y semblanzas de muchos que lo conocieron.
Pocho era el hermano mayor de una familia de seis hijos en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. No predicaba pero se definía creyente cristiano, y los valores que lo formaron desde chico lo identificaban con la figura de Don Bosco y luego de grande, una figura que fue su referente y equipo en su acción social fue el padre Edgardo Montaldo en Ludueña.
"Era idealista y creía que el evangelio debía ser en lo práctico, con mucho respeto, jamás imponiendo una idea o creencia a nadie, con discusión y enriqueciendo los vínculos con las diferencias", pensó su hermana Celeste, quien agregó: "Creo que se lo recuerda tanto gracias a su modo de vincularse desde el respeto".
Sobre su infancia compartida, aclaró que él le llevaba 12 años, por lo que había diferencia en el juego pero aseguró: "Era siempre un chico alegre de risa contagiosa, se reía de cosas zonzas, le encantaba que le cuenten chistes. Lo recuerdo así. Como hermano mayor ayudaba mucho a los más chicos en tareas, mi mamá hace poco me dijo que él nos hacía rezar, algo que yo no recordaba. A la hora de la siesta (que es sagrada por el calor q no se pde hacer nada), para que no hagamos macanas –porque éramos muy terribles- nos llevaba de expedición. Caminábamos por lugares, nos hacía cantar la marcha peronista, después la Internacional Socialista y después nos hacía rezar. No recordaba eso, y mi madre nos lo recordó hace poco. Es que era todos esos valores juntos, los aplicaba en su forma de ver la vida, por eso su frase que trascendió era eso de un mundo donde quepan todos los mundos".
En diciembre para los seis hermanitos Lepratti en Entre Ríos era un juego salir a la nochecita a atrapar las luciérnagas para luego soltarlas. Y sobre esto ella recordó que "un día que fuimos con Camilo, Martin y Pocho, él nos pidió poner las luciérnagas en un frasco transparente, y lo llenó de ramitas. Entonces empezaron a caminar por las ramitas y dijo 'ese es el árbol de navidad de los pobres', ese era Pocho, siempre en el lugar del otro".
Pero el 19 de diciembre de 2001 fue el día más triste de la vida de Celeste, recordó. "Todos hemos perdido a personas queridas, nadie está preparado para el duelo, se va aprendiendo en el camino, pero fue un momento muy triste en el país. En ese momento yo vivía en Entre Ríos con mi familia, hablábamos justo de lo que pasaba de conflictos de saqueos en Concepción del Uruguay, como cerraron los locales comerciales, y había policía custodiando los comercios, justo hablábamos estas cosas y veíamos las imágenes de la tele, cuando justo nos llegó la noticia del asesinato de Pocho".
Recapituló sobre "los titulares que no acompañaban lo que pasaba, los señalaban como parte de disturbios, cuando era el Estado que no respondió a los múltiples reclamos de la gente en la calle, y su única respuesta fue la represión. Y a casi 20 años esos asesinatos cometidos x el Estado siguen impunes", sentenció con una bronca que sigue intacta.
Para su entrevista Celeste volvió a la "José Serrano", donde mataron a su hermano en el techo, y en el comedor donde él cocinaba siempre, ella dijo dijo: "Llegar a Las Flores, entrar a esta escuela, me genera muchas emociones. Yo me vine a vivir poco después del asesinato de Claudio, y mucha gente de Las Flores y Ludueña me hicieron sentir en mi casa. Sigo conociendo a mi hermano a través de cosas que me cuentan".
Celeste como docente asegura que constantemente se encuentra con alumnos que le cuentan que su papá o su abuela conocieron a Pocho, "que habían hecho una huerta, organizaban campamentos, espacios culturales para el barrio con él. Cuando decimos Pocho vive, que no lo mataron sino lo multiplicaron. Hace unos días una chica de Fisherton me dijo que creció en las flores, no podía festejar sus 15 años, y pocho consiguió que un señor les preste el salón y puedan festejar y los vecinos hicieron la comida".
Su pasión era trabajar con los chicos en la villa, junto a otros organizó maneras de encontrarse buscándole la vuelta a muchos adolescentes y chicos que sus padres vivieron el desarraigo de quedarse sin trabajo y tener menos posibilidades q en otros barrios. Ahí se dieron la tarea de generar muchos espacios de grupos juveniles con nombres graciosos como La vagancia. Surgieron grupos que con el tiempo cada chicos tomó sus iniciativas. "A 20 años muchos de ellos siguen el legado 20 años sin su presencia física, intentan seguir el camino de Pocho y del padre Montaldo pero con la impronta propia", aseguró conforme.
Para ella, cada diciembre es hacer memoria colectiva y "decir nunca más un Estado que salga a responder con balas y palas cuando la gente la está pasando mal. Es un momento en que todo se tensiona. Es encontrarnos para pensar la Justicia que nos merecemos, a los jueces ni se les ocurrio que debían llamar a declarar a Reutemann, y murió impune ahora".
Según su mirada como familiar, el Estado "no acompañó a los menores que quedaron sin mamá, como Graciela Acosta fue asesinada por el Estado, y Graciela Machado murió por inhalar gas y recibir palos y su corazón dejo de funcionar. Estos chicos eran muy chiquitos y el Estado no se preocupó por que tengan las condiciones de estudiar, acceder a la salud, dispositivos para acompañamiento psicológico para ningún familiar, o las madres que perdieron a sus hijos".
Sobre las nueve víctimas de Santa Fe, desde la Asamblea del 19 y 20 piensan que "la represión fue selectiva, porque fue para los sectores pobres, que menos posibilidades tienen". El 19 de diciembre este año es domingo, y decidieron realizar una vigilia frente a Tribunales Provinciales de Rosario, donde hay micrófono abierto y muestras artísticas, "para seguir señalando a quienes no hicieron su trabajo, y construyendo el mapa de la impunidad".
En noviembre empezaron algunos talleres de la memoria en diferentes barrios de la ciudad para recoger memoria, de 2001 a 20 años, pero también con una línea histórica de ese momento hasta hoy. Finalmente Celeste agregó: "Seguramente se va a marchar y el 21 habrá una jornada en ciudad de Santa Fe junto a los compañeros inundados, ya que Reutemann tampoco fue juzgado por este hecho en la ciudad capital".